jueves, abril 19, 2007

Mate

Está tarada, dijo Leni. Para qué te llama a vos si tiene que hablarle a la abuela. Está tarada. Se estará drogando mucho?
Salvador tomaba mate y movía la cabeza. Levantó el pómulo izquierdo y entrecerró un ojo balanceando la cabeza de un lado a otro, dudando.
No se dignó a llamarme nunca. No sé si estará enojada, si creera que tuve algo que ver con tu mocazo, siguió protestando Leni, pero en cuánto me llame, ya va a ver. A esta mina hay que decirle las cosas sin anestesia. Todo el mundo la trata como si fuera un bebé. Qué tanta paciencia, loco. Es una mina grande. Al final, a qué se fue. A tirar guita, a eso. Ya me va a escuchar.
Salvador volvió a servir agua en el mate. Con parsimonia, acercaba la bombilla a la boca y chupaba una vez, dos veces y miraba la mesa mientras oía la voz de Leni.
Y a vos qué te pasa, se puede saber. Estás sentado ahí, como el que escucha llover. No tenés sangre en las venas. Son tal para cual.
Salvador levantó la cabeza.
Me tiene podrido, dijo.
Quién, preguntó Leni.
Muv. Quién va a ser. Me tiene podrido.
Leni cruzó las manos y escuchó atentamente.
Me cansé de echarme la culpa, dijo Salvador con un tono de voz grave y pausado. Me cansé de extrañarla y me parece que me cansé de esperar.
Tenés otra mina, dijo Leni.
Nada que ver. Estoy solo. Y me quiero quedar así. Un tiempo, al menos. Hasta que vuelva a ser yo, el boludo de Salvador que siempre se está riendo.
Leni le sacó el mate de la mano. Esta vez, sirvió ella.
Yo no los entiendo, le dijo. Cuando ella no te registraba, vos eras su sombra. Cuando por fin te empezó a registrar, le metiste los cuernos. Se avivó. Te dejó. Quisiste hablar para arreglar las cosas. Se fue. Estuviste hecho un trapo mojado hasta que te llamó. Ahora que te llama esporádicamente, te pudriste. Por qué no se dejan de joder. Las cosas son mucho más sencillas, Salvador.
Le metí los cuernos. Sí, le metí los cuernos. Flor de cagada. Pero ella no se portó mucho mejor que yo, eh. Ella no me cagó, pero como predije desde el primer día, a la primera de cambio, se rajó.
Y qué iba a hacer, nabo, dijo Leni.
No sé. Quedarse, por ejemplo. Pero yo me mando un "mocazo" como decís vos y ella la embarra peor que yo. Y acá estamos.
Y sí. Son tal para cual, qué digo.
Se quedaron en silencio. El mate pasaba de mano en mano. El agua dejaba de hacer espuma y los palos de la yerba empezaban a aparecer en la superficie.
Sabés que es lo peor, dijo Leni.
Que te va a llamar y te va a decir que te extraña y que le gustaría que estuvieras con ella, dijo Salvador. Y no le vas a poder decir una palabra.
No. Lo peor es que vos la querés y si vuelve, todo lo que dijiste te lo vas a guardar en el bolsillo, contestó Leni.
Quién sabe, dijo Salvador. No sé si piensa en volver. Y yo... yo no sé qué voy a hacer.
El termo había quedado vacío. Leni se paró decidida a recargarlo y de paso, cambiar la yerba del mate. Cuando pasó junto a Salvador, le dió dos golpecitos en la cabeza.
Ya veremos, le dijo hablando con ternura. Ya veremos.
Repentinamente, Salvador se sintió un poco mejor.