lunes, noviembre 12, 2007

Masculino

Como ella, yo también, a veces, tengo la sensación de que me voy a morir de felicidad, un día, dijo Salvador.
José acomodó los anteojos con el dedo mayor, sin dejar de mirarlo. Cómo es eso, preguntó.
Y sí, que el día más feliz de mi vida, el día que no me entre más alegría en el cuerpo, la quedo. Literalmente. Me muero de felicidad.
Cómo sería ese día, dijo José, en el caso de que puedas imaginarlo.
Salvador miró un poco hacia el cielorraso, recorrió la moldura y bajó hasta el marco de la ventana por donde se veían las hojas de un paraíso.
No sé. Me imagino un momento de esos en dónde uno mira alrededor y dice "está todo bien". Una especie de epifanía. Hay de esos momentos. Yo tuve algunos pero ninguno fue por felicidad.
Podés contar alguno de esos momentos, pidió José.
Si, yo que sé. El día que me di cuenta de que mi viejo no iba a volver, por ejemplo. Mi vieja arreglaba el portalamparas de un velador. Estaba sentada en la mesa de la cocina y arreglaba un velador. Yo tenía once años y supe que mi viejo no volvía más. También supe que si volvía, mi vieja no lo iba a dejar quedarse porque arregló el velador. Lo arregló sola, entendés? Ya no lo necesitaba. Mi vieja nunca necesitó a nadie. Un poco como Muv pero peor. Muv le tiene miedo a la gente. Mi vieja, directamente, ignora que la gente existe. Pero yo no vengo acá a hablar de mi familia, ni de mis viejos, ya te dije. Vengo a hablar de mí y de Muv.
José afirmó. "Lo dejaste claro la primera vez".
Bueno, por eso. Creo, un poco como Muv, que el día que me de cuenta que soy completa y perfectamente feliz, me caigo muerto.
Entonces, concluyó José, para seguir vivo, no hay que ser feliz, no? Al menos, no completa y perfectamente. Siempre tiene que haber algo que desencaje dentro de la felicidad. Eso te mantiene vivo.
Salvador sonrió de costado.
No lo había pensado. Pero sí, algo así. Como buscarle el pelo al huevo, no? A veces, parezco una mina, no?
A ver, dijo José con cara de querer indagar sobre el asunto de la femineidad de Salvador.
Sí, que le doy vueltas a las cosas. Estoy muvizado. Y antes, madrizado. No sé. Tenemos un amigo. Se llama Pedro. Es tan diferente a mí. Ve todo mucho más simple que yo. Lo ve menos complicado, no sé. Es más aburrido, también.
Y vos, cómo sos?
Y yo qué sé. Soy lo que puedo. A veces, complicado, medio cagón; otras veces, me zarpo de macho. Intento zarparme poco. A veces, se me va de las manos. Igual, yo siempre intento todo. Todo lo que me sale. A mí me gustaría que Muv fuera feliz.
Feliz, repitió José.
Sí, completa y perfectamente feliz y viva.
Pero la idea de que lo completo y perfectamente feliz, mata, le juega un poco en contra a eso, no te parece?.
Jé. Nos vemos la próxima, no?
Claro, dijo José, riéndose un poco también.
Salvador salió pensando en eso. Cuando llegó a su casa, desde la calle, podía escuchar la música a todo volumen.
Qué pasa acá, se preguntó.
En el comedor, Muv bailaba eufórica. En cuanto lo vió, lo abrazó y se puso a saltar apoyándose en él, hasta que logró hacerlo saltar.
Qué contenta, dijo Salvador. Qué pasó?
Nos vamos a la playa, gritó Muv con la respiración entrecortada por los saltos. En dos semanas, nos vamos a la playa.
Salvador se quedó quieto. Y ahora qué hay que ir a dejar, se preguntó y Muv le notó la preocupación en la cara.
Vamos con amigos. A divertirnos. Bailá!
Salvador bailó.