jueves, noviembre 08, 2007

Liviana

Muv iba al chino a comprar productos de limpieza, puteando bajito porque habían quedado huellas de zapatos sobre las paredes de la galería, manchas de vino en el mantel y ceniza entre las juntas de los cerámicos del baño, tal como había pronosticado. La mierdita de la gente había quedado adentro de la casa.
La vio venir y la reconoció de inmediato.
La vio venir y lo primero que hizo, fue cruzarse de vereda.
Mientras cruzaba dejó de pensar en la mierdita de la gente y empezó a pensar en su propia mierda, en la mierda que llevaba dentro desde hacía más de diez años, en el momento exacto en que había empezado a acumular mierda.
Entonces, la miró. La miró y volvió a cruzar la calle, dispuesta, esta a vez a confrontarla, después de tanto tiempo.
Mientras se acercaba, la notó envejecida. Y desagradable, desagradable como la última vez, cuando acosaba a un chico que ambas conocían. Aquella vez, a Muv, se le revolvió el estómago. Y aunque fue la última vez que la vio, no fue la última vez que la asqueó.
Algún tiempo después, con el novio de Muv de ese momento, esta mujer -que le aventajaba casi una década- la convertía, por primera vez, en cornuda y al mismo tiempo, le adjudicaba un papel que Muv aceptaría como un mandato karmático: el de víctima.
A lo mejor fue por eso, a lo mejor fue porque, de repente y como si fuera un baldazo de agua, le volvió el recuerdo.
La desaparición misteriosa de aquel novio -que se llamaba Guillermo y que fue el primero del que Muv se enamoró y decepcionó de la forma más dolorosa posible- durante todo el fin de semana; sus llamados a esta mujer -de quién nunca olvidó el apodo: Mey- que sólo eran atendidos por su madre, disculpándose y explicándole que Mey dormía porque había llegado muy tarde aquel domingo y finalmente, el llamado de confirmación de la propia Mey, diciéndole que Guillermo había pasado con ella todo el fin de semana.
A lo mejor fue por todo que volvió a cruzar la calle y evitó moverse cuando pasaba, golpeando su hombro contra el cuerpo de esta mujer que había encanecido.
Después del golpe, Muv giró.
Disculpeme, señora, dijo como si no supiera a quién le había dado el topetazo.
La mujer la miró.
Tanto tiempo, le respondió la mujer, ¿como estás?
¿Nos conocemos? preguntó Muv arqueando una ceja y sintiéndose una actriz genial.
Muv, soy Mey, le dijo. ¿No te acordás de mí?
Muv actuó un sospechoso momento de confusión.
Mey, dijo, me suena.
Nos conocimos en ese curso de fotografía, en el 94. Hace muchos años. No cambiaste nada.
Ah, claro! dijo Muv recorriéndole la cara y reconociendo los dientes, que siempre supuso postizos; las marcas en las mejillas; los círculos de las lentes de contacto por fuera de las pupilas. No te reconocí, cómo te va.
La mujer intentó saludarla después de que Muv habló pero Muv dio un paso hacia atrás.
Bien, bien. ¿Vivís por acá? Vengo a ver a un amigo, le dijo sorprendida.
Sí, acá a la vuelta. ¿Todavía andás con amigos?
La mujer sonrió pero la pregunta, se le notó, le resultó agresiva.
Si, sigo igual, dijo. Se ve que recuperaste la memoria.
De repente, me acordé de todo. Seguís viendo a Guille?
No quiso verme nunca más.
Ah, mirá vos. Quién lo hubiese dicho.
Deberíamos haber hablado después de aquella vez. Ese pibe no valía la pena. No era para vos. Te hice un favor.
Muv pensó un momento.
Sí, la verdad, respondió. Te tendría que haber organizado un agradecimiento público. Una suelta de palomas en la puerta de la escuela, un busto de bronce. Qué mal estuve.
La mujer la miró con una mueca extraña.
Es verdad, le dijo, no cambiaste nada. Reaccionás tarde, como siempre.
Nunca es tarde cuando la dicha es buena, dijo Muv. ¿Dónde vive tu amigo?
A unas cuadras de acá.
Y... le vas a salvar la vida a otra, supongo, contraatacó Muv, debe ser otro que no vale la pena. Es otro de esos que eligió a otra antes que a vos, no? Te queda bien el papel de segunda. Va con vos, con tu personalidad.
Los años te volvieron cruel, dijo la mujer que intentó darse vuelta pero que se encontró con la mano de Muv apretándole el antebrazo.
Si no cambié nada, habré sido cruel toda la vida, le respondió Muv, girándola de un solo tirón.
Eramos inseparables, dijo la mujer, ahora, un poco asustada.
Sí. Eramos. ¿Cómo fue la onda? ¿A quién te querías coger en aquel momento? ¿Al que era mi novio o a mí?
Compartíamos todo, respondió la mujer.
Nunca compartí los hombres.
Nos contábamos todo.
Y la cruel soy yo.
No volví a tener una amistad igual con nadie.
Me lo imagino, dijo Muv. En este mismo momento, sólo de verte, yo no sería amiga tuya. Das un poco de pena y algo de asco, pero eso fue de siempre.
Muv ya la había soltado.
Los años me cambiaron, le dijo la mujer. Ya no tengo edad para creerme una femme fatale.
Nunca deberías habértelo creído.
Me arrepentí, después. Nunca quisiste volver a atenderme.
¿Por qué debería haberte atendido? Yo estaba en edad de no saber que cada elección tiene una consecuencia. Vos, en ese entonces, ya lo sabías.
Yo no sabía nada en ese momento. No te acordás de mi situación de entonces.
Me acuerdo: un ex novio violento que te acosaba o eso decías ; una situación económica endeble que te hizo volver a vivir con tus viejos; un hermano ilegal en el norte; pocos amigos. Tenés razón, ya dabas pena en esa época. Pero yo era piadosa, entonces.
Quedaste resentida. Guardaste rencor por esa estúpidez.
No, dijo Muv. El rencor me apareció ahora. Antes, sólo me dabas más asco que el que le habías dado a todos nuestros compañeros ni bien te conocieron. Ahora, es distinto. Ahora me doy cuenta de que si en aquel momento yo te hubiese dicho que me parecías una mina decadente que no sabía cómo hacer para encontrar con quién coger y que te aprovechabas de los que te dejaban acercar, algunas cosas no me hubiesen pasado. Nos evaluabas, no?. Decías "con estos, voy a poder"; "esta pendeja no debe saber ni chuparla". Porque con los de tu edad, nunca podías, te acordás? Yo me acuerdo. Me acuerdo de ese abogado que te dejó porque la madre no te quería. Y de ese compañero que teníamos, no recuerdo el nombre, uno morocho, que sólo por detener tus avances, cuando lo invitabas a tu casa, siempre iba acompañado. Ah! y de la foto de la morgue, que sacó una de las pocas chicas que cursaba con nosotras y que tituló con tu nombre.
Intento no acordarme de esa época. Ese chico, tu amigo, lo seguís viendo?
Claro.
Pintaba para gay.
No te dio bola?
Nunca.
Es mi marido. Si él pintaba para gay, entonces, los años me cambiaron, che. Soy puto. Muy puto.
Bueno, muy femenina nunca fuiste.
Femenina como vos? No, gracias.
No hablemos más del pasado. Asi que se casaron?
De lo único que vamos a hablar es del pasado porque hoy, te saltó en la cara. Al final, es cierto que hay que saber esperar.
No fue mi culpa que tu noviecito de ese momento fuera tan imbécil como para comparar y arriesgarte por mí, dijo la mujer, al fin, intentado defenderse.
No, no fue tu culpa. Fue la mía. En ese momento, todavía tenía que comprobar para creer.
A la mujer se le llenaron los ojos de lágrimas.
Murió mi vieja, dijo.
Lo lamento mucho, respondió Muv. Habrá sido de tantos disgustos.
La mujer metió la mano en un bolsillo. Sacó un paquete de chicles, se metió uno en la boca y comenzó a mascarlo. Esa acción también le dio asco a Muv.
Si vos te hubieses dejado, le dijo, el rollo hubiese sido con vos pero vos, claro, eras tan inocente, tan "católica", tan virgen.
Muv sonrió. Finalmente, la mujer había dejado ese papel lastimoso y comenzaba a ser aquella que había sido. Y a pesar del asco, confirmó una sospecha que Salvador siempre había tenido respecto a Mey.
Cierto, vos siempre fuiste tan abierta. Yo nunca te juzgué por eso. Debí haber sido la única. Qué triste, no? Que siempre te hayan discriminado por abrirte de piernas o estirar la lengua contra todo lo que se te ponía en frente. Y cuándo encontraste a alguien que no lo hacía, fuiste y le cagaste el novio. Viste? Uno construye su destino, al final. Hay que convencerse de eso, respondió Muv.
No la escuchó responder pero la vio girar. El pelo largo y canoso se movió en bloque.
Muv se quedó parada en su lugar. La vio caminar con la cabeza inclinada hacia adelante. Cuando algunos metros las alejaban, le gritó.
Mey, gritó. Cortate ese pelo, por favor. Siempre te quedó mal.
La mujer no volvió a darse vuelta. Muv siguió su camino al chino.
Tendría que haber hecho esto antes, dijo Muv. Siempre escapándome, siempre escapándome. Siempre desapareciendo.
Entró al chino.
Se sintió liviana.