Ella, que siempre repite que no sueña y que cuando sueña no recuerda sus sueños, está durmiendo y soñando.
En el sueño, está acostada sobre el piso de un lugar que no conoce pero sabe que es de ella. Está descalza y con su atuendo de dormir, musculosa, pantalón piyama de hombre, como siempre. Es ella no cabe duda, aunque ríe. Se muere de risa. Se rie a los gritos. Una mano le hace cosquillas en la base del cuello, debajo de las costillas, en las plantas de los pies. Y no parece una sola mano. Parecen docenas de manos que la tocan y le hacen cosquillas al mismo tiempo.
Ella está con los ojos cerrados, se retuerce de la risa. Le duele el estómago de tanto reírse y la cara; las mandíbulas parecen que van a acalambrarse entre una carcajada y otra. Se queda sin aire de tanta risa y siente que aunque no la tocaran, aunque las manos se detuviesen, se seguiría riendo. Se recuesta sobre un costado. Una mano le acaricia la cabeza. Abre los ojos.
No sabés cómo te extraño, dice y mira a la Oma que no habla pero que pasa la mano, una y otra vez, por la cabeza de Muv.
En el sueño, se queda dormida. Y en el sueño, siente que le pasan un dedo por el perfil, de la frente al hueco de la base del cuello y ella dice "dejame, Salva, tengo sueño" pero el dedo sigue sin obedecer.
Abre los ojos. Abre los ojos en el sueño. El dedo que le acaricia el perfil no es el de Salvador. La cara dueña de la mano que tiene ese dedo que se mueve por su cara no es de Salvador. Es de otro, de uno, vos quién sos. Y cada vez que pestañea, la cara es la misma, y la pregunta se repite: vos quién sos. Quién sos.
Entonces se ve desde afuera, desdoblada. Se mira desde el techo. Sigue de costado pero ahora está en una cama, en dos, en tres camas diferentes. Las camas cambian pero ella está siempre en la misma posición: desnuda pero enroscada en la sábana, un brazo abajo de la almohada, en posición fetal, agarrando con el puño una esquina de la tela y apretándola contra el corazón.
Ellos cambian. Son tres que se repiten. Uno alto que fuma, uno bajo que duerme, uno que no puede identificar pero habla solo. Y cada tanto, algún otro cruza la habitación riendo. Riéndose de ella. Y los que ríen les contagian la risa a los que cambian en la cama y todos se ríen de ella.
¿Ese es Ramiro? ¿Ese es Lucio? Ese quién es, pregunta Muv y espera que alguien le conteste. Quiénes son estos. Por qué me hacen esto. Quién me hace esto, grita y siente que la agarran pero ella pelea, intenta zafarse. Le oprimen los brazos.
Sueltenme. Esto es un sueño, estoy soñando y me tengo que despertar. Salvador, dónde estás. Salva. Salva, dónde estás.
Siente que se cae. Lo que la mantenía flotando, la deja caer. Siente que va estrellarse contra ella misma, en esa cama que cambia, con esos hombres que cambian y ríen y se le acelera el pulso y grita. Grita.
La sacuden. Y dicen su nombre. Abre los ojos con miedo. Tiene mucho miedo. Abre los ojos. Abre los ojos y lo mira. Ya no sueña.
Lo abraza.
No me lastimes. Juramelo. No me lastimes nunca más. Por favor, le dice.
El le acaricia la cabeza.
En el sueño, está acostada sobre el piso de un lugar que no conoce pero sabe que es de ella. Está descalza y con su atuendo de dormir, musculosa, pantalón piyama de hombre, como siempre. Es ella no cabe duda, aunque ríe. Se muere de risa. Se rie a los gritos. Una mano le hace cosquillas en la base del cuello, debajo de las costillas, en las plantas de los pies. Y no parece una sola mano. Parecen docenas de manos que la tocan y le hacen cosquillas al mismo tiempo.
Ella está con los ojos cerrados, se retuerce de la risa. Le duele el estómago de tanto reírse y la cara; las mandíbulas parecen que van a acalambrarse entre una carcajada y otra. Se queda sin aire de tanta risa y siente que aunque no la tocaran, aunque las manos se detuviesen, se seguiría riendo. Se recuesta sobre un costado. Una mano le acaricia la cabeza. Abre los ojos.
No sabés cómo te extraño, dice y mira a la Oma que no habla pero que pasa la mano, una y otra vez, por la cabeza de Muv.
En el sueño, se queda dormida. Y en el sueño, siente que le pasan un dedo por el perfil, de la frente al hueco de la base del cuello y ella dice "dejame, Salva, tengo sueño" pero el dedo sigue sin obedecer.
Abre los ojos. Abre los ojos en el sueño. El dedo que le acaricia el perfil no es el de Salvador. La cara dueña de la mano que tiene ese dedo que se mueve por su cara no es de Salvador. Es de otro, de uno, vos quién sos. Y cada vez que pestañea, la cara es la misma, y la pregunta se repite: vos quién sos. Quién sos.
Entonces se ve desde afuera, desdoblada. Se mira desde el techo. Sigue de costado pero ahora está en una cama, en dos, en tres camas diferentes. Las camas cambian pero ella está siempre en la misma posición: desnuda pero enroscada en la sábana, un brazo abajo de la almohada, en posición fetal, agarrando con el puño una esquina de la tela y apretándola contra el corazón.
Ellos cambian. Son tres que se repiten. Uno alto que fuma, uno bajo que duerme, uno que no puede identificar pero habla solo. Y cada tanto, algún otro cruza la habitación riendo. Riéndose de ella. Y los que ríen les contagian la risa a los que cambian en la cama y todos se ríen de ella.
¿Ese es Ramiro? ¿Ese es Lucio? Ese quién es, pregunta Muv y espera que alguien le conteste. Quiénes son estos. Por qué me hacen esto. Quién me hace esto, grita y siente que la agarran pero ella pelea, intenta zafarse. Le oprimen los brazos.
Sueltenme. Esto es un sueño, estoy soñando y me tengo que despertar. Salvador, dónde estás. Salva. Salva, dónde estás.
Siente que se cae. Lo que la mantenía flotando, la deja caer. Siente que va estrellarse contra ella misma, en esa cama que cambia, con esos hombres que cambian y ríen y se le acelera el pulso y grita. Grita.
La sacuden. Y dicen su nombre. Abre los ojos con miedo. Tiene mucho miedo. Abre los ojos. Abre los ojos y lo mira. Ya no sueña.
Lo abraza.
No me lastimes. Juramelo. No me lastimes nunca más. Por favor, le dice.
El le acaricia la cabeza.