domingo, julio 15, 2007

Pausa

Se despertó sonriendo. Estaba hecha un bollo. Apoyaba las rodillas sobre el costado de Salvador. Exhaló el aire con fuerza y sonrió más.
M. Por qué sonreís, preguntó Salvador.
No sé. Me desperté contenta. Se viene el diluvio, dijo y escondió la cabeza debajo de la frazada después de suspirar.
Se volvió a asomar con el pelo tapándole la cara. Corrió las mechas que le molestaban en los ojos con las dos manos y pestañeó cuatro o cinco veces seguidas.
Hola, ojitos, dijo Salvador. Buen día, cómo andás? y le dió un beso en la frente.
Muv se estiró todo lo que pudo mientras arrastraba una eme ahogada con la voz. Volvió a acurrucarse.
No te parece que cuando es feliz o más o menos feliz o ponele, no sé, cuando está bien, la vida parece detenida, le preguntó a Salvador.
Detenida?
Sí, como que no pasa nada. Como que está quieta. En pausa.
M. Por qué decís, preguntó Salvador.
No sé. Me desperté con la sensación de que si uno tiene problemas o se siente mal o solo o se está sacrificando por algo, el tiempo pasa más rápido. En cambio, cuando uno está contento o conforme o bien, es como si milagrosamente la vida se pusiera en pausa.
No, yo siento que cada vez hay menos tiempo, contestó Salvador.
Tiempo para qué, preguntó Muv enroscando sus piernas en las de Salva.
Para todo. Me parece que un día voy a abrir los ojos y voy a tener ochenta años y las cosas van a estar igual que ahora.
Tenés una crisis! dijo Muv incorporándose. Salva, tenés una crisis de edad! Te das cuenta?!
Nah, dijo Salvador y se puso el antebrazo sobre la frente. Qué crisis. Me asusta un poco el hecho de que los días pasen tan rápido. Que la casa no se termine. Que estemos igual que hace un año atrás.
No estamos igual que un año atrás. Estamos mejor. Mucho mejor, o no?
Sí, nosotros sí. Pero yo hablo de las cosas. Si medimos el tiempo en cosas, estamos igual.
Muv se acostó de espaldas sobre el colchón. Llevó la frazada hacia su mentón.
Yo no necesito más cosas. Es más, creo que nos sobran muchas cosas.
Vos no querés irte a vivir a la casa, no?
Ay, dijo Muv. Yo sabía. Si que quiero. Pero si no tuvieramos la casa, no cambiaría nada. Porque justo eso te estoy diciendo, estamos en pausa, de regalo.
Eh? Qué decís?
Salvador apoyó el codo sobre la almohada y sostuvo su cabeza con la mano, intrigado.
Claro, mirá: estamos bien nosotros dos. La gente que nos quiere está bien. Tenemos lo necesario para vivir y hasta un poco más. Qué más se puede pedir? No sé. Tenemos mucha suerte. Si nos quejamos somos dos tilingos más que se quejan de llenos. Yo no quiero ser así. Yo quiero estar bien con lo que hay. Mucho o poco. No sé. Si estamos bien nosotros, está todo bien.
Qué optimista estás hoy.
Sí, es el amor, dijo Muv y se escondió otra vez abajo de la ropa de la cama, ya se me va a pasar.
Y después de decirlo lanzó una carcajada maldita.
Qué rara te despertaste, dijo Salva y él también se metió debajo de la sabana y la frazada. La buscó, la abrazó y la acarició. La amenazó: Si se te pasa pronto, te mato.
Tenemos mucha suerte, dijo ella.
Sí, yo sé.
Antes estabamos peor, Salva. Acordate cuando nadie nos quería.
Me acuerdo.
Acordate cuando nos queríamos matar porque habíamos dormido toda la noche en una casa que no era la nuestra, en una cama que no conocíamos y con alguien que no nos importaba, que no nos importaba para nada, sólo por no dormir solos.
Me acuerdo, me acuerdo. Me acuerdo de todo.
Bueno, no te olvides. Porque todo eso le da sentido a esto. Y porque estamos en pausa para disfrutarlo, entendés.
Sí, entiendo, dijo Salvador y comenzó a preocuparse. ¿Pasa algo, Muv?
No, no pasa nada.
Seguro?
Seguro.
De verdad?
De verdad. No te preocupes. Estamos en pausa. Disfrutá.