miércoles, noviembre 22, 2006

Hormonas


Lloró toda la noche. Sigue llorando aunque es de día. No atendió el teléfono, ni prendió el televisor. La casa está muda. No hay más ruido que el que llega desde la calle. Dos bocinas, un pibe que grita y empieza a llover.
Genial, piensa Muv, ahora sí estoy como quiero. Ojalá llegue una tormenta eléctrica. Una tormenta como esas que me daban tanto miedo. Solo hace falta que se haga de noche.
Cuando tenía cuatro años, las noches de tormenta, me asustaba que el monstruo de debajo de la cama saliera a cortarme el pelo.
Se acurruca en la cama, se tapa hasta el cuello. Se da vuelta. Se destapa. Saca una pierna y la apoya sobre el acolchado.
Camina descalza hasta el baño. Se mira al espejo. Los ojos hinchados parecen dos mandarinas. Se levanta el flequillo.
Y basta de llorar, gansa, se dice, nunca arreglaste nada llorando.
Pero estoy tan triste, se contesta.
Siempre estás triste, me tenés harta, se vuelve a decir. Pintate esa cara y andá a dar una vuelta. Todo este rollo es hormonal. No dejes que las hormonas te dominen.
Se seca las lágrimas. Arrastra los pies, desandando el camino hasta el dormitorio. Se acuesta y se duerme. Mañana será otro día.