martes, julio 24, 2007

Calendario

Desde hacía días, andaba con la sensación de haber olvidado algo. Se sentía rara. A ver, dijo.
Sacó la agenda. 9 de junio, asterisco. Fue hasta la página del calendario. Contó. Treinta y nueve días. Raro. Yo, un relojito, pensó. Raro. Uh!, dijo. Uh! Ay! Uh!
Caminó en círculos por el comedor. Hizo memoria. No. No se rompió ningún forro. No. No hicimos macanas, salvo esa vez. Mirá si vamos a tener tanta suerte, por una vez. Bueno, son once días. Once días, nada más. No pasa nada. Un atraso lo tiene cualquiera. Pero, uh! ay! uh! ¿Será? Salvador y la puta que te parió. Vos y tu obsesión con las pastillas.
Pensó en salir corriendo a comprar un test.
No. Voy a esperar. Sí. Voy a esperar un par de días más y si no pasa nada, médico. Y que me haga el análisis. Uh!
Se asustó un poco pero al mismo tiempo se imaginó un chiquito con los rulos de Salvador, corriendo por la casa nueva.
Pero qué estoy pensando! se dijo. Desde cuándo me atacó el susanismo a mí. Si yo nunca fui así. Además, primero escribir el libro, después plantar el árbol y después, cuando estemos bien afianzados, el chico.
Tic, tac, escuchó. Tic, tac. Tic, tac.
Se acercó el reloj al oído. El reloj no era. Tic, tac.
No es como en tu época, Oma, le dijo al aire. Deja de amenazarme con el reloj biológico.
Levantó el tubo y marcó el número de Salvador pero colgó.
Voy a esperar. Voy a esperar. A lo mejor es un desarreglo hormonal. Igual, nos vendría bien o no? Por todo eso de la concreción del amor y no sé qué, que siempre dicen. Bah, yo qué sé. Mejor no. Voy a esperar. Estamos bien así. Hay que esperar un poco más.
No quiso volver a pensar en el asunto en todo el día ni en toda la noche pero en todos lados veía bebés y madres y embarazadas y pañales.
Y por momentos, se preguntaba, si un niño de ellos dos tendría en iguales cantidades cosas de ella y de Salvador; o si sería tan opuesto, tan él, tan nuevo individuo, tan diferente a ellos dos.
Podría pasar, se dijo. No va a ser el primero que parece dejado por un ovni.
Después de pensarlo, se retaba: No, Muv, no. Qué estás diciendo. No es el momento, por favor.
No dijo nada. No habló con Salvador del tema, y evitó acercarse al teléfono para comentar de su atraso. Y aunque cada tanto, sobre todo durante la cena, se quedaba mirando a Salvador y la forma de su nariz o la forma en que se distribuían los pelos del brazo, simuló estar como siempre.
Pasa algo, preguntó Salvador.
Nada, nada. Absolutamente nada, contestó Muv.
A la madrugada, con los ojos cerrados, llegó hasta al baño para hacer pis. Con la luz del aplique cegándola, se sentó en el inodoro.
La mancha roja en su bombacha, la entristeció.
Volvió a la cama, después de un rato largo, con los ojos hinchados y la nariz tapada.
¿Cuándo vamos a tener un bebé, Salvador? le preguntó en voz baja, mientras se acomodaba.
Mañana, mañana, contestó Salvador que estaba profundamente dormido.