viernes, abril 20, 2007

Sombra

Oma prendió el velador. Eran las cinco de la mañana. Alguien había abierto la puerta y estaba entrando.
Oma se persignó. Quién anda, gritó. Lamentó no haberse llevado el inalámbrico a la cama, como siempre le recomendaba su hijo. Tuvo miedo. Dios mío, pensó. Dios mío.
Se quedo quieta sentada en la cama, tocando el crucifijo que colgaba de su cuello. Empezó a rezar. Dios mío, dios mío.
Quién anda, volvió a gritar mientras comenzaba a transpirar y pensaba que ya no estaba en edad de vivir sola, que había que vender la casa, que para qué estar ahí, tan lejos de todos.
Hola, dijo Muv acercándose desde la puerta y Oma pegó un grito y empezó a llorar.
Ay, Dios mío, gritó Oma. Y mientras miraba no sabía si soltar el crucifijo, si destaparse, si salir de la cama o si taparse hasta la cabeza.
Muv tiró la mochila al piso y corrió a abrazarla.
Hola, Oma, hola. No te asustes, soy yo.
Ay, nena, qué hacés acá. Qué susto me diste, dijo Oma y empezó a llorar con ese llanto silencioso que tienen algunos viejos que solo se les nota en el tono de voz. Cuándo llegaste, qué hacés acá, qué te pasó.
Muv la abrazaba, o mejor, la apretaba contra su cuerpo sin dejarle distancia para mirarla. Le frótó la espalda con la palma de la mano mientras apoyaba su frente en la base del cuello de Oma. Le pareció que en los días que estuvo afuera, Oma se había achicado.
Ya, ya, dijo la Oma suavecito liberándose de Muv. Sabía que ibas a volver, se lo dije a Salvador.
Muv se sacó las zapatillas. Cambió de lugar, recostándose al lado de Oma.
Tengo sueño, le dijo y Oma apagó la luz.
Le avisaste a tu papá que llegabas hoy? quiso saber Oma mientras se acomodaba en la cama.
No, dijo Muv.
Metete adentro de la cama, le ordenó. Mañana sin falta, le avisas.
Por ahora, no quiero que sepan que volví.
Ay, Muv, no empecés con las gansadas.
Muv se sacó el pantalón del joggin. Se metió debajo de las sábanas.
Dormí tranquila, Oma. Me voy a quedar un tiempo con vos.
Se quedaron calladas. A Muv le pareció que Oma respiraba raro. Le tocó la cara para saber si lloraba pero no. Apoyó su mano en el brazo de Oma y después de un rato, se quedó dormida.
Oma se quedó dormida con la mano en el crucifijo.