martes, noviembre 06, 2007

Fiesta

Para las diez de la noche, Salvador ya estaba bañado y cambiado.
El momento incierto de saber si su fiesta sería un éxito o un fracaso pasaba, mientras Muv, con la ropa de dormir, leía, metida en la cama.
No te quedes acá, pidió Salvador por enésima vez. Vestite y acompañame esta noche.
No quiero estar en ninguna fiesta. Es tu fiesta, deberías disfrutarla solo.
Es nuestra fiesta. La inauguración de nuestra casa, dijo Salvador con un poco de tristeza.
Es tu casa, es tu fiesta. Tengo mucho para leer. No te preocupes, no pienso amargarte la noche, no te vas a acordar que estoy acá.
Uf, me cansa esto.
La casa tiene otras habitaciones, respondió Muv cuándo sonó el timbre.
Salvador salió a recibir a los primeros invitados. Leni y Pedro llegaron puntuales, como siempre. Preguntaron por Muv.
No quiere salir del dormitorio. No quiere ninguna fiesta. No sé qué ataque metafísico le agarró ahora. Dice que la gente va a venir a dejar su mierdita en nuestra casa.
Está tarada, dijo Leni.
Que piba enroscada, eh, agregó Pedro.
Dejame a mi, dijo Leni.
Mejor no, respondió Salvador. Si ella no puede salir del dormitorio para acompañarme a mí, prefiero que no salga porque otro interviene. La mato si sale después de hablar con vos.
Leni golpeó con la punta de su zapato izquierdo dos o tres veces el piso.
Decime una cosa, Salvador: ¿Vos querés que ella salga y te ayude con la fiesta o no querés?
Quiero.
Entonces, dejame a mí, que yo sé lo que hay que decirle a Muv para que reaccione.
Salvador suspiró. Pedro arqueó las cejas. Leni caminó directamente al dormitorio y sin golpear la puerta, que estaba cerrada, se metió saludándo a Muv.
Te ayudo con algo, preguntó Pedro.
No. Tengo todo listo. Está la bebida en la heladera, encargué unas empanadas que deben estar por llegar y hay helado para después. Moví el equipo, tengo mucha música.
Volvió a sonar el timbre. Llegaron cuatro compañeros de trabajo de Salvador. De a poco, su incertidumbre se iba calmando. Más tarde, le abrió a Emilia, que también preguntó por Muv. Salvador sólo dijo "dormitorio" y Emilia resopló.
Fueron llegando de poco todos los invitados. La música sonaba suave, la gente tomaba y conversaba, las empanadas iban pasando de mano en mano.
Todo era casi perfecto. Salvador se sentía casi contento. A todos les había gustado la casa y celebraban la idea de la inauguración.
En el dormitorio, Leni, Emilia y Muv discutían.
Mirá, mah sí, quedate acá. Después no vengas llorando porque te metió los cuernos, dijo Leni.
Dale, nena, ponete esto, dijo Emilia mientras sacaba del placard un pantalón azul oscuro y una remera verde. Te pintas un poco, te perfumás, salís y acá no pasó nada.
No quiero salir, che. Dejenme en paz.
Emilia y Leni se sentaron en el borde de la cama.
Yo no sé por qué siempre tenés que complicar todo, Muv, le dijo Emilia. Sos mi hermana y te adoro, pero cuándo hacés estas cosas, me dan ganas de matarte.
Coincido, dijo Leni. Al final, vos no lo querés a Salvador. No sos capaz de hacer un sacrificio por él. Ni que estuviera haciendo una orgía o algo que te hiere el amor propio, boluda.
Ustedes no entienden. No es por Salvador. Es por la gente. ¿Por qué tengo que estar con esa gente? Porque a Salvador no le alcanza estar conmigo.
Qué ingratitud. Sos una hija de puta, no pierdo un minuto más tratando de hacerte razonar, casi gritó Leni y salió, dando un portazo.
Tiene razón, dijo Emilia. No ves que hace la fiesta para festejar que al final están juntos? Yo me vestiría y saldría. Jugás de local, esta vez. Nadie te puede hacer nada malo porque estás en tu casa. Nadie te va a hacer algo malo.
Confías demasiado en la gente.
Pero, Muv, vos y yo también somos gente. Salvador es gente. Los nombrás como si fueran una masa aislada que está de acuerdo en joderte la vida. Basta de esto. Vestite y salí. En quince, te veo en la galería. Y la terminás, porque le voy a decir a mamá. Y vos sabés cómo se pone de densa mamá cuando estás en idiota, asi que por tu bien, hacé lo que tenés que hacer. Ya no sos una adolescente. Punto. Esta discusión se acabó acá.
Emilia salió del dormitorio sin dar un portazo pero con el paso firme de quién no va a volver a entrar.
Muv se quedó sola, mirando la ropa que su hermana dejó sobre la cama.


Muv no se siente bien, pobre, dijo Salvador, excusándose ante uno de sus invitados que preguntaba por ella. No sé si se va a poder levantar de la cama.
Después de decirlo y recriminarse interiormente a causa de la mentira, se acercó a Pedro que tomaba fernet apoyado contra una de las columnas de la galería.
A veces, siento que Muv no me quiere, le dijo Salvador. O que no me quiere tanto como la quiero yo.
Buen momento para ponerse a pensar en ese asunto, dijo Pedro. Dejala; la piba es así; enroscada y más terca que Leni. Más bola le das, peor es. Pasalo bomba y matala con la indiferencia.
Ojalá pudiera, dijo Salvador. Ojalá.
Escuchó cierto revuelo en el living. Alguien saludaba a los gritos a otro alguien, aunque el timbre no había sonado y Salvador no había abierto la puerta.
Se asomó y la vió, vestida, peinada y pintada. "La mato", pensó pero no tuvo tiempo para decírselo porque ella lo abrazaba demasiado fuerte, como si estuviera aterrorizada.
La llevó hasta la habitación de escribir, mientras uno y otro la saludaban y la felicitaban y le preguntaban cómo estaba.
Por qué hacés esto. Por qué siempre hacés esto. Por que cuándo empiezo a pensar en que está todo mal, aparecés y deshaces todo lo que pensé de un sólo golpe. No merezco que hagas esto, dijo Salvador.
No sé. No sé por qué lo hago. No sé por qué siempre hago esto. No sé por qué soy la piedra en el zapato. Me sale solo. No lo planeo.
Qué cosas tan diferentes pudieron decirte Emilia y Leni como para que cambies de opinión? Qué, que yo no te haya dicho.
Que me vas a dejar. Que te vas a ir con otra. Que soy una infantil. Que soy ingrata, boluda e hija de puta. Tienen razón.
Salvador se quedó callado. Respiró. Suspiro.
Vos me querés a mí, preguntó, como si fuera un chico. Vos estás segura que me querés o te estás conformando conmigo?
Muv cerró los ojos y los mantuvo apretados. Dijo y lo dijo de un solo tirón, casi sin respirar.
Yo te quiero como nunca quise a nadie y a veces, te quiero mal porque te quiero para mí sola. Pero a veces, te quiero bien, que es como me gustaría quererte siempre. Yo esperé toda la vida que alguien me quisiera como vos.
Se quedó sentada y agachó la cabeza.
Me mando muchas cagadas. Tengo miedo, dijo.
Salvador resopló otra vez.
Yo esperé toda mi vida para quererte. Ahora que te quiero no me dejes solo. Yo no sé querer a gente ausente. Y no quiero aprender, respondió Salvador. Salgamos. Tenemos invitados. Quedate conmigo.
Se agarraron de la mano. Se les notaba a los dos, que esa noche, en medio de toda esa gente, hubiesen preferido estar solos.
Igual, se divirtieron. La gente se fue temprano. La casa quedó hecha un desastre.