domingo, diciembre 30, 2007

Poroto

Se bajó del avión atropellando a medio mundo. Fue la segunda en asomarse por la puerta de los vuelos arribados y movió la cabeza buscando la cara de Salvador, mientras Joaquín la seguía apurando el paso.
Tené, le dijo a Joaquín cuando vio la cabeza de Salvador entre la gente y le tiró la mochila encima. Salió corriendo y se le trepo. Antes de llegar, dio un salto y le cayó encima con piernas y brazos.
Salvador mantuvo la verticalidad a pesar del envión de Muv que lo abrazaba con piernas y brazos y le decía que por fin, por fin, había vuelto a casa.
Vamos a tener un bebé. Vamos a tener un bebé, Salvador.
Salvador la miró sin entender. Pestañó dos veces, tres, como si Muv le hablara en japonés, como si no entiendiera lo que le decía. Sorprendido, atontado, confundido.
Eh? Uh. Ah!, dijo Salvador y la cara le fue cambiando a medida que iba entendiendo mientras veía como Joaquín se paraba a un metro de ellos y sostenía la mochila de Muv, mirando hacia la calle.
Vas a ser padre, Salva. Estás contento? Yo reviento de la alegría. No veía la hora de venirme a casa.
Tus análisis están todos bien, dijo Salvador, todavía sorprendido.
Obvio, dijo Muv, mirá si van a estar mal justo ahora. Vamos a tener un bebé. Un hijito. Nosotros dos. Todo nuestro. Tuyo y mío. No estás contento.
Estoy... tarado, dijo Salvador.
Muv se bajó del cuerpo de Salvador y caminó hasta Joaquín.
Gracias, che, le dijo. Le sacó la mochila del hombro, le dio un beso y le palmeó la espalda. Y se olvidó completamente de él, cuando dio la vuelta y caminó hasta Salvador para agarrarlo de la mano.
Salvador miró a Joaquín y lo saludó de lejos con la mano. Joaquín movió la cabeza como saludo y desapareció hacia la calle.
No te quería decir por teléfono. No quería decirte ni una sola palabra por teléfono porque te quería ver la cara pero ahora que te veo la cara, no sé si no hubiese sido mejor decírtelo por teléfono para que me prepararas una suelta de globos de bienvenida, dijo Muv.
Bueno, y qué querés. Yo esperaba una caja de chocolates. Un buzo, como mucho. Mirá que souvenir me traes. Un bebé.
Se lo dijo sonriendo mientras le apretaba fuerte la mano y le sacaba la mochila y se la colgaba en la espalda.
No me voy nunca más a ningún lado, dijo Muv. Qué embole ese pibe. Seguidor como perro chico. Un idiota.
Se hizo el pelotudo?
Nah. Qué se va a hacer. Es. Pero qué me importa. Tengo ganas de saltar, dijo Muv y empezó a saltar por el pasillo del aeroparque.
Quedate quieta, a ver si se te cae la criatura, dijo Salvador.
El poroto. Nuestro poroto.
Qué bueno soy pidiendo autógrafos, eh, dijo Salvador y levantó una ceja.
Qué buena que soy firmándolos, dijo Muv que saltaba alrededor de Salvador como si fuera Bambi.
Bueno, bueno, quietita. Ahora que vas a ser madre, hay que cuidarte más.
Ah, no. No me empieces a romper las pelotas. Me vine corriendo del sur para bailar con vos toda la noche. No estoy enferma. Estoy em-ba-ra-za-da, dijo Muv y miró a una mujer que le pasaba por al lado. Estoy embarazada, señora, feliciteme.
Te felicito, dijo la mujer.
Gracias. Sabe qué? Me lo merezco. No sabe cómo me merezco estar embarazada, dijo Muv.
Salvador se empezó a reír como se rió siempre, como se reía antes, cuando era el mejor amigo de Muv, como ahora, que iba a ser padre del primer hijo de Muv.
Cuando se enteren los abuelos, dijo la mujer, mientras caminaba, despidiéndose.
En Navidad, no, preguntó Salvador.
Obvio, dijo Muv. Mañana mismo salimos a comprar regalos para Poroto.
Dejá de decirle así, pobre criatura.
Y cómo querés que le diga. Embrión querido de mi alma es una porquería de apodo.
No, no sé. Bebé, decile.
Pero si todavía no es un bebé, es un Poroto. No me discutas a mí que soy la madre.
No le digas Poroto a mi hijo, dijo Salvador.
Así fueron todo el camino. Que Poroto, sí; que Poroto, no. Que mi hijo; que es el mío. Pero cuando llegaron a casa, se pusieron a saltar. No había nada que exorcizar esta vez. Estaban celebrando con la música a todo lo que da.