Llovió toda la tarde y la noche es pegajosa.
Salva laburó como un perro, porque es viernes y el fin de semana no se trabaja y el lunes hay que dejar todo cero km porque viene fin de mes.
Muv también trabajó de más. Exactamente, dos horas más a las ocho de cada día. Le pensan los párpados, le duele el cuello.
Pero ya salieron de trabajar y ahora están sentados en el sillón de la casa de Salva, mirando como dos idiotas al televisor apagado, como si estuvieran en pausa. No hay música, ni pasan autos, ni siquiera se escucha el chirrido que cada tanto se le da por hacer al silencio.
Hoy me invitaron a una fiesta, dice Salva.
Quién, pregunta Muv.
Un cadete que trajo un sobre. Hay que llevar algo para tomar, nada más.
Querés ir, le dice Muv sin dejar de mirar el aparato.
Sí, quiero ir. Al menos, quiero ir a saltar un rato aunque esté reventado y muerto de sueño. Vayamos.
Para qué querés ir?
Para darme cuenta de que no me convertí en mi jefe, dice Salva.
Cruz diablo, dice Muv y Salva larga una carcajada. Mirá que sos infantil, le dice.
Al final, van a la fiesta. Y Salva no para de saltar.