domingo, noviembre 26, 2006

Tarde


No sé si alguna vez lo sentiste-le cuenta Muv a Salvador- viene alguien, alguien que ves todos los días, que está ahí, a un costado, al lado tuyo. Viene y pone su mano en tu hombro y vos sentís algo que no sentiste nunca antes. No es ninguna de esas payasadas de corriente eléctrica, ni mariposas en la panza, ni estrellitas, ni campanas. Es otra cosa. Es la sensación de que esa mano que se apoya sobre tu hombro, está bien ahí. Que tiene el peso y la temperatura adecuada, que es imposible que no haya estado en tu hombro antes. Qué ahí tiene que quedarse.
Y levantás la cabeza y ves a ese que estuvo al lado tuyo todo ese tiempo en donde ni siquiera lo veías y te preguntás cómo es posible que hayas estado mirando para otro lado, intentando en otro lado, cuándo todo estaba ahí.
Y después de ese día esperas cualquier otro momento en que esa mano te vuelva a tocar. Y sucede. Mágicamente, un día, esa misma mano se apoya en tu cuello o te acaricia la cara y vos pensas que esa caricia, que el olor de esa mano es la que quisiste sentir todo este tiempo.
-Sí- interrumpe Salvador-. Todo muy lindo, todo muy romántico pero ¿qué fue lo qué hiciste con todo eso, una vez que descubriste la realidad de la mano que te tocaba?
-No hice nada. ¿Qué iba a hacer? Fue una mano que tenía una familia, que llegó a mi hombro tarde.