jueves, enero 11, 2007

Barba



Muv lo mira sentada sobre la tapa del inodoro. Salva sabe que lo mira, que le encanta mirarlo mientras se afeita. No quiere decirle nada, sólo quiere estar ahí mientras lo hace.
Nunca me voy a afeitar con espuma. Me voy a afeitar siempre como me enseñó mi viejo, le dice mientras moja la brocha y comienza a pasarla por el jabón con un cuarto de crema humectante.
Toma el jabón con la mano izquierda y con la derecha describe círculos sobre él con la brocha. Después, lleva la brocha a su cara. También la mueve en círculos sobre su cara. Corre la boca hacia un costado, mete los labios hacia adentro, levanta la punta de la nariz con un dedo y casi toda la cara se le llena de espuma blanca.
Muv no sonríe. Quiere observar esa ceremonia que debería ser privada pero que a ella la hipnotiza.
Voy a dejar acá todo esto acá, dice Salva, en el botiquín, con el cepillo de dientes y el desodorante. No uses nada de esto para depilarte las piernas ni las axilas porque me da mucho asco.
Muv acepta la indicación con la cabeza. Lo mira por el espejo. No quiere que se de vuelta. Preferiría que hiciese de cuenta que ella no está ahí, que hiciera lo mismo que hizo todas las veces que se afeito solo, pero sabe que Salva no puede evitar hablarle cuando la tiene cerca.
La cara de Salva quedó libre de espuma. El cuerpo de Salva se agacha, mientras las manos forman un cuenco que junta agua debajo de la canilla y luego acerca la cara.
Y Muv que mira todos los movimientos: la forma del codo, las gotas de agua que quedan colgando de la patilla, la toalla que seca la cara, el lunar de la cintura de Salva, un lunar que ve desde siempre pero que hoy le parece lindo y le dan ganas de tocarlo pero no puede porque tocarse, entre ellos, está prohibido.
Ya, Muv. Dejá de mirarme así. Que yo no soy de madera, nena. A ver si lo entendés, le dice Salva y la saca del baño y le cierra la puerta.