sábado, mayo 05, 2007

Urgente

Muv se siente mal. Salvador llega, entra a la habitación, la saluda y le toca la mano a Oma que parece sonreir o algo parecido.
Ya no sé, le dice a Salvador. Ya no sé si vale la pena que siga así o que se muera, murmura y Salvador la hace callar.
Llega Emilia y los manda a desayunar.
Por qué no te vas a tu casa a descansar un rato, le propone a Muv. Me quedo hasta que vuelvas.
Y Muv que lo piensa y no está convencida de irse pero está tan cansada y le duelen tanto los brazos y la espalda y la cintura y el cuello, que le parece mentira haber acumulado tanto de todo a tan solo una semana de volver.
Finalmente, Salvador logra convencerla de salir a tomar el desayuno y la lleva de la mano, como si fuera una nena que no quiere caminar.
Cuando llegan al bar, Muv dice que quiere una porción de torta o mejor no, un tostado, o no, no, un licuado y una factura.
Salvador la mira. La toma de la mano. ¿Qué pasa? dice.
No sé, contesta Muv. Desde que me desperté, me siento desesperada. Pero no tengo angustia, es otra cosa. Tengo una urgencia. Una urgencia rara. Una urgencia de vivir, de llenarme de vida. Necesito definiciones. Y necesito pasar, lo más rápidamente posible, a la próxima etapa de mi vida.
Salvador la escucha hablar con seguridad. Lo confunde el cambio. Hace unos días, Muv no sabía nada y de repente, hoy, tiene todo tan claro. Tan claro que lo espanta.
Me gustaría poder decirte que cuando Oma vuelva a casa, vamos a hablar mejor, dice Muv. Pero Oma no va a volver a casa y no podemos seguir esperando para hablar. Yo no quiero dar más vueltas, Salva. No puedo seguir mareada, no puedo seguir corriendo. Y te lo digo así, clarito, para que vayas pensando si te querés ir o te querés quedar. Yo no te obligo. Esta decisión es mía. Y claro que me gustaría que todo fuese con vos pero si no es, no es.
Salvador pide dos cafés con leche, seis medialunas, dos vasos de jugo.
Muv no come, devora. Sus tres medialunas desaparecen del plato y comienza a robar las puntitas de las de Salvador.
Y bueno, le dice todavía masticando, decí algo.
No sé qué decir. Hace unos días... empezó a decir Salvador.
Pará, lo interrumpe Muv. No hay tiempo para hacer recuentos. Si prestás atención, te das cuenta de que todo pasa rápido, no hay más tiempo para perder. Yo pensé... pienso mucho estas noches que me quedo en el sanatorio mientras veo como Oma se va muriendo. Bueno, pienso... hablo conmigo, mejor. Me pregunté dos veces si estaba dispuesta a perderme todo lo que puede pasar con nosotros por lo que pasó. Me pregunté si puedo seguir enojandome con vos por una cosa tan chiquita, tan estúpida cuando sos lo único que tengo elegido en este mundo. Necesito dos medialunas más.
Salvador abre los ojos. Qué te pasó, piensa. De qué te diste cuenta. Algo pasó durante las últimas noches, piensa. Algo que no me vas a decir. Hace una seña al mozo y vuelve a pedir medialunas.
Creo que tenemos que pensar las cosas más tranquilos, le dice a Muv. Ya sabés lo que yo siento, no lo podría sentir lo mismo por nadie más pero nosotros no estamos en nuestro mejor momento y...
Ay, Salvador, dice Muv, no me hables como si estuvieramos en un programa de análisis político. Esto no puede ser tan complicado. Mirá a la gente. Todo el mundo se pone en pareja, viven años y años juntos. Cuando no pueden más se separan. Pero por lo menos prueban. Yo no quiero pasar de esto sin probar. Pero probar en serio, le dice.
¿Cómo podés pensar en esto justo ahora? pregunta Salvador.
¿Cómo podría no hacerlo? dice Muv. Me siento egoísta, mala. Ni siquiera puedo llorar. Yo no sé cuántos años voy a vivir. Yo no sé si voy a tener la suerte de ver a mis nietos haciendo pavadas como Oma me vio a mí. No puedo perder más tiempo. Me da miedo, no creas que no. Tengo pánico. Pero si no vivo ahora, para cuándo voy a guardar toda la vida que me queda. No quiero que lo decidas ahora. Pensalo. Pero pensalo bien porque esta vez, yo no tengo vuelta.
Bueno, dice Salvador, no tengo mucho que pensar. Me asusta un poco este cambio tan... repentino pero...
Yo tambien tengo miedo pero es lo único que nos queda por hacer. Yo no me quiero morir sin pasar por esto. Yo no me quiero morir, dice Muv.
A Salvador se le llenan los ojos de lágrimas. No sabe bien por qué, pero lo único que escucha de todo lo que dice Muv es un pedido. Salvame, salvame. Y ese pedido y Oma internada y los años que pasaron y los que pasan, lo conmueven.
Muv se da cuenta, sabe que, esta vez, Salvador entiende lo que ella pide y, en algún punto, la tranquiliza que en esa mesa alguien pueda llorar.
Ella prefiere terminar sus medialunas y volver a la silla.
Tiempo para llorar es lo único que le sobra.