miércoles, abril 04, 2007

Placebo

Se encontraron en un bar. Solos porque Salvador necesitaba hablar con alguien y con Leni no tenía posibilidad. Lo acusaba de traidor, de meter la pata, de echar todo a perder.
A lo mejor, por eso recurrió a Pedro y a su lógica animal. Supuso que quizás, si exponía con esmero todo lo que le pasaba, encontraría un poco de alivio. De contención. Pero no.
Lo que tenés que hacer es buscarte una minita para entretenerte, dijo Pedro el día siguiente a la borrachera de Salvador. Una que no joda mucho, de esas que la van de liberadas, viste. Hay unas cuantas así. Yo tengo algunos contactos que te puedo pasar, si te interesa.
Salvador se masajeaba el abdomen despatarrado en el silla. No había comido en todo el día y a esa altura de la tarde, suponía que no volvería a comer en lo que le restase de vida.
Para qué quiero otra mina si la que quiero que esté conmigo se fue a la mierda, le dijo a Pedro.
Justamente: para ponerla, boludear, tener a alguien a quién llamar por telefono o ir al cine, mientras Muv define que quiere con su vida. Total, vos tenés claro a quién queres. No te vas a enganchar con la minita. Y si le decís de una cómo son las cosas, la mina no tiene porque crearse falsas expectativas. No te parece?
Pedro pelaba maníes y tomaba cerverza. Salvador vaciaba uno detrás de otro, vasos y vasos de agua.
Buscate una mina placebo. Agarrá a cualquier boluda que pase, que te guste un poco, invitala a salir, cogetela. Es la clave para salir de las crisis.
Pff. Qué placebo, dijo Salvador.
Eso, boludo. Un placebo, dijo Pedro sonriendo de costado, capaz te das cuenta que el placebo te gusta más y te olvidás de Muv. Es un negocio redondo.
Salvador lo miró. Se pasó la mano por la cabeza y frunció el entrecejo. Asomó los dientes de arriba y los apoyó sobre el labio interior al tiempo que movía la cabeza hacia atrás rápidamente.
Decís gansadas, le dijo.
No digo gansadas, boludo, dijo Pedro. Yo ya me asenté pero cuando estuve solo, bueno, si tuve que recurrir a un placebo, recurrí. No me digas que vos nunca tuviste una minita placebo.
No, dijo Salvador.
Bueno, conseguite una.
Ajá. Tu hermana, por ejemplo.
Podría ser, dijo Pedro. Es su vida. Qué voy a opinar. Buscate un placebo, Salva. Y cortala con el bajón. Viste como son las minas. En cuanto la otra se entere que vos tenes algo acá, se le termina el delirio europeo.
Pedro lo miraba fijo. Salvador negaba con la cabeza.
Y bueh, loco, si se entera y le da el ataque de no volver, que no vuelva. Pero vos hacé tu vida, le dijo. No podés estar en pausa hasta que Muv vuelva. Después de todo, la que decidió irse fue ella. Nadie la echó.
Salvador respiró hondo. Terminó de tomar el último vaso de agua.
Qué fácil se soluciona la vida de los demás, no?, le dijo a Pedro.
Dejá de mariconear, Salvador. Si Muv encuentra un tipo que le guste, vos crees que va a pensar que estás acá? No la critico. Cualquiera en su lugar haría lo mismo. Yo no te quiero meter fichas, pero, es posible que ya haya conocido a alguien. Si vos te lo bancás, allá vos. Yo no me lo bancaría.
Salvador hizo un silencio. Metió la mano adentro del bolsillo del pantalón, y dejó plata sobre la mesa.
Boludo, pensó Salvador mientras le palmeaba la espalda, cada vez que hablo con vos, me acuerdo por qué mi mejor amiga era mujer.
Haceme caso, dijo Pedro a modo de despedida. Buscate un placebo. Eso te va a curar todo y si no te lo cura, por lo menos te distraés un rato.
No me quiero distraer, dijo Salvador caminando hacia la puerta.
Que solo que me dejaste, Muv. La puta que te parió, fue lo que pensó Salvador mientras caminaba hacia su casa.