Pendejo, feliz cumpleaños, dijo Salvador por teléfono, de celular a celular.
Salva! Llamaste! Gracias! dijo el pendejo emocionado.
Qué tal va ese cumpleaños.
Una mierda. Mimadre está en el shopping y tupadre tenía un revoleo esta noche, así que, pasaré el cumpleaños como si fuera cualquier día.
Y tu novia?
Ya se fue al sur. Si junto unos mangos, la veo a mitad de enero pero no sé si llego. Y Muv?
Ah, mirá vos, también está en el sur. La mandaron de la revista, vuelve el jueves.
Ah, dijo el pendejo. Qué buena mina. Yo sabía que iban a terminar juntos.
Entonces, hoy no festejas?
Y no. Con quién.
Venite a casa, dijo Salvador. Yo llego a las seis y media del laburo. Pedimos una pizza, tomamos algo. Nunca festejamos un cumpleaños los dos juntos.
Dale. Gracias, Salva.
De nada, pendejo. Venite, dale. Te espero tipo ocho, así tenés tiempo para hacer tus cosas.
Pero puedo antes, eh. Te paso a buscar por el laburo, si querés. Decime. Si querés voy,eh. Si querés podemos ir a cenar afuera. Yo te invito, dale.
No, Jero. Nos vemos en casa a las ocho. Te espero.
Uh. Bueno, dale. A las ocho, estoy ahí. Gracias, Salva.
Nada. Abrazo. Después nos vemos.
Salvador colgó y cuando salió de trabajar, pasó por un negocio y compró una remera. Pensó en tupadre y lo puteó bajito. Un tipo que tiene hijos pero no sabe ser padre no debería tener hijos, dijo pero en el viaje, mientras pensaba en padres e hijos, lo disculpó un poco. Él no estaba seguro de saber exactamente qué clase de padre sería. De lo único que estaba seguro es que nunca, nunca en toda la putísima vida, sería como tupadre. Regando hijos por ahí. Lastimando mujeres. Nunca. Nunca como tupadre. Promesa.
Ocho menos cuarto, el timbre sonó dos veces. Salvador abrió la puerta y el pendejo, largo y con el pelo lacio, más blanco y más flaco, lo abrazó fuerte. Y los anteojos de marco grueso.
Qué ganas de verte que tenía, le dijo mientras Salvador le palmeaba la espalda.
Feliz cumpleaños, pendejo. Estás más alto que yo, la puta que te parió.
Jerónimo se rió fuerte y no dejó de abrazarlo hasta que llegaron al comedor.
Tomá, che. Feliz cumpleaños. Veintitrés, no?
Veintitrés, si.
Salvador pensó en que hacía más de veinte años que estaba sin tupadre en su vida. Y en lo poco que veía a Jerónimo y no porque no lo quisiera, sino porque le daba pena, a veces, verlo tan solo, tan abandonado.
Jerónimo se acomodó los anteojos y abrió la bolsa. Una chomba rayada.
Buenísima. Me encanta. Muchas gracias. Qué linda la casa. Hiciste todo vos?
Un poco, sí. Birra?
Claro, dijo Jerónimo y no se le iba la sonrisa de la cara. Hermosa, la casa. Qué lástima que no está Muv.
Sí, bueno... vuelve el jueves.
Gracias, Salva, dijo Jerónimo.
Zafá, pendejo. Cuántas veces me vas a agradecer?
Por invitarme, por el regalo. Gracias. No pensé que te iba a ver hoy.
Salvador lo miró y se reconoció en algunos gestos, en la forma de los ojos, en el timbre de la voz. Reconoció a su hermano y aunque lo veía demasiado alto en comparación a la última vez que lo había visto, todavía le parecía el nenito de cuatro años que se le colgó de la mano, cuando tupadre los presentó, porque Jerónimo no paraba de pedir Salvador. En ese momento, Salvador tenía catorce años y le dio bronca ver a tupadre con ese nenito. Medio año más tarde, después de una pelea con Isabel, Salvador se agarró a trompadas con tupadre y no volvieron a hablarse. Nunca más.
Y yo le doy tan poca bola, pensó Salvador mientras Jerónimo hablaba sin parar y se le notaba en la mirada y en los gestos que Salvador aparecía frente a él como una especie de campeón de no se sabe muy bien qué. Adoración de hermano menor a la que Salvador siempre le escapó hasta este día, en dónde se dio cuenta de que el único que no terminaba de creer que tenía un hermano menor que lo adoraba, era él.
Por tu casa todo bien, preguntó Salvador en el momento en que Jerónimo se llevó el vaso a la boca y dejó de hablar.
Jerónimo tragó rápido.
En mi casa como siempre. Me mudo pronto solo, por suerte. Mi vieja está insoportable y esto de pasar tres días con uno y cuatro con el otro, siempre me hinchó las bolas. Ahora voy a estar mejor.
Todavía vas tres días a lo de tupadre?
Sí. Pero casi nunca me quedo porque siempre tiene alguna mina, viste cómo es. De los tres días, debo estar uno, nomás. El resto me quedo en lo de mi novia pero cuando llegan las vacaciones, no sé donde quedarme. Capaz me quedo en lo de mi amigo. Taco, vos lo conocés, no sé si te acordás.
Te podés quedar acá, si querés.
Jó. Acá. No. Pobre Muv.
Bueno, no digo a vivir, pero te podés quedar acá si tupadre tiene que coger con alguna mina y si no te toca quedarte en lo de tu vieja.
En serio, preguntó Jerónimo.
Y sí. Con quién te tocaba hoy?
Y... con tupadre. Pero ni se acordó. Mi vieja, sí pero ella ya tenía todo organizado, porque no me tocaba quedarme en su casa.
Uff. Bueno, no importa. Pidamos la pizza.
Comieron la pizza viendo una película y después de comer, levantaron los platos y tiraron la caja y las servilletas a la basura. Jerónimo lavó los platos, Salvador los secó y guardó.
Salva, dijo Jerónimo cuando terminó de lavar los platos.
Qué.
A vos te jode si yo vengo más seguido a verte?
No. Pero avisá antes, asi no venís al pedo.
Sí, yo te llamo. Pero a vos te gustaría que nos viéramos más seguido?
Sí, no tengo drama. Yo me cuelgo para llamar y no quiero hablar con tupadre.
Pero yo no soy tupadre, dijo Jerónimo y sonrió.
Ya sé, boludo, le dijo Salvador y le pegó una trompada en el brazo.
A mi me gustaría verte más seguido.
Pero sí, pendejo. Vení cuando quieras. Nos vamos a ver más seguido. Te lo prometo.
Se quedaron tirados en el sillón y siguieron tomando cerveza. Jerónimo se quedó dormido. Salvador le desató los cordones de las zapatillas y lo miró dormir un rato y sintió, como siempre, que ese pibe largo y con anteojos, todavía tenía cuatro años. Apagó a la luz. Llamó a Muv por teléfono desde el dormitorio. Cuando Muv escuchó que Jerónimo estaba dormido en el sillón pegó un grito de alegría.
Por fin, Salva, por fin. Por fin, aceptaste a tu hermano.
A Salvador le pareció que por primera vez en toda su vida, recién estaba empezando a hacer las cosas bien.
Salva! Llamaste! Gracias! dijo el pendejo emocionado.
Qué tal va ese cumpleaños.
Una mierda. Mimadre está en el shopping y tupadre tenía un revoleo esta noche, así que, pasaré el cumpleaños como si fuera cualquier día.
Y tu novia?
Ya se fue al sur. Si junto unos mangos, la veo a mitad de enero pero no sé si llego. Y Muv?
Ah, mirá vos, también está en el sur. La mandaron de la revista, vuelve el jueves.
Ah, dijo el pendejo. Qué buena mina. Yo sabía que iban a terminar juntos.
Entonces, hoy no festejas?
Y no. Con quién.
Venite a casa, dijo Salvador. Yo llego a las seis y media del laburo. Pedimos una pizza, tomamos algo. Nunca festejamos un cumpleaños los dos juntos.
Dale. Gracias, Salva.
De nada, pendejo. Venite, dale. Te espero tipo ocho, así tenés tiempo para hacer tus cosas.
Pero puedo antes, eh. Te paso a buscar por el laburo, si querés. Decime. Si querés voy,eh. Si querés podemos ir a cenar afuera. Yo te invito, dale.
No, Jero. Nos vemos en casa a las ocho. Te espero.
Uh. Bueno, dale. A las ocho, estoy ahí. Gracias, Salva.
Nada. Abrazo. Después nos vemos.
Salvador colgó y cuando salió de trabajar, pasó por un negocio y compró una remera. Pensó en tupadre y lo puteó bajito. Un tipo que tiene hijos pero no sabe ser padre no debería tener hijos, dijo pero en el viaje, mientras pensaba en padres e hijos, lo disculpó un poco. Él no estaba seguro de saber exactamente qué clase de padre sería. De lo único que estaba seguro es que nunca, nunca en toda la putísima vida, sería como tupadre. Regando hijos por ahí. Lastimando mujeres. Nunca. Nunca como tupadre. Promesa.
Ocho menos cuarto, el timbre sonó dos veces. Salvador abrió la puerta y el pendejo, largo y con el pelo lacio, más blanco y más flaco, lo abrazó fuerte. Y los anteojos de marco grueso.
Qué ganas de verte que tenía, le dijo mientras Salvador le palmeaba la espalda.
Feliz cumpleaños, pendejo. Estás más alto que yo, la puta que te parió.
Jerónimo se rió fuerte y no dejó de abrazarlo hasta que llegaron al comedor.
Tomá, che. Feliz cumpleaños. Veintitrés, no?
Veintitrés, si.
Salvador pensó en que hacía más de veinte años que estaba sin tupadre en su vida. Y en lo poco que veía a Jerónimo y no porque no lo quisiera, sino porque le daba pena, a veces, verlo tan solo, tan abandonado.
Jerónimo se acomodó los anteojos y abrió la bolsa. Una chomba rayada.
Buenísima. Me encanta. Muchas gracias. Qué linda la casa. Hiciste todo vos?
Un poco, sí. Birra?
Claro, dijo Jerónimo y no se le iba la sonrisa de la cara. Hermosa, la casa. Qué lástima que no está Muv.
Sí, bueno... vuelve el jueves.
Gracias, Salva, dijo Jerónimo.
Zafá, pendejo. Cuántas veces me vas a agradecer?
Por invitarme, por el regalo. Gracias. No pensé que te iba a ver hoy.
Salvador lo miró y se reconoció en algunos gestos, en la forma de los ojos, en el timbre de la voz. Reconoció a su hermano y aunque lo veía demasiado alto en comparación a la última vez que lo había visto, todavía le parecía el nenito de cuatro años que se le colgó de la mano, cuando tupadre los presentó, porque Jerónimo no paraba de pedir Salvador. En ese momento, Salvador tenía catorce años y le dio bronca ver a tupadre con ese nenito. Medio año más tarde, después de una pelea con Isabel, Salvador se agarró a trompadas con tupadre y no volvieron a hablarse. Nunca más.
Y yo le doy tan poca bola, pensó Salvador mientras Jerónimo hablaba sin parar y se le notaba en la mirada y en los gestos que Salvador aparecía frente a él como una especie de campeón de no se sabe muy bien qué. Adoración de hermano menor a la que Salvador siempre le escapó hasta este día, en dónde se dio cuenta de que el único que no terminaba de creer que tenía un hermano menor que lo adoraba, era él.
Por tu casa todo bien, preguntó Salvador en el momento en que Jerónimo se llevó el vaso a la boca y dejó de hablar.
Jerónimo tragó rápido.
En mi casa como siempre. Me mudo pronto solo, por suerte. Mi vieja está insoportable y esto de pasar tres días con uno y cuatro con el otro, siempre me hinchó las bolas. Ahora voy a estar mejor.
Todavía vas tres días a lo de tupadre?
Sí. Pero casi nunca me quedo porque siempre tiene alguna mina, viste cómo es. De los tres días, debo estar uno, nomás. El resto me quedo en lo de mi novia pero cuando llegan las vacaciones, no sé donde quedarme. Capaz me quedo en lo de mi amigo. Taco, vos lo conocés, no sé si te acordás.
Te podés quedar acá, si querés.
Jó. Acá. No. Pobre Muv.
Bueno, no digo a vivir, pero te podés quedar acá si tupadre tiene que coger con alguna mina y si no te toca quedarte en lo de tu vieja.
En serio, preguntó Jerónimo.
Y sí. Con quién te tocaba hoy?
Y... con tupadre. Pero ni se acordó. Mi vieja, sí pero ella ya tenía todo organizado, porque no me tocaba quedarme en su casa.
Uff. Bueno, no importa. Pidamos la pizza.
Comieron la pizza viendo una película y después de comer, levantaron los platos y tiraron la caja y las servilletas a la basura. Jerónimo lavó los platos, Salvador los secó y guardó.
Salva, dijo Jerónimo cuando terminó de lavar los platos.
Qué.
A vos te jode si yo vengo más seguido a verte?
No. Pero avisá antes, asi no venís al pedo.
Sí, yo te llamo. Pero a vos te gustaría que nos viéramos más seguido?
Sí, no tengo drama. Yo me cuelgo para llamar y no quiero hablar con tupadre.
Pero yo no soy tupadre, dijo Jerónimo y sonrió.
Ya sé, boludo, le dijo Salvador y le pegó una trompada en el brazo.
A mi me gustaría verte más seguido.
Pero sí, pendejo. Vení cuando quieras. Nos vamos a ver más seguido. Te lo prometo.
Se quedaron tirados en el sillón y siguieron tomando cerveza. Jerónimo se quedó dormido. Salvador le desató los cordones de las zapatillas y lo miró dormir un rato y sintió, como siempre, que ese pibe largo y con anteojos, todavía tenía cuatro años. Apagó a la luz. Llamó a Muv por teléfono desde el dormitorio. Cuando Muv escuchó que Jerónimo estaba dormido en el sillón pegó un grito de alegría.
Por fin, Salva, por fin. Por fin, aceptaste a tu hermano.
A Salvador le pareció que por primera vez en toda su vida, recién estaba empezando a hacer las cosas bien.