miércoles, diciembre 05, 2007

Micro

Empezó adentro del remise que fue a buscarlos para llevarlos a la terminal.
Y si nos quedamos? Nos quedamos a vivir acá. Terminamos con todo y nos quedamos acá que tenemos el mar cerca, algo vamos a poder hacer, ni hace falta que volvamos a Buenos Aires. Ponemos un kiosco, un almacen, no sé. Algo se nos va a ocurrir. Pero, por qué no nos quedamos. Qué perdemos? La guita del pasaje? No es tanto, decía Muv mientras Salvador miraba por la ventanilla.
Mientras bajaba los bolsos y le pagaba al chofer, Muv seguía: podemos poner una casa para té. Tengo todas las recetas de la Oma. Nos ajustamos todo lo posible y juntamos en la temporada. Con eso vivimos todo el invierno.
Salvador caminaba con un bolso en cada mano, mientras Muv seguía proponiendo ideas, una detrás de otra, desde alquilar bicicletas a dedicarse a la jardinería, ser caseros de unas cabañas, cualquier cosa con tal de no volver.
Muv, me quiero volver a casa. Punto.
Y pero no te parece que acá viviríamos mejor?
No, no me parece.
Y por qué?
Porque acá no tengo casa, ni lugar dónde trabajar y los trabajos que hay, no los sé hacer. Porque todos nuestros amigos, nuestra familia están en Buenos Aires y porque yo no me quiero escapar.
No me estoy escapando, dijo Muv y se quedó dos pasos más atrás. Salvador se dio vuelta.
Claro que te estás escapando. Nosotros tenemos que volver a Buenos Aires, tenemos que ir a buscar tus análisis y vos tenés que ir al médico. Cómo se te ocurre que nos vamos a quedar acá, de un día para el otro? Y la casa que tenemos? La vida que tenemos allá? La vamos a dejar, así, tirada para escondernos acá? Ni en pedo. Vos estás loca. Volvé a terapia.
Muv se quedó mirándolo, mientras él avanzaba entre la gente hasta la plataforma en que debían tomar el micro. El día estaba soleado, como siempre, el mejor día de todos los que estuvieron en la playa y Muv no se quería ir. Le daban ganas de encadenarse a una puerta, a una columna, con tal de no subir al micro pero el micro ya estaba ahí y uno de los choferes gritaba "quince cincuenta, Retiro."
Salvador hizo la fila para despachar los bolsos. Cuando se dio vuelta, no la vio. Empezó a recorrer todas las plataformas esquivando viejas y chicos y pensó: la mato. Cuando estaba a punto de empezar a gritar su nombre, Muv apareció con una bolsa con gaseosas y caminó con paso rápido hasta la puerta del micro.
Y dale, le dijo a Salvador. Salvador entregó los pasajes. Subieron y se sentaron, cambiando los lugares de la ida. Esta vez, la ventana le tocaba a Salvador. En el asiento de adelante, una pareja, más o menos como ellos, ocupaba sitios idénticos. La chica lloraba. Se paraba y miraba por la ventanilla, lloraba. En un momento, miró a Muv. Se sonrieron.
Muv se recostó sobre el hombro de Salvador. Se sacó las zapatillas.
Casi me da un infarto cuando no te vi, le dijo Salvador.
Qué exagerado.
Con vos nunca se sabe.
No me iba a quedar acá sola. O nos quedábamos los dos o no se quedaba nadie.
No nos íbamos a quedar. De una manera o de otra, yo te iba a llevar a Buenos Aires, asi fuese arrastrando.
Qué salvaje.
Qué pendeja caprichosa.
La chica de adelante seguía llorando. El micro arrancó. Muv durmió todo el viaje.