No me quiero ir, dijo Muv cuando ya estaban acostados.
Sh, estoy rezando, dijo Salvador en secreto y a Muv se le apretó la garganta.
Desde cuándo rezás, le preguntó.
Sh, desde siempre. No me interrumpas.
Por qué tarde tanto tiempo en enamorarme de vos, pensó Muv. Hizo silencio y ella empezó a rezar también. No pidió nada. Agradeció la playa y el mar, los amigos y el tiempo, los partidos de básica y los dos asados, tener una hermana y estar en la cama, acostada con Salvador mientras rezaba.
A la tarde, después del baño quita arena, mientras se pasaba crema en el cuerpo y se miraba al espejo, notó que algo había cambiado. A lo mejor, era el bronceado. El sol le hace bien a todo el mundo, pensó. A lo mejor, era la tranquilidad del lugar; no tener ninguna obligación durante el día, caminar sobre la arena o a lo mejor era cualquier otra cosa, pero definitivamente, algo había cambiado. No iba a decírselo a nadie pero se sentía resplandeciente, brillante, colorida. Justo ella, que desde siempre se había jactado de su "darkismo", de su parte oscura, triste y descreída, esa tarde, al mirarse al espejo, descubrió a una chica llena de colores. No era sólo el color del pelo, era el color de la piel, el brillo en los ojos, el rojo sangriento de los labios, el reflejo rubio del vello de sus brazos. Un arco iris humano, una persona viva y feliz, porque siempre había creído que la felicidad estaba llena de colores, de colores que brillaban y lo iluminaban todo.
Por eso, mientras rezaba, también agradeció por sentirse colorida e iluminada y de repente, tuvo unas enormes ganas de reírse a carcajadas, de reírse con toda la cara y todo el cuerpo y esta vez, porque sentía que los colores le brotaban de cada poro de la piel, no reprimió la risa y empezó a reírse de la manera en la que se reía siempre y contagiaba a Salvador. Y Salvador que rezaba en silencio, comenzó a tentarse y prendió la luz para verla y la descubrió con la sonrisa de oreja a oreja y los ojos llenos de lágrimas pero esta vez de reírse tanto, tanto que ya había empezado a abrazarse la panza.
Estás re loca, dijo Salvador que ya había empezado a reír.
Sí, dijo Muv entre carcajadas. Estoy loquísima.
Se reían fuerte, uno más que el otro. Emilia fue la primera en golpear la puerta y desde afuera preguntar si estaban bien pero ellos se reían tanto que no podían responderle, asi que optó por asomar la cabeza y encontrarlos con la cama desarmada. Salvador sentado en el piso e intentando recuperar el aliento mientras se le escapaba una carcajada cada tanto y volvía a empezar a reírse. Muv tapándose la boca con una mano y con la otra sosteniéndose el estomago, sentada sobre el borde de la cama.
Y estos, dijo Leni que se asomó detrás de Emilia.
No sé qué les pasa, dijo Emilia y también empezó a reírse.
El último en llegar fue Pedro. Emilia y Leni se reían de Salvador y Muv. Salvador se reía de la risa de Muv y Muv se reía porque por primera vez en un montón de años se sentía feliz.
Loco, si van a fumar, por qué no avisan, se quejó Pedro mientras se le escapaba la primera carcajada.
Sh, estoy rezando, dijo Salvador en secreto y a Muv se le apretó la garganta.
Desde cuándo rezás, le preguntó.
Sh, desde siempre. No me interrumpas.
Por qué tarde tanto tiempo en enamorarme de vos, pensó Muv. Hizo silencio y ella empezó a rezar también. No pidió nada. Agradeció la playa y el mar, los amigos y el tiempo, los partidos de básica y los dos asados, tener una hermana y estar en la cama, acostada con Salvador mientras rezaba.
A la tarde, después del baño quita arena, mientras se pasaba crema en el cuerpo y se miraba al espejo, notó que algo había cambiado. A lo mejor, era el bronceado. El sol le hace bien a todo el mundo, pensó. A lo mejor, era la tranquilidad del lugar; no tener ninguna obligación durante el día, caminar sobre la arena o a lo mejor era cualquier otra cosa, pero definitivamente, algo había cambiado. No iba a decírselo a nadie pero se sentía resplandeciente, brillante, colorida. Justo ella, que desde siempre se había jactado de su "darkismo", de su parte oscura, triste y descreída, esa tarde, al mirarse al espejo, descubrió a una chica llena de colores. No era sólo el color del pelo, era el color de la piel, el brillo en los ojos, el rojo sangriento de los labios, el reflejo rubio del vello de sus brazos. Un arco iris humano, una persona viva y feliz, porque siempre había creído que la felicidad estaba llena de colores, de colores que brillaban y lo iluminaban todo.
Por eso, mientras rezaba, también agradeció por sentirse colorida e iluminada y de repente, tuvo unas enormes ganas de reírse a carcajadas, de reírse con toda la cara y todo el cuerpo y esta vez, porque sentía que los colores le brotaban de cada poro de la piel, no reprimió la risa y empezó a reírse de la manera en la que se reía siempre y contagiaba a Salvador. Y Salvador que rezaba en silencio, comenzó a tentarse y prendió la luz para verla y la descubrió con la sonrisa de oreja a oreja y los ojos llenos de lágrimas pero esta vez de reírse tanto, tanto que ya había empezado a abrazarse la panza.
Estás re loca, dijo Salvador que ya había empezado a reír.
Sí, dijo Muv entre carcajadas. Estoy loquísima.
Se reían fuerte, uno más que el otro. Emilia fue la primera en golpear la puerta y desde afuera preguntar si estaban bien pero ellos se reían tanto que no podían responderle, asi que optó por asomar la cabeza y encontrarlos con la cama desarmada. Salvador sentado en el piso e intentando recuperar el aliento mientras se le escapaba una carcajada cada tanto y volvía a empezar a reírse. Muv tapándose la boca con una mano y con la otra sosteniéndose el estomago, sentada sobre el borde de la cama.
Y estos, dijo Leni que se asomó detrás de Emilia.
No sé qué les pasa, dijo Emilia y también empezó a reírse.
El último en llegar fue Pedro. Emilia y Leni se reían de Salvador y Muv. Salvador se reía de la risa de Muv y Muv se reía porque por primera vez en un montón de años se sentía feliz.
Loco, si van a fumar, por qué no avisan, se quejó Pedro mientras se le escapaba la primera carcajada.