miércoles, agosto 08, 2007

Amenaza

Salió chorreando de la ducha y mojando el piso, entró al dormitorio. Se metió en la cama, todavía envuelta en la toalla, con los ojos rojos.
Salvador entró y se quedó parado, al lado del borde de la cama.
Vestite, dale, le dijo.
Muv lo miró furiosa.
No me vuelvas a hablar hasta que se me pase, le dijo entre mocos.
Salvador se acercó.
Perdoname, dijo.
No me hables más.
Perdoname. El asunto de ese tipo, me saca. Es como si lo estuvieras haciendo a propósito. Vos no te bancás estar bien y tranquila. Siempre necesitás algún quilombo.
La frase hizo estallar a Muv. Se levantó de la cama, como si le hubiesen dado una descarga eléctrica.
Qué carajo estás diciendo. Sos un pelotudo. Qué quilombo hice? Cuál, a ver. Qué mierda te pasa. Qué mierda te pasa en esa cabeza.
Caminó hacia él, mientras en el camino, quedaba la toalla que la envolvía.
Qué más necesitás para ver que yo estoy acá con vos. CON VOS. Qué más tengo que hacer? Estás confundido, porque sos un idiota. Yo estoy con vos pero no soy una cosa tuya.
No, es que...
Es que, las pelotas. A mi no me volvés a tratar así, enfermo. Tenés miedo que te cague? Mirá vos. Da la casualidad de que no fui yo la que te cagó, viste. Y tuve la oportunidad, si es que te interesa saber, pero no quise. No quise.
Salvador se sentó en la cama. Agachó la cabeza.
Me da bronca, me da bronca que vayas a ver a ese tipo.
Y a mí qué, gritó Muv. A mí, qué carajo me importa que a vos te de bronca. Bancatela. Como me la banqué yo. Decidí algo, si te hace tan mal, pero no te descargues conmigo, que ni siquiera saludo con un beso al tipo ese. Si empiezo a trabajar ahí, qué vas a hacer? Me vas a atar? Me vas a pegar? Qué. De dónde saliste. Quién te creés que sos. Te merecerías los cuernos. Te merecerías unos cuernos de acá a Japón por pelotudo. Por enojarte preventivamente y por pensar tan mal de mí. Con cualquiera te tendría que cagar. Con el primero que pase, y con el segundo, también. Forro.
Vos no me entendés, dijo Salvador.
Yo no te entiendo? Yo no te entiendo, hijo de una gran puta, que hace diez minutos me terminás de tratar de la peor manera que se te pudo ocurrir? Me asustaste, infeliz. Me asustaste, y ya sabés que es lo peor que podés hacer. Y yo no te entiendo. Yo, qué después de lo de recién, tendría que estar juntando las cosas para irme a la mierda y sin embargo, estoy acá, hablando con vos. Soy una pelotuda. Y encima, no te entiendo, fijate. Yo no te entiendo. Quién fue capaz de entenderte todo este tiempo como te entendí yo? Quién te perdonó todas las pelotudeces que hiciste? Quién, a pesar de todo, se vino a vivir acá con vos y trata, todos los putos días, de ser un poco mejor? Qué equivocada que estoy. No tengo que ser mejor. Tengo que ser peor para ser lo que vos querés.
Así estaban. Una, a los gritos pelados y desnuda, el otro, vestido, sentado y agachando la cabeza.
Me enferma pensar que te vas a ir con otro, reconoció Salvador.
Hacete ver, gritó Muv. Hacete ver. Porque si seguís así, no me voy a ir con otro. Me voy a ir sola. No me vas a ver nunca más. Estoy hablando en serio.
Salvador se paró, la abrazó mientras Muv se quedó inmóvil con los brazos caídos y completamente tensa.
Perdón, dijo Salvador. Perdón. No sé qué me pasó. Perdoname. No se va a repetir.
No sé qué más necesitás que haga. No lo sé. No me da el cuero para darte más evidencia de que no me voy a ir a ningún lado con nadie.
Salvador se quedó enroscado a Muv, sin volver a abrir la boca.
Reconocé que el tipo te gusta, dijo, después de un rato, Salvador. No me estoy imaginando cosas.
Muv volvió a levantar presión.
Hay un montón de tipos que me gustan. Un montón. Y hubo un montón antes que también me gustaron. Y me van a seguir gustando muchos otros. Eso no implica que yo no quiera estar con vos. Si a esta altura del partido, tengo que hacer aclaraciones como estas, no sé ni para qué intento todo lo que intento. ¿Qué más querés? ¿Qué más necesitás?
No sé. Decime que el tipo no te gusta, que no vas a verlo, que te da igual si te atiende él o una vieja de setenta y seis años.
El tipo no me gusta, dijo Muv sabiendo que no decía la verdad. Así está mejor? No me gusta. No me mueve un pelo, no existe. Necesito dejar de estar bajo sospecha. La amenaza de los cuernos no soy yo, en esta pareja. Y no entiendo por qué necesitás que siempre esté recordando el hecho que te deja en evidencia a vos, que supuestamente estás tan enamorado y sentís tanto más que yo. Hacete ver. Consultá a alguien para que te ayude pero a mí, dejame en paz, porque este tema me está hartando.
Muv se deshizo del abrazo. Comenzó a vestirse rápidamente.
Te espero, dijo Salvador.
No hace falta, respondió Muv. Voy a ir sola.