lunes, abril 23, 2007

Entender

Salvador entró a la habitación de Oma y se acercó a la cama.
Qué hacés todavía en la cama, Oma, dijo. Levantate, dale. Son las diez de la mañana.
Se sentó sobre una de las esquinas.
Estás bien, Oma, preguntó Salvador y estiró la mano para tocarle el brazo. Desde que tenía llave de la casa de Oma y entraba como si fuera dueño y señor, se había acostumbrado a pasar antes y después de ir a trabajar para hacerle compañía. Desayunaban y merendaban juntos. La mayoría del tiempo, Oma ya estaba levantada cuando llegaba. Pero había días en que no tenía ánimo de levantarse y ahí estaba Salvador, yendo y viniendo con bandejas con tazas y tostadas o galletitas.
Hoy parecía que era uno de esos días. Por más que Salvador le hablaba, no encontraba respuesta.
Tapada hasta la cabeza, era una especie de bollo en el medio de la cama.
Oma, me estás asustando. Contestame, dijo Salvador que no se animó a quitarle de encima la ropa de cama.
Estoy acá, nene, dijo la Oma apareciendo detrás suyo. Me levanté hace rato. Vamos a la cocina.
Salvador estuvo confundido durante un momento. Si Oma estaba levantada desde hacía rato entonces quién estaba en la cama.
Ni siquiera lo pensó. De un solo tirón destapó el bollo escondido en el centro de la cama y la vio.
Hola, dijo Muv con la cara colorada.
Salvador miró a Muv y después miró a Oma. Se paró de un salto, como si la cama estuviera electrificada. Dio un paso hacia atrás. Dos pasos más volviendo a mirar a Muv.
Sos increíble, le dijo con gesto serio. La verdad, sos increíble. ¿Vos sabías? le preguntó a Oma.
Oma negó con la cabeza.
Llegué esta mañana. Nadie sabe que estoy acá. Y no quiero que sepan.
Salvador retrocedió un paso más hasta quedar al lado de la puerta. Sentía ganas de zamarrear a Muv, de tirarle de los pelos, de sacudirla hasta que le dijese por qué se había ido, por qué tantos días sin una noticia, por qué tanto misterio en cada llamado si pensaba volver. Por qué el calvario de los últimos meses, por qué todo. Por qué todo esto.
Sos una pendeja de mierda, dijo Salvador. Volves lo más chota y decís "no quiero que nadie me vea" y te venís a esconder al primer lugar donde cualquiera te buscaría.
Los dejo solos, dijo Oma y después de empujar suavecito a Salvador hacia adentro del dormitorio, cerró la puerta.
Me da vergüenza, dijo Muv. Me da vergüenza lo que hice. Me doy vergüenza.
Hacés bien, dijo Salvador dándole la espalda.
Me asusté cuándo me dijiste que Oma no estaba bien. No pude quedarme allá. Tuve que venir.
Era lo que correspondía, respondió Salvador, girando lentamente sobre su pierna izquierda.
Sentate, Salva.
No tengo mucho tiempo, le respondió.
Sentate, por favor.
Salvador se sentó lo suficientemente lejos como para que Muv no pudiera tocarlo pero Muv se movió hasta quedar lo más cerca que pudo.
Apoyó la frente sobre el hombro de Salva.
No tendría que haberme ido, yo sé, dijo. Pero no sabía qué hacer acá. Tuve que ir tan lejos para descubrir que allá, tampoco sabía que hacer.
Salvador estaba callado, mirando el techo cuando Muv pasó la mano por el pelo.
No te queda mal así, le dijo.
Ajá, dijo Salvador. Qué pensás hacer. ¿Esconderte acá hasta que de a uno nos demos cuenta que volviste?
No sé. No tengo respuestas. No sé qué hacer. ¿Por qué siempre crees que yo sé lo que hago? No sé nada. No tengo nada planeado ni pensado. Lo único que sé es que quería estar acá.
Me tengo que ir, dijo Salvador. Ahora que volviste no va a hacer falta que venga a ver a Oma todos los días. Fijate que coma y que se levante. Cada tanto le da por quedarse en la cama. El jueves tiene que ir al médico.
Escuchar a Salvador hablando de Oma, de esa manera, hizo que Muv recordara por qué Salvador siempre fue Salvador para ella.
Salva, dijo Muv.
Qué.
Me abrazás, preguntó.
No. Me tengo que ir. Cuidá a tu abuela.
Salvador salió de la habitación. Pasó por la cocina a saludar a Oma.
No te enojes con ella, dijo Oma. No tiene idea de lo que hace. Nunca tuvo. Entendela.
Y a mí, Oma, preguntó Salvador, quién me entiende.
Cuando llegó a la vereda, se sentía agotado.
Cuándo terminará todo esto, se preguntó Salvador. Cuándo.