jueves, junio 14, 2007

Renunciar

Lo había pensado todo y lo había pensado bien.
Salió temprano el lunes con la decisión tomada. Iba a hablar con Esteban. Iba a dejar de escribir para la revista y sanseacabó.
Si todo lo que quería era una vida normal, como la de la gente normal, que tiene una casa, una pareja y en algún momento unos hijos, tenía que dejar de sentir cosas por cualquier desconocido que se le cruzaba.
Normal, dijo. Eso quiero ser. Quiero ser normal. Conformarme con mi vida, quedarme con Salvador hasta que seamos viejos. Hacer la comida y regar las plantas. Escribir mis cosas en cuadernos que algún día, después de que me muera, puedan encontrar mis hijos y saber qué cosas escribía su madre. Eso y nada más. Lo mismo que tiene todo el mundo. Exactamente lo mismo.
Se repetía todo eso mientras iba en el colectivo. Tenía un nudo en la garganta y se contradecía a cada rato pero estaba decidida.
Bajó del colectivo y caminó con paso firme.
Entró a la editorial y , esta vez, sin hacerse anunciar, después de saludar, fue hasta el ascensor.
Bajó en el piso dónde bajó cada vez que fue a buscar sus libros.
Llegó hasta la oficina de Esteban y no lo encontró. Caminó hasta el escritorio de Joaquín.
Qué tal, dijo. Necesito hablar con Esteban, sabés por dónde anda?
Está de vacaciones, respondió Joaquín. Qué necesitás.
Necesito hablar con él, dijo Muv.
Por qué asunto es. Podés hablar conmigo si es urgente.
Una pila de libros actuaba como muralla sobre el escritorio de Joaquín.
Muv se agarró con las dos manos de la tira del morral.
No voy a trabajar más para ustedes, dijo casi sin respirar.
Joaquín despegó la vista de la computadora.
Por qué, le preguntó y Muv no esperaba esa pregunta de Joaquín.
Se quedó callada.
Te ofrecieron otro trabajo, aseguró Joaquín.
No, no. No es eso, dijo Muv clavando la vista en el piso.
Entonces qué es. Es por los libros que te doy, le preguntó e intentó explicarle que las revistas para mujeres son así, que hay pocas cosas que valgan la pena y Muv sintió que se le subía la sangre a la cabeza al subestimar tanto su trabajo.
Tampoco. No es por eso. Si bien no son los libros que más me gustan leer y comentar, es trabajo y está todo bien. Pero no puedo trabajar más acá por motivos personales. Cuándo vuelve Esteban? Prefiero hablarlo con él, se escabulló, prometiéndose inventar una excusa convincente luego.
Comenzo a retroceder una vez que Joaquín se paró y caminó en su dirección.
Tomemos un café, le dijo y Muv dio un paso más hacia atras. No te voy a morder, te lo prometo.
Joaquín le sonrió. Le sonrió por primera vez en muchos meses.
Muv bajó en el ascensor mirando el piso.
Joaquín jugaba con las llaves.
Caminaron hasta el bar de la esquina. Se sentaron en una mesa, lejos de las ventanas.
Muv estaba temblando. Las manos de Joaquín estaban sobre la mesa y fue recién ahí, dónde vio la alianza en el anular que la hizo volver a mirar el piso que se dejaba ver entre las mesas.
Cuál es tu motivo personal, le preguntó Joaquín sin anestesia. Te puedo escuchar y entender. Me estoy separando.
El mozo llegó con el café con leche y la seven up.
Muv dijo gracias y pensó que Joaquín apareció justo cuando ella menos lo necesitaba.
Le costó comenzar a hablar. Respondía con monosílabos y negó de plano cualquier crisis de pareja mirándolo firmemente a los ojos.
Entonces, por qué no querés seguir trabajando con nosotros, dijo Joaquín.
Por que no puedo, respondió Muv y de haber podido, hubiese hundido la cara dentro de la taza de café con leche.
Hasta que no me expliqués por qué, de acá no te vas, le dijo Joaquín.
Esto debería haber pasado antes, pensó Muv, mucho antes.