miércoles, agosto 01, 2007

Crash

Durante unos meses, la casa pareció una escenografía. Todo era demasiado nuevo, sin marcas, como si no fuera de verdad. No tenía olor a casa de Muv y Salvador, ni la temperatura normal para un lugar habitado.
Durante las mañanas, después que Salvador salía a trabajar, Muv se organizaba para mantener la limpieza y el orden a raya, hasta era capaz de hacer la cama antes de desayunar.
A veces, me doy asco, se decía frente al espejo mientras se lavaba los dientes. Me estoy convirtiendo en eso que siempre desdeñé.
Pero una vez vestida, salía a hacer compras y compraba el último detergente o multiuso porque siempre le parecía que algo no quedaba lo suficientemente limpio.
¿Desde cuándo, por Dios, desde cuándo a mi me importa no poder sacar una mancha de dentifrico de la canilla? se preguntaba cuando volvía.
Cuando llegó y sacó todos de las bolsas, enfiló directamente hacia el baño. Este piso no brilla lo suficiente, dijo y se puso en cuatro patas, con multiuso y trapo amarillo a darle con el movimiento pulir/lijar a cada ceramico.
Vas a quedar bien, repetía, vas a quedar brillante y limpio como tiene que ser. Sí o sí. Aunque yo me pase el resto del día, arrodillada acá. Y cuando Salvador te vea, va a decir: pero qué brillante está este piso, Muv, mirá que bien como brilla.
Terminó con todos los azulejos del baño a las dos de la tarde. Como a las cuatro, empezó a pensar en lo que cocinaría para la cena y fue descartando un plato detrás de otro.
Salvador llegó y esta vez, sin necesidad de decirle nada y porque una casa nueva es como empezar un cuaderno nuevo y uno siempre cree que la prolijidad le va a durar toda la vida, colgó la ropa en el perchero y ordenó los zapatos al costado de la cama.
Después de lavarse las manos y encontrarla en la cocina, refregando sin parar una rejilla manchada con salsa, preguntó: Qué hiciste hoy?
Y Muv se dio cuenta cuando iba a empezar a hablar que era muy poco interesante lo que tenía para decir.
Limpié el baño, respondió.
Otra vez? preguntó Salvador.
Otra vez. Cerámico por cerámico y vos no te diste cuenta.
Uh, dijo Salvador.
No nací para ama de casa, le dijo Muv.
Y... no, respondió Salvador.
Por qué decís? Lo hago mal? Eso decís, no? Que no sirvo y que hago todo mal.
Pero... cuándo dije eso? volvió a preguntar Salvador rascándose la cabeza. No dije nada. Te pregunté qué habías hecho, nada más.
Muv se alejó. Sin parpadear gritó:
Limpié el baño todo el puto día. Eso hice. No me preguntes nada más en toda la noche.
Pero...! No querida, no. Esto así no va.
La agarró de un brazo. La sentó en el comedor.
Mañana mismo empezás a buscar laburo de nuevo. No te quiero enajenada acá adentro, limpiando sobre lo limpio porque no tenes un carajo que hacer y haciéndome pasar un pésimo rato cuando llego. Qué te pasa. Te volviste loca? Esto así no va.
Se quedaron en ambientes distintos hasta que se fueron a dormir. Salvador, de espaldas a Muv, roncaba tranquilamente, mientras ella daba vueltas sin fin.
Se levantó.
Revisó su agenda, sacó todos los papelitos de su billetera y cuando encontró la tarjeta que buscaba, volvió a acostarse. Y durmió.
Se levantó una hora después de que Salvador se fue a trabajar.
Se preparó café. Abrió la puerta de la habitación para escribir. Vio el escritorio vacío, los libros ordenados alfabeticamente por autor, el teclado de la computadora, todavía con la funda puesta.
Es verdad, esto así no va más, dijo.
Volvió al comedor. Buscó el telefóno y la agenda. Rescató la tarjeta que la noche anterior había buscado, marcó.
Hola, Joaquín, habla Muv.
El corazón le empezó a latir más rápido.