lunes, septiembre 24, 2007

Tiempo

Eran cerca de las seis de la mañana y la despertó el sonido del teléfono llamando. Atendió asustada.
Hola puta. Yo sabía que, al final, te iba a encontrar, le dijo la voz de un hombre.
Quién habla, preguntó.
¿Marcela?
Equivocado, dijo y colgó el teléfono pero la voz, la entonación, la forma en que le dijeron cada una de las palabras de la primera frase, la angustió. Mucho. No pudo evitar ponerse a llorar.
Y lloró tanto y se sentía tan acongojada que Salvador se despertó sobresaltado.
Qué te pasó, Muv. Por qué estás así, le preguntó.
Pero Muv no podía hablar. Se sentó en la cama y se abrazó las piernas y lloró todo lo que no había llorado desde que Oma se murió.
Decime qué pasó. Me asustás, Muv, dijo Salvador.
Muv estiró un brazo y le acarició la cabeza y todo el tiempo, escuchó a su propia voz echarle en cara los años perdidos: las noches de sexo; las noches de sexo sin amor; las veces que iba a coger con alguno, porque le gustaba aunque fuera un poco; las veces que fue a coger sólo porque disfrutaba coger; el vacío del después, en el mejor de los casos; el insulto o el mal trato en el más común; las pésimas elecciones cada vez que elegía. La decepción de no encontrar, por lo menos por un rato, de jugando, un contacto amoroso para ella. Las caras de todos esos que, finalmente, no eran tantos pero a ella le parecían demasiados.
Mientras acariciaba a Salvador sintió culpa. Culpa por no haberlo visto antes, por haber disfrutado coger con otros, desde el primero hasta el último, sólo por esquivarle a la soledad; por las veces que supo que iba a salir lastimada o mal parada o descosida y con hilachas.
Por favor, decime por qué llorás así, exigió Salvador. Hablá.
Me hubiese gustado tanto que fueras el primero, Salva, dijo moqueando. Perdí tanto tiempo en tanta gente que no valió la pena. Y vos estabas ahí. Y no te ví. No te ví.
Quién llamó. Qué te dijeron.
Era equivocado. Pero no importa. Importa esto: yo cambiaría toda mi vida, toda, entera, si pudiese volver atrás y te eligiese a vos desde el principio.
Salvador se levantó. Fue y vino con un vaso de agua. Se sentó al costado de Muv. Le desató las manos de las rodillas, le secó las lágrimas. Le acercó el vaso, se lo sostuvo mientras tomaba apenas un sorbo.
Si no hubiese hecho todo tan mal, Salva; si no hubiese metido la pata, una vez detrás de otra y otra vez y otra vez, yo sería mejor. Sería mejor para vos. No sería esta especie de perro cagado a palos al que nadie quiso nunca. Perdí tanto tiempo.
Yo siempre te quise, dijo Salvador. Y ahora, no sólo te sigo queriendo, Muv. Te quiero más y mejor que antes. No llores. Todo eso ya pasó.
Salvador sacó un pañuelo de la caja, le hizo sonar la nariz.
No llores más, por favor. No llores más.
Dejame, Salva. Dejame llorar ahora, a ver si me saco todo esto de adentro. Más de veinte años desperdiciados. Qué desastre que soy.
La abrazó. Ella se aferró a su espalda como si quisiera meterse dentro de su cuerpo.
Acordate siempre, le dijo Muv al oído, cambiaría toda mi vida por volver el tiempo atrás.
Salvador la separó. La agarró de los hombros.
Mirame, le dijo. Ella lo miró. Mirame bien. Yo quiero ser el último. Y si tuviste que pasar por todo eso para ser la mujer que sos ahora, no me gustaría que cambies un solo día. No llores más.
Pero Muv - ay, Muv - siguió llorando por el tiempo perdido y pasado.