lunes, enero 29, 2007

Viejo


Salvador se levantó más temprano que lo habitual hoy. Demasiado temprano: cuatro o cinco horas más que cualquier otro día. Lunes, dijo y puteó un rato porque el fin de semana no alcanza para nada y porque no se gana el loto ni es el heredero de una fortunas de esas que lo liberaría de hacer cuentas y cálculos el resto de la semana, el mes, el año, la vida.
Se lavó los dientes y la cara. Hoy no me afeito, dijo desafiando a su reflejo.
Caminó en calzones un rato, antes de obligarse a planchar la camisa para empezar la semana laboral. Pensó, mientras ponía una frazada sobre la mesa de la cocina, que si fuera posible le gustaría volver a su época de cadete y walkman (porque cuándo él era cadete la bendición del reproductor de mp3´s todavía era desconocida por acá)
Uh, si volviera a ser cadete, dice Salva mientras lucha con la punta de la plancha para meterse entre botón y botón de la camisa, no tendría este color a muerto que tengo. Estaría al sol, mirando minas. Volvería a tomar una cerveza con los otros cadetes, frente al Obelisco y no me tendría que poner este disfraz de mierda.
Cuándo terminó de planchar la camisa, la colgó del respaldo de una silla. En la habitación, se puso las medias,los zapatos, el pantalón, desodorante. Prendió el equipo de audio. Mientras empezaba a sonar el disco, se prendió la camisa, la metió dentro del pantalón, se ajustó el cinturón.
Fue a buscar la corbata. No se miró al espejo.
Antes de salir se puso el saco. ¿Quién va a tomar a un cadete de más de treinta años? se preguntó mientras guardaba las llaves en el bolsillo.
Afuera hacía un sol rabioso. Caminó tarareando la última canción que escuchó antes de salir.