Salvador la esperaba en la vereda del cine que ella había elegido.
Si yo te invito al cine, vos elegís la sala, dijo y ella eligió.
Ella llegó caminando apurada y mirando hacia dentro del cine a través de las paredes de vidrio, intentando encontrarlo.
En la esquina, se paró de espaldas a él y él viéndola delante suyo, evitó sorprenderla por la detrás. La dejo buscarlo. Y la vio linda pero no linda como siempre sino linda como la veía antes y se sintió afortunado por vivir con ella.
En la puta vida pensaste que una mina así iba a terminar viviendo con vos, pensó.
Muv giró y dijo ahi estás.
Se acercó y le dió un beso en la boca. Qué sacaste.
Saqué cualquiera, le dijo Salvador. Estuve pensando.
Zás, dijo Muv y miró hacia el cielo.
Salvador le hizo hambre y se sonrió. Siguió hablando.
Estuve pensando que nosotros, al final, nunca fuimos novios.
Muv lo miró y no dijo nada pero pensó: Con qué me va a salir esta vez.
Pasamos de ser amigos a estar casados, siguió Salvador.
Juntados, dijo Muv.
Juntados, ok. Pero nunca fuimos novios. Y así no va. Tenemos que ser novios, al menos, un tiempo.
Muv miró el reloj. A qué hora empieza la película.
Todavía falta, le respondió. Prestame atención.
Te presto, te presto, respondió Muv.
Vení.
Salvador la agarró de la mano y la llevó caminando a dar una vuelta manzana. Eran las ocho y veinte de la noche.
A mí me parece que si no somos novios, un poco aunque sea, esto se va a terminar antes de lo que pensamos.
Muv se detuvo. Pensó: Cree que se va a terminar. Me va a dejar.
Qué me estás diciendo, Salvador, dijo. Querés que me vaya de tu casa?
Es tu casa, también.
Es tu casa. La compraste vos solo.
La compré yo solo y te la regalé.
No deja de ser tuya.
No te estoy pidiendo que te vayas. Uff. Por qué siempre todo es para el peor lado que puede ir. Y por qué no dejás de interrumpir así puedo terminar de decirte lo que pensé.
Bueno, dale. Me callo.
Entonces, Salvador habló y dijo que nunca le había comprado flores porque se conocían tanto que sabía que a ella no le gustaban las flores pero que tampoco nunca le había comprado un disco porque todos los discos que compraban, los compraban juntos. Y que más que una pareja eran como los gemelos fantásticos y eso hizo reir a Muv. El también sonrió pero siguió hablando.
Nunca estuve esperando que terminaras de arreglarte para salir. Ni me hizo ruido la panza porque iba para tu casa. Salimos poco. No tenemos amigos. Estamos demasiado domésticos.
Ves? Querés que nos separemos.
Uff. Callate. Escuchá.
Qué me querés decir, carajo. Dejá de dar tantas vueltas.
Que quiero que seamos novios y no hermanos. Eso te quiero decir. Siempre le sacás el románticismo a todo. Me tiene podrido eso. Me tiene podrido que veas todo como un drama -y yo te hago el juego en eso- o que te cagues de risa cuando intento hablar en serio. Vos querés ser mi novia, ahora o no?
Yo pensé que ya era tu novia. Pero tenés razón. Novios-novios, nunca fuimos. Lo que no sé cómo se hace es ser tu novia viviendo con vos. Todos los novios que tuve vivían en su casa.
No es un problema de locación, nena, dijo Salvador un poco cansado y apoyándose contra la pared de un estacionamiento. No te da bronca que estemos viviendo como si fuéramos un matrimonio que hace cincuenta años que se casó, cuándo apenas hace dos años que intentamos estar juntos? Nos levantamos, desayunamos. Te doy un beso, me voy a trabajar. Vuelvo de trabajar, te doy un beso, cenamos. Miramos un poco de tele, nos vamos a dormir. No sé. Me parece que no tendría que ser así. Debería ser diferente.
Cogemos. No estás contando que cogemos todas las noches y algunas mañanas, corrigió Muv.
Hace cuatro días que no nos tocamos ni con el aliento, dijo Salvador.
No me hagas acordar de hace cuatro días, amenazó Muv.
No te hago acordar. Pero te das cuenta que así no va. Poné un poco de tu parte, también. Yo no compré la casa para que vos te conviertas en ama de casa. Yo compré la casa para que vos siguieras siendo lo que eras, más cómoda, sin tener que ir y venir de un departamento a otro, todos los días y además, para que estuviéramos más tiempo juntos. Y al final, estabamos más juntos antes que ahora.
Estás arrepentido, le preguntó Muv.
Pero sos boluda, Muv? No te das cuenta que quiero que estemos igual pero mejor? No te das cuenta que te lo digo porque no pasa naturalmente? Yo quiero que vos te mueras de ganas de que yo llegue a casa. Yo tengo ganas de no ver la hora de rajarme del laburo para estar con vos. Y no veo que a ninguno de los dos nos esté pasando esto. Y así no va. Entonces, algo hay que cambiar. Porque yo sé que vos me querés. Y vos tenés más que claro que yo te quiero. No lo hagas todo tan difícil.
Muv se quedo callada. Pensó que no era la única que lo hacía tan difícil. Y también pensó que no tenía ganas de discutir.
Vos no sabés si yo me muero de ganas de que llegues a casa o no. Te darías cuenta si dejaras de sospechar que a mí siempre me interesa otro que no sos vos, le dijo y se lo dijo con una voz suave, explicándole. Yo te extraño cuando no estás pero por nada del mundo, me voy a poner rompe pelotas. No te voy a llamar cada hora al laburo para decirte que te quiero y que te extraño porque estás laburando y yo estoy al pedo. Y si fuera al revés, a mi me sacarías de quicio.
Te sacaría de quicio que yo te llamara y te dijera que te quiero y que te extraño?
Me sacaría de quicio que lo hicieras cada hora durante cinco días durante todos los días, terminó de decir y ella también se apoyó contra la pared del garage, al lado de Salvador. Suspiró.
Qué, dijo Salvador.
Que siempre lo mismo, Salva. Siempre estamos hablando, haciendo ponencias sobre nosotros. ¿Por qué tiene que ser todo tan conversado? Si vos querés que seamos novios, por qué no empezás por comportarte como un novio en lugar de consultarme, avisarme, preguntarme si estoy de acuerdo. Yo no tengo el manual de las relaciones de pareja. Nunca antes me enamoré de mi mejor amigo. No sé nada. Y a veces, extraño tener un amigo con quién hablar de vos.
Mirá vos, dijo Salvador. Igual, vos tenés a Leni.
Ya sabés como es Leni. Además, cuánto hace que no la veo? Tres meses? Cuatro? Seis? No tengo ni la más pálida idea de cuánto hace que no la veo.
Y llamala.
No quiero. No quiero que nadie me cague a pedos. Menos Leni.
Y qué querés?
Quiero vivir tranquila, conseguir un buen trabajo y estar bien con vos. No me parece mucho. No me parece exagerado.
Y no.
Pero no puedo cargar con todo esto yo sola. Peleo contra el laburo, contra mí y encima a vos te tengo enfrente casi todo el tiempo. Vos tampoco eras así, antes. Vos eras mi compañero. No sé en qué momento nos volvimos... esto.
Salvador la abrazó. Empezaron a besarse sobre la pared del garage como dos adolescentes durante un rato largo. Y no hubo palabras por un rato largo. Besos, lenguas, caricias, manos hasta que se tuvieron necesariamente que detener.
Ya sé, ya sé. Somos viejos para coger en la calle, dijo Salvador.
La película, dijo Muv atrayendolo hacia ella y dándole un beso y después otro.
Ahí vamos, dijo Salvador y se separó de ella despacio pero sin dejar de tocarla. Como cuando empezaron a dar la vuelta manzana, la agarró de la mano.
Que vamos a ver, volvió a preguntar Muv.
No sé. Saqué cualquier película. Tenemos la última fila, aclaró Salvador y le guiñó un ojo.
Muv sonrió y se quedó pensando si para ir a la última fila de un cine para ver cualquier película no eran demasiado viejos, también.
Pero adentro del cine, no le importó demasiado el tema de la edad.
Si yo te invito al cine, vos elegís la sala, dijo y ella eligió.
Ella llegó caminando apurada y mirando hacia dentro del cine a través de las paredes de vidrio, intentando encontrarlo.
En la esquina, se paró de espaldas a él y él viéndola delante suyo, evitó sorprenderla por la detrás. La dejo buscarlo. Y la vio linda pero no linda como siempre sino linda como la veía antes y se sintió afortunado por vivir con ella.
En la puta vida pensaste que una mina así iba a terminar viviendo con vos, pensó.
Muv giró y dijo ahi estás.
Se acercó y le dió un beso en la boca. Qué sacaste.
Saqué cualquiera, le dijo Salvador. Estuve pensando.
Zás, dijo Muv y miró hacia el cielo.
Salvador le hizo hambre y se sonrió. Siguió hablando.
Estuve pensando que nosotros, al final, nunca fuimos novios.
Muv lo miró y no dijo nada pero pensó: Con qué me va a salir esta vez.
Pasamos de ser amigos a estar casados, siguió Salvador.
Juntados, dijo Muv.
Juntados, ok. Pero nunca fuimos novios. Y así no va. Tenemos que ser novios, al menos, un tiempo.
Muv miró el reloj. A qué hora empieza la película.
Todavía falta, le respondió. Prestame atención.
Te presto, te presto, respondió Muv.
Vení.
Salvador la agarró de la mano y la llevó caminando a dar una vuelta manzana. Eran las ocho y veinte de la noche.
A mí me parece que si no somos novios, un poco aunque sea, esto se va a terminar antes de lo que pensamos.
Muv se detuvo. Pensó: Cree que se va a terminar. Me va a dejar.
Qué me estás diciendo, Salvador, dijo. Querés que me vaya de tu casa?
Es tu casa, también.
Es tu casa. La compraste vos solo.
La compré yo solo y te la regalé.
No deja de ser tuya.
No te estoy pidiendo que te vayas. Uff. Por qué siempre todo es para el peor lado que puede ir. Y por qué no dejás de interrumpir así puedo terminar de decirte lo que pensé.
Bueno, dale. Me callo.
Entonces, Salvador habló y dijo que nunca le había comprado flores porque se conocían tanto que sabía que a ella no le gustaban las flores pero que tampoco nunca le había comprado un disco porque todos los discos que compraban, los compraban juntos. Y que más que una pareja eran como los gemelos fantásticos y eso hizo reir a Muv. El también sonrió pero siguió hablando.
Nunca estuve esperando que terminaras de arreglarte para salir. Ni me hizo ruido la panza porque iba para tu casa. Salimos poco. No tenemos amigos. Estamos demasiado domésticos.
Ves? Querés que nos separemos.
Uff. Callate. Escuchá.
Qué me querés decir, carajo. Dejá de dar tantas vueltas.
Que quiero que seamos novios y no hermanos. Eso te quiero decir. Siempre le sacás el románticismo a todo. Me tiene podrido eso. Me tiene podrido que veas todo como un drama -y yo te hago el juego en eso- o que te cagues de risa cuando intento hablar en serio. Vos querés ser mi novia, ahora o no?
Yo pensé que ya era tu novia. Pero tenés razón. Novios-novios, nunca fuimos. Lo que no sé cómo se hace es ser tu novia viviendo con vos. Todos los novios que tuve vivían en su casa.
No es un problema de locación, nena, dijo Salvador un poco cansado y apoyándose contra la pared de un estacionamiento. No te da bronca que estemos viviendo como si fuéramos un matrimonio que hace cincuenta años que se casó, cuándo apenas hace dos años que intentamos estar juntos? Nos levantamos, desayunamos. Te doy un beso, me voy a trabajar. Vuelvo de trabajar, te doy un beso, cenamos. Miramos un poco de tele, nos vamos a dormir. No sé. Me parece que no tendría que ser así. Debería ser diferente.
Cogemos. No estás contando que cogemos todas las noches y algunas mañanas, corrigió Muv.
Hace cuatro días que no nos tocamos ni con el aliento, dijo Salvador.
No me hagas acordar de hace cuatro días, amenazó Muv.
No te hago acordar. Pero te das cuenta que así no va. Poné un poco de tu parte, también. Yo no compré la casa para que vos te conviertas en ama de casa. Yo compré la casa para que vos siguieras siendo lo que eras, más cómoda, sin tener que ir y venir de un departamento a otro, todos los días y además, para que estuviéramos más tiempo juntos. Y al final, estabamos más juntos antes que ahora.
Estás arrepentido, le preguntó Muv.
Pero sos boluda, Muv? No te das cuenta que quiero que estemos igual pero mejor? No te das cuenta que te lo digo porque no pasa naturalmente? Yo quiero que vos te mueras de ganas de que yo llegue a casa. Yo tengo ganas de no ver la hora de rajarme del laburo para estar con vos. Y no veo que a ninguno de los dos nos esté pasando esto. Y así no va. Entonces, algo hay que cambiar. Porque yo sé que vos me querés. Y vos tenés más que claro que yo te quiero. No lo hagas todo tan difícil.
Muv se quedo callada. Pensó que no era la única que lo hacía tan difícil. Y también pensó que no tenía ganas de discutir.
Vos no sabés si yo me muero de ganas de que llegues a casa o no. Te darías cuenta si dejaras de sospechar que a mí siempre me interesa otro que no sos vos, le dijo y se lo dijo con una voz suave, explicándole. Yo te extraño cuando no estás pero por nada del mundo, me voy a poner rompe pelotas. No te voy a llamar cada hora al laburo para decirte que te quiero y que te extraño porque estás laburando y yo estoy al pedo. Y si fuera al revés, a mi me sacarías de quicio.
Te sacaría de quicio que yo te llamara y te dijera que te quiero y que te extraño?
Me sacaría de quicio que lo hicieras cada hora durante cinco días durante todos los días, terminó de decir y ella también se apoyó contra la pared del garage, al lado de Salvador. Suspiró.
Qué, dijo Salvador.
Que siempre lo mismo, Salva. Siempre estamos hablando, haciendo ponencias sobre nosotros. ¿Por qué tiene que ser todo tan conversado? Si vos querés que seamos novios, por qué no empezás por comportarte como un novio en lugar de consultarme, avisarme, preguntarme si estoy de acuerdo. Yo no tengo el manual de las relaciones de pareja. Nunca antes me enamoré de mi mejor amigo. No sé nada. Y a veces, extraño tener un amigo con quién hablar de vos.
Mirá vos, dijo Salvador. Igual, vos tenés a Leni.
Ya sabés como es Leni. Además, cuánto hace que no la veo? Tres meses? Cuatro? Seis? No tengo ni la más pálida idea de cuánto hace que no la veo.
Y llamala.
No quiero. No quiero que nadie me cague a pedos. Menos Leni.
Y qué querés?
Quiero vivir tranquila, conseguir un buen trabajo y estar bien con vos. No me parece mucho. No me parece exagerado.
Y no.
Pero no puedo cargar con todo esto yo sola. Peleo contra el laburo, contra mí y encima a vos te tengo enfrente casi todo el tiempo. Vos tampoco eras así, antes. Vos eras mi compañero. No sé en qué momento nos volvimos... esto.
Salvador la abrazó. Empezaron a besarse sobre la pared del garage como dos adolescentes durante un rato largo. Y no hubo palabras por un rato largo. Besos, lenguas, caricias, manos hasta que se tuvieron necesariamente que detener.
Ya sé, ya sé. Somos viejos para coger en la calle, dijo Salvador.
La película, dijo Muv atrayendolo hacia ella y dándole un beso y después otro.
Ahí vamos, dijo Salvador y se separó de ella despacio pero sin dejar de tocarla. Como cuando empezaron a dar la vuelta manzana, la agarró de la mano.
Que vamos a ver, volvió a preguntar Muv.
No sé. Saqué cualquier película. Tenemos la última fila, aclaró Salvador y le guiñó un ojo.
Muv sonrió y se quedó pensando si para ir a la última fila de un cine para ver cualquier película no eran demasiado viejos, también.
Pero adentro del cine, no le importó demasiado el tema de la edad.