domingo, mayo 20, 2007

Playa

Caminan y se clavan en la arena del médano mientras van subiendo.
Los siguen unos perros chuchos, mezcla de todas las razas y ninguna.
Acaba de amanecer y no hicieron más que dejar las mochilas y salir a caminar, abrigados, directo a la playa.
Porque a eso vinieron. Vinieron a ver el mar y es lo primero que quieren hacer.
Bajan del médano agitados.
Tenemos que dejar de fumar, dicen a coro. La playa es ancha y parece que ahí nomás, detrás de la línea del infinito, el mundo se acaba.
No hay nadie. Ni siquiera pescadores. Arena, mar, viento y ellos dos, caminando, acercándose a la orilla.
Salvador sabe lo que le trae al mar: el miedo, el polvo del que se arrepiente, la estúpidez de aquellos días, los rulos, el cuerpo cansado, la incertidumbre. No sabe, le parece en ese momento, qué es lo que está llevando Muv al mar. Y le parece increíble, que justo él, que la conoce tanto, no sepa qué cosas son las que quiere que el mar se lleve, porque hay lugares de Muv a los que nadie puede acceder. Nadie.
Está seguro: a Oma no la larga. La va a llevar enquistada en el cuerpo, la va a hacer carne pero no se la va a dar al mar.
Dos metros antes de la orilla, dónde la arena todavía está mojada, Muv se detiene. Estira las mangas del buzo que sobresalen de la campera, se pone la capucha y se sienta sobre la arena mojada. Salvador se queda parado a su lado y ella le abraza la pierna.
El ruido del mar es el soundtrack del amanecer, piensa Muv. Y yo que viajé tantos kilómetros, apenas lo ví por una ventanilla. Hola, mar.
Salvador se sienta. De un bolsillo saca el reproductor de música pero Muv se niega. Música, no. Ahora no. Tenemos música, le dice mientras empieza a tocar la arena con los dedos y la siente helada.
Pasa un rato largo en dónde lo único que se escucha es el ruido del mar. El viento no les perdona estar en la playa o a lo mejor, les da la bienvenida, revolviendo el pelo de Muv y congelando la cara de Salvador.
Conociste a alguien en el viaje, pregunta Salvador.
Sí, responde Muv.
Salvador hizo una mueca.
¿Dónde lo conociste?
Camino al Prado. Estaba perdido.
¿Lo viste muchas veces?
Un par.
¿Te gustaba?
Me caía bien.
Salvador hizo silencio. Enroscó los brazos alrededor de las rodillas.
El sol ya estaba empezando a subir. Se habían acostumbrado al viento. Los perros ya no los acompañaban.
Nos dimos un beso, dice Muv.
Está bien. No quiero saber, contesta Salvador. Está todo bien.
Nos dimos un beso y no me gustó, dice Muv luchando con el pelo para sacarselo de la cara. Me sentía un poco sola.
No hay nada que explicar, dice Salvador y lo dice de una manera que suena sincera. La mira a la cara, le corre el pelo. De verdad.
Estaba enojada. Triste. No podía entender. Y pensé, te juro que pensé que si yo me acostaba con alguien, me iba a sentir mejor. Pero nos dimos un beso con Cristo...
Cristo! dice Salvador.
Sí, Cristo, dice Muv y mueve la cabeza de un lado para otro, bueno, nos dimos un beso y a mí me vino una cosa acá, le dice señalandose el pecho, como si me exprimieran, como si me arrancaran algo. Yo no pensé que te quería así, la verdad. Está mal que te lo diga pero no creí nunca que yo te quisiera así. Y me dio bronca. Me dio bronca que el beso no me gustara. Me dio bronca no acordarme como era que me dieran un beso y me diera lo mismo, quedarme solo con el beso, con que era para mí, sin importarme nada más. Me dio bronca estar ahí, con alguien que no eras vos.
Salvador deja de mirarla. La escucha, concentrando la mirada en la arena. Y piensa que el tampoco sabía que Muv lo quería así y siente fastidio por no darse cuenta solo, sin que Muv se lo dijera.
Caminemos, dice Muv y se para sosteniéndose del brazo de Salvador.
Pensabas quedarte. Si Oma hubiera estado bien, te quedabas, dice Salvador mientras levanta la cabeza para mirarla.
No sé, dice Muv. No pensaba nada. Caminaba, iba de acá para allá. Miraba cosas. No me alcanzaban los ojos para ver. Pero nada más.
Lo volviste a ver, vuelve a preguntar cuando ya está parado.
Muv niega con la cabeza.
A mí no sé qué me pasó, dice Salvador.
No quiero hablar de eso, dice Muv. No quiero saber. No quiero volver a pensar en eso. No me importa. Después de todo esto, no vamos a revolver mierda del pasado. Para mí, ya está.
Pero... dice Salvador.
Sin peros. Esto es para adelante o no es. Y yo quiero que sea para adelante. Hasta donde lleguemos. No sé. Vos qué querés.
Lo mismo que vos, dice Salvador. Pero en algún momento, vamos a tener que hablar.
Dejaselo al mar, Salvador, le dice Muv. Dejaselo al mar.
Salvador se queda callado. Camina unos pasos atrás de Muv. Llevatelo, dice cuando mira el mar. Llevate eso y ese beso que me hizo un nudo en el estómago.


Pasan el día caminando y después de tanto tiempo, sienten, quién sabe bien por qué, que recién se conocen. Y eso no parece incomodarlos.