viernes, mayo 25, 2007

Acidez

Bueno, dale, contame todo, dice Salvador mientras ponía la mesa. Cómo te fue, qué tal son, con quién te toca trabajar.
Muv cuela fideos, tiene el pelo agarrado con una birome y cuándo escucha la pregunta dice ay.
Qué te pasó? pregunta Salvador.
Nada, nada. Me quemé un poco, la puta madre, responde, sin dejar de volcar los fideos en el colador.
Bueno... entonces? Qué tal la gente? Piola?
Muv piensa una vez. Se acuerda de Joaquín por tercera vez en el día. Más o menos, más o menos, dice. Hay uno creído, el que me tiene que dar los libros. No sé si voy a agarrar, eh.
Salvador separa dos platos y cuatro cubiertos. Hace una pila con dos vasos para llevar todo en un solo viaje.
Pero cómo? Si estabas muy entusiasmada, por qué no querés agarrar ahora? Tan mal te trataron?
No, dice Muv, me trataron como tratan a todo el mundo. Como si fueran no sé qué cosa porque tienen un escritorio en una editorial. Muertos de hambre.
Uh, responde Salvador.
Sí, no importa. Ya voy a ver.
Por lo menos, intentá durante unos meses. Si no va, no va, aconseja Salvador que ahora abre la heladera y saca una botella de cerveza para Muv y una de jugo para él.
Sí, ya voy a ver, contesta Muv que terminó con los fideos.
Con tiempo, te los metes en el bolsillo a todos. Esos no te conocen, dice Salvador desde la mesa mientras Muv camina con la fuente hasta la mesa.
No lo mira mientras le sirve el plato. De a ratos le da una mirada furtiva al televisor.
No me decís nada, dice Salvador. No te das cuenta.
A Muv se le pone la piel de pollo.
De qué?
Mirame bien, le dice Salvador y extiende los brazos.
Muv lo mira. Nota que los brazos tienen casi la misma medida que la mesa.
Qué? Te crecieron los brazos, dice.
No, boluda, dice Salvador riéndose. Mirame bien.
Muv lo recorre con la vista. ¿Qué se hizo? ¿Se afeitó? No. ¿Se volvió a cortar el pelo? No. ¿Se puso un piercing? No.
No sé, Salva, qué tenés.
Uff. Qué tengo. No reconocés este buzo?
Muv lo vuelve a mirar. No. No reconoce ese buzo.
Es nuevo, pregunta.
No. No es nuevo. Este es el buzo que compramos la primera vez que fuimos a la playa juntos, dice Salvador. Mirá.
Le muestra una mancha enorme de lavandina y dos manchas de pintura verde.
Esta mancha, cuando lavé mi ropa, solo, por primera vez. Estas dos, cuando te pinté la biblioteca, te acordás?
Muv dice que sí. Que se acuerda de todo. Ahhhhhhhhhh, te acordaaas, dice pero no recuerda nada y eso la preocupa. Cómo puede ser que no me acuerde, se pregunta. Cómo puede ser que Salvador se acuerde de todo y yo no.
Lo encontré de casualidad, antes de ayer, revolviendo en lo de mi vieja, dice Salvador. Y encontré un cuaderno con canciones. ¿Te acordás cuando se me daba por escribir canciones?
Uy, sí! dice Muv, de eso me acuerdo. Eran pésimas.
Muv se ríe. Se para y le da un beso. Pobrecito, le dice, que horrible eras como compositor.
Pobre vos, dice Salvador que le hace el gesto de "salí, salí". La cantidad de minas que me gané con esas canciones.
Sí, el levante nunca fue mucho problema para vos, hasta hace poco, dice Muv y después de decirlo quisiera cortarse la lengua.
Salvador se pone serio. Baja la vista y enrosca los fideos en el tenedor.
Al final lo del mar fue una pelotudez. El mar no se llevó nada, dice antes de meterse el tenedor a la boca.
Muv se vuelve a sentar.
Tenés razón, le contesta. Eso estuvo mal. Perdoname, Salva. Perdoná.
Pero Salvador se ofende. Y no vuelve a hablarle hasta la mañana siguiente. Se van a dormir separados.
Muv duerme mal esa noche. Sueña. Sueña a Salvador con otra chica. Sueña que está en su cama con otra chica. Y en el sueño, aparece Joaquín.
Se despierta con acidez.