martes, noviembre 27, 2007

Muerta

Se fueron a acostar temprano. El sol, la arena, la playa, el cuerpo caliente y la caminata, los dejaron cansados como si hubiesen corrido una maratón.
Muv se dejó caer de espaldas sobre la cama de la casa de la playa. Salvador se le tiró encima, cruzándole el cuerpo. Después de un rato, las voces de Leni y Pedro dejaron de escucharse.
Al principio, les resultó extraño tanto silencio. El ruido de las ramas de los árboles, el viento, se escuchaban con tanta nitidez que a Muv le dieron ganas de llorar.
Uy, dijo Salvador. No vamos a empezar con eso, no?
Muv lo abrazó. Le preguntó si se acordaba.
De qué?
Le volvió a preguntar si no se acordaba de esa chica que había dejado en la estación, la primera vez que fueron juntos a la playa.
No, no me acuerdo. Qué tenía.
Se llamaba Cecilia, dijo Muv, y te incendió el corazón. Nunca te vi llorar tanto por una chica como esa vez.
Tenía dieciséis años, Muv.
Era linda esa chica. Se la tragó la tierra. Mirá que hicimos casi todo para encontrarla, eh.
Amor de verano, dijo Salvador y se acomodó despacio, de espalda sobre el colchón, haciendo ssssss y ays suspirados. Me tendría que haber puesto protector.
Tenía unos ojos preciosos y no sé por qué a mí me parecía que te podía querer como yo quería que te quisieran.
Quién?
Cecilia. Fue a la única que no le tuve bronca.
Pf. Mirá de lo que te venís a acordar. Acostate, insolada, dijo Salvador.
Muv se sentó en la cama. Empezó a desvestirse. Giró la cabeza. Vio a Salvador con el antebrazo sobre los ojos, el cinturón desprendido, la remera levantada.
Prometeme una cosa, le dijo.
Muv, acostate.
Prometeme que si por cualquier cosa, a mí me pasa algo, vos vas a buscar a Cecilia.
No te va a pasar nada por ninguna cosa.
No se sabe.
Vos no sabés. No te pasó nada hasta ahora, no te va a venir a pasar justo en este momento. No me rompas las bolas.
Muv se sacó la ropa. Se acostó. Salvador se sentó en el borde de la cama.
Por qué tenés que entristecer todo? Fue un día increíble, pasamos todo el día en la playa, me quemé hasta las axilas y ahora, todo este... bajonazo.
Prometeme que la vas a buscar, insistió Muv.
Salvador se paró. Bufó. Volvió a bufar.
Es muy difícil, así, dijo Salvador. No te prometo nada.
Prometeme que si me pasa algo y te quedas solo, la vas a buscar.
Prometeme que no te va a pasar nada y que te vas a quedar conmigo hasta que seamos viejos y estemos repodridos de aguantarnos. Prometeme vos a mí, dijo Salvador. Siempre prometo yo. Siempre. Vos qué sos capaz de prometer Muv? Sos capaz de prometer que no vas a estar convenciéndote de que te vas a morir? Todos nos vamos a morir pero si vamos a llevar la cuenta de que nos queda un día menos de vida, nos volvemos locos. Es imposible vivir pensando en que uno se va a morir. Me tiene las bolas llenas el cartel de precaución. No vivís vos, ni me dejás vivir a mí.
Pero yo te digo por que...
Vos me decís porque sos una rompe pelotas que no puede pasar un día tranquilo y feliz sin pensar que mañana le van a tomar las medidas para la mortaja. Terminala, nena. Cuando nos volvemos, choca el micro y listo, fuimos, los dos. Y yo no me quiero morir, eh. Y no quiero que vos te mueras, pero dejame de joder con la muerte. Si te morís, te lloro, voy al cementerio, me quedo solo, me vuelvo loco, no sé, ya veré. No me hagas prometer cosas que sé que no voy a cumplir. No te voy a velar en vida. No lo voy a hacer. Y vos tendrías que dejar de hacerlo.
Golpearon la puerta de la habitación. Leni asomó la cabeza y preguntó si estaba todo bien.
Sí, hasta mañana, dijo Salvador y volvió a cerrar la puerta.
Pobre Leni, dijo Muv.
Pobre Leni? Pobre yo. Pobre yo que hoy quería coger como un adolescente con mi novia en una casa que está en la playa y a mi novia se le da por buscarme una novia de hace dieciséis años por las dudas que se llegue a morir. No puedo ni ponerla en paz. Quiero que me prometas hoy que te dejas de joder. No. No quiero que me prometas. Jurame por la Oma que la terminás con esto, esta misma noche.
Muv se quedó callada.
Salvador caminó por la habitación como los leones del zoológico. Muv no lo había visto tan enojado en años.
Por qué te enojás así. Yo te digo lo de Cecilia porque...
Porque nada. Porque a vos te gusta ser Santa Muv, la que se está por morir y le deja al tipo que se acuesta con ella cada noche un reemplazo para que no la extrañe. Hacete cargo: si te morís, yo no voy a saber qué hacer. Me voy a volver loco o me voy a dedicar al reviente hasta que dos años después me muera yo. Asi que, si me querés tanto, tanto, tanto como decís, haceme el favor de seguir viviendo y dejarte de joder con la muerte porque yo no aguanto más el tema. Vos te morís y se te terminó el problema. Para mí, el problema sigue porque te estás muriendo desde que estás viva.
Salvador se sacó la remera y la tiró con fuerza sobre la silla. Muv dejó de hablar.
Se acostó dándole la espalda. Muv prendió la luz, caminó hasta el bolso, sacó el gel de aloe y mientras lo destapaba, le pidió que no se enojara.
Pero me tiene harto. Cuánto hace que no te pasa nada malo? Dos años? Tres?
Tres, dijo Muv.
Entonces? Por qué te tiene que pasar ahora? Por qué? Por que por fin estamos los dos juntos, como tendríamos que haber estado siempre? Por qué? Por qué tenés que pensar en morirte en la playa, en una fiesta, en la montaña rusa? Basta. Yo no puedo con eso. Me esfuerzo pero no puedo más.
Y después de que dijo todo junto y casi sin respirar, Salvador lloró. Lloró como aquella vez, cuando la chica que le había incendiado el corazón entre los médanos, hace dieciséis años, se subía al micro y lo saludaba con la mano, mientras él se quedaba parado en una terminal de la playa, mordiéndose el costado interno del labio para no empezar a llorar delante de todos los que se volvían a su lugar de origen.
Muv se frotó las manos con el gel. Le acarició la espalda despacio y sintió que esa noche, todo era distinto. A lo mejor, esa noche fue la noche que empezó a vivir.
Amaneció soleado. Salvador no se sacó la remera en la playa.