Mamá estuvo revisando los análisis y todo pareció dentro de los límites aceptables. Papá fumó en la galería hasta que lo llamaron a la mesa. Isabel ayudó en la cocina. Emilia se quedó tirada en el sillón mientras Jerónimo pasaba de canal en canal.
Muv y Salvador preparaban las fuentes. Todo frío. El calor suicidaba moscas y nadie se animaba a prender una sola hornalla.
Cuando la comida estaba servida, cuando todos se sentaron a la mesa, cuando el plato vacío que tenía delante la foto de la Oma seguía vacío, Salvador golpeó la copa con el tenedor.
Tengo que decir unas palabras y ustedes ya saben que no soy muy bueno hablando, dijo.
Mamá, papá e Isabel miraron a Salvador con desconfianza. Qué irá a decir este, pensaron los tres.
Muv también golpeó la copa con el tenedor.
Momento. Yo también tengo algo para decir.
Lo voy a decir yo, dijo Salvador.
Y vos por qué, dijo Muv.
Porque soy el hombre de la casa.
Por ahora, dijo Muv.
Soy el hombre de la casa.
Dale, Salva, dijo Jero. Qué pasa.
Las voces de los demás se plegaron a la pregunta de Jerónimo. "Hablá si vas a hablar", dijo Isabel. "Dale, nene", dijo Emilia; "este pibe" dijo papá; "dejenlo hablar", dijo mamá.
Bueno, dijo Salvador, tenemos que darles una noticia.
Se casan, dijo papá.
Ay, pá, dijo Muv, no. Qué nos vamos a casar. Ya estamos casados.
Cuestión de criterios, dijo papá
El señorito será muy el hombre de la casa pero la que está embarazada soy yo, dijo Muv.
Se hizo un silencio.
Chota, le dijo Salvador.
Muv le sacó la lengua.
El primero en pararse fue papá y sorpresivamente, abrazó a Salvador.
Mamá e Isabel se agarraron las manos.
Un sobrino, la puta que lo parió, vamos! dijo Jerónimo y empezó a saltar: "Ten-go-un-so-bri-no-la-pu-ta-que-lo-pa-rió; ten-go-un-so-bri-no-la-pu-ta-que-lo-pa-rió" con ritmo de cancha. Emilia se sumó al cantito.
Y todos se abrazaron y las madres lloraron y los padres se palmearon. Los hermanos se abrazaron. Los nuevos padres se besaron y todos aplaudieron.
El plato de la Oma siguió vacío pero nadie se atrevió a pensar que no andaba por ahí, con ellos, participando del festejo.
Al fin, hijita, dijo mamá. Por fin vas a encaminar tu vida.
Sí, dijo Isabel, aprovechá a dormir porque una vez que nazca, no dormís más.
Cierto, dijo mamá.
Y Muv que estaba tan contenta como no había estado nunca le dió un beso con ruido a su mamá y delante de todos se animó a declarársele.
Vos no sabés cómo te quiero, má, dijo Muv y se le quebró la voz, porque en esa declaración había mucho de "no sabés como te necesito".
Jerónimo y Emilia seguían cantando y saltaban.
Bailemos, dijo Muv.
Qué milonguera me saliste, dijo papá.
La comida no se enfría, dijo Muv.
Y no, dijo Salvador. Bailemos.
Emilia fue la que puso música.
No sé por qué, pero este tema siempre me hace acordar a vos, le contó.
Jé, dijo Muv cuando escuchó los primeros acordes y le hizo subir el volumen.
Bailaron todos, papá con Muv; mamá con Salvador, Isabel con Jerónimo que no paraba de saltar y Emilia que se colaba, por turnos, en cada pareja. Estaban todos tan contentos. Y por primera vez, en muchos años, Navidad fue una fiesta. Y fue algo parecido a la felicidad.
Muv y Salvador preparaban las fuentes. Todo frío. El calor suicidaba moscas y nadie se animaba a prender una sola hornalla.
Cuando la comida estaba servida, cuando todos se sentaron a la mesa, cuando el plato vacío que tenía delante la foto de la Oma seguía vacío, Salvador golpeó la copa con el tenedor.
Tengo que decir unas palabras y ustedes ya saben que no soy muy bueno hablando, dijo.
Mamá, papá e Isabel miraron a Salvador con desconfianza. Qué irá a decir este, pensaron los tres.
Muv también golpeó la copa con el tenedor.
Momento. Yo también tengo algo para decir.
Lo voy a decir yo, dijo Salvador.
Y vos por qué, dijo Muv.
Porque soy el hombre de la casa.
Por ahora, dijo Muv.
Soy el hombre de la casa.
Dale, Salva, dijo Jero. Qué pasa.
Las voces de los demás se plegaron a la pregunta de Jerónimo. "Hablá si vas a hablar", dijo Isabel. "Dale, nene", dijo Emilia; "este pibe" dijo papá; "dejenlo hablar", dijo mamá.
Bueno, dijo Salvador, tenemos que darles una noticia.
Se casan, dijo papá.
Ay, pá, dijo Muv, no. Qué nos vamos a casar. Ya estamos casados.
Cuestión de criterios, dijo papá
El señorito será muy el hombre de la casa pero la que está embarazada soy yo, dijo Muv.
Se hizo un silencio.
Chota, le dijo Salvador.
Muv le sacó la lengua.
El primero en pararse fue papá y sorpresivamente, abrazó a Salvador.
Mamá e Isabel se agarraron las manos.
Un sobrino, la puta que lo parió, vamos! dijo Jerónimo y empezó a saltar: "Ten-go-un-so-bri-no-la-pu-ta-que-lo-pa-rió; ten-go-un-so-bri-no-la-pu-ta-que-lo-pa-rió" con ritmo de cancha. Emilia se sumó al cantito.
Y todos se abrazaron y las madres lloraron y los padres se palmearon. Los hermanos se abrazaron. Los nuevos padres se besaron y todos aplaudieron.
El plato de la Oma siguió vacío pero nadie se atrevió a pensar que no andaba por ahí, con ellos, participando del festejo.
Al fin, hijita, dijo mamá. Por fin vas a encaminar tu vida.
Sí, dijo Isabel, aprovechá a dormir porque una vez que nazca, no dormís más.
Cierto, dijo mamá.
Y Muv que estaba tan contenta como no había estado nunca le dió un beso con ruido a su mamá y delante de todos se animó a declarársele.
Vos no sabés cómo te quiero, má, dijo Muv y se le quebró la voz, porque en esa declaración había mucho de "no sabés como te necesito".
Jerónimo y Emilia seguían cantando y saltaban.
Bailemos, dijo Muv.
Qué milonguera me saliste, dijo papá.
La comida no se enfría, dijo Muv.
Y no, dijo Salvador. Bailemos.
Emilia fue la que puso música.
No sé por qué, pero este tema siempre me hace acordar a vos, le contó.
Jé, dijo Muv cuando escuchó los primeros acordes y le hizo subir el volumen.
Bailaron todos, papá con Muv; mamá con Salvador, Isabel con Jerónimo que no paraba de saltar y Emilia que se colaba, por turnos, en cada pareja. Estaban todos tan contentos. Y por primera vez, en muchos años, Navidad fue una fiesta. Y fue algo parecido a la felicidad.