martes, abril 03, 2007

Whisky

El teléfono sonó una vez. Salvador miraba de a ratos el lavatorio lleno de pelos y su cara en el espejo.
¿Estará sonando de verdad? se preguntó. Desde que Muv se había ido, y después, desde que dejó el mensaje en el telefóno había corrido muchas veces para atender y caer en la cuenta de que, en realidad, nunca había sonado.
¿Estará sonando esta vez? ¿O seré yo de nuevo?
Abrió la canilla y se lavó la cara. El sonido del teléfono dejó de escucharse. Sólo se dio cuenta de que el teléfono en realidad había sonado cuando en el contestador se escuchó el tono de ocupado.
Corrió. Se sentó en el suelo justo donde estaba la base del aparato y espero.
Llamá de nuevo. Dale. Llamá de nuevo.
Pero no hubo caso. El teléfono no volvió a sonar.
Caminó hasta la cocina.
Por qué no me das un número para llamarte. Por qué, puta que te parió.
Revolvió en la parte de atrás de la alacena y encontró una botella de whisky, de esas que a fin de año, algún cliente del trabajo le regaló. Dio vuelta la tapa hasta escuchar el crac que libero el pico de la botella. Se sirvió medio vaso y lo tragó de golpe. No se quejó mientras el alcohol le bajaba por esófago.
Se llevó la botella y el vaso al sillón. Prendió el televisor. En uno de los canales de películas pasaban una porno soft. Se quedó mirando un rato a las mujeres desnudas que se tocaban con ademanes exagerados.
Bah, dijo dándole otro beso a la botella y volvió a mirar el teléfono. Soná, carajo, soná.
Pero siguió sin sonar.Y no sonó al tercer trago ni al último, cuando después de pasear por todos los canales, se encontró tirado en el piso escuchando una canción familiar.
Y no supo si era la borrachera o la voz del cantante o la mezcla de las dos cosas lo que le produjo ese nudo en la garganta.
No puedo más, dijo. No aguanto más.
Caminó en cuatro patas hasta el baño. Se abrazó al inodoro. El estómago se le dio vuelta.