Al fin, loca. Al fin, dijiste algo, dijo Leni, después de que Muv le contó su encuentro con aquella mujer. Por fin te defendés. ¿Viste que es mejor defenderse? ¿No te sentiste mejor? Es mejor decir las cosas, nena, lo que no se dice, se pudre adentro.
Sí, me sentí mejor. Un poco. Tampoco fue para decir: "Fá, qué bien me siento, por qué no lo hago todos los días." Mejor hubiese sido no tener estas experiencias, entendés. Que no hubiesen pasado. ¿Me traes un almohadón?
Leni miró a Muv. Salió y volvió con un almohadón que Muv se puso en la espalda.
Qué pasa, le preguntó después de que se acomodara.
Nada, dijo Muv. ¿Podríamos irnos a la playa unos días, no? Estaría bueno. Salvador se va a copar. Está muy cansado.
Leni se sentó al lado de Muv.
¿Te duele?
Sí, un poco. Un poco más que habitualmente. No es nada. ¿Qué te parece? ¿Nos vamos? ¿Nos aguantan un fin de semana completo? Quiero que Emilia venga con nosotros, también.
Muv, ¿fuiste al médico?
Todavía no.
¿Vas a ir?
El quince.
Puta, te duele mucho si vas a ir al médico, dijo Leni.
Se quedaron calladas durante un rato. Muv se agarró de la mano de Leni.
No le digas a nadie, le pidió.
Leni dijo que sí con la cabeza.
Se quedaron calladas. Cada una pensando en cosas distintas.
Leni, en la forma en que había visto a Muv después de la operación; en la manera que se acercó a tocarle la mano con un dedo como si se fuera a romper cuando estaba en la habitación común; en el llamado de Salvador, al otro día, diciéndole que no sabían exactamente qué le había pasado pero que Muv estaba en terapia intensiva; en cómo esperó días y días afuera de terapia el parte médico; en el color que tenían los brazos de Muv cuando salió del sanatorio, los moretones de los pinchazos; en la forma en que se esforzaba por no llorar cuando la veía, por no llorar de alegría por haber zafado, por estar de nuevo dónde tenía que estar y no en el sanatorio y en que la operación de Muv y toda su complicación, la había acercado un poco a su propia muerte porque uno nunca cree que sus amigos van a morir. Y sobre todo, pensaba en que ahora, Muv volvía a sentirse mal.
Leni tenía miedo pero Muv, no.
Muv pensaba en unos días en la playa, mirando el cielo, riéndose. En los partidos de truco, en las zapatillas llenas de arena, en un buen asado con noche estrellada. En que le dolería la cara de reírse, en que volvería con la naríz pelada y contenta y que el mar, otra vez, se llevaría todo lo malo del año, lejos. Lejos.
Contale a tu hermana, Muv, dijo Leni.
No, respondió Muv y soltó la mano de Leni.
Contale, dale. Por favor.
No, Elena. No.
Contale o no hay playa.
No seas chota.
Contale a Emlia o me pongo insoportable con lo de la playa y no va nadie.
La puta que te parió, Leni. No me hagas eso.
Pensalo. No puede ser todo como vos querés. Salvador no tiene ni puta idea, seguro. Contale a tu hermana. Y después, la playa.
Uf, está bien. Le cuento pero al primer quilombo que tengo con mi vieja, vengo y te mato.
Emilia no va a decirle nada a tu mamá. Si querés te acompaño al médico.
Leni agarró a Muv de la mano, otra vez.
No tengas miedo, le dijo Muv. No va a pasar nada.
No tengo miedo, gila, respondió Leni. Jé, miedo yo, por favor.
Sí, me sentí mejor. Un poco. Tampoco fue para decir: "Fá, qué bien me siento, por qué no lo hago todos los días." Mejor hubiese sido no tener estas experiencias, entendés. Que no hubiesen pasado. ¿Me traes un almohadón?
Leni miró a Muv. Salió y volvió con un almohadón que Muv se puso en la espalda.
Qué pasa, le preguntó después de que se acomodara.
Nada, dijo Muv. ¿Podríamos irnos a la playa unos días, no? Estaría bueno. Salvador se va a copar. Está muy cansado.
Leni se sentó al lado de Muv.
¿Te duele?
Sí, un poco. Un poco más que habitualmente. No es nada. ¿Qué te parece? ¿Nos vamos? ¿Nos aguantan un fin de semana completo? Quiero que Emilia venga con nosotros, también.
Muv, ¿fuiste al médico?
Todavía no.
¿Vas a ir?
El quince.
Puta, te duele mucho si vas a ir al médico, dijo Leni.
Se quedaron calladas durante un rato. Muv se agarró de la mano de Leni.
No le digas a nadie, le pidió.
Leni dijo que sí con la cabeza.
Se quedaron calladas. Cada una pensando en cosas distintas.
Leni, en la forma en que había visto a Muv después de la operación; en la manera que se acercó a tocarle la mano con un dedo como si se fuera a romper cuando estaba en la habitación común; en el llamado de Salvador, al otro día, diciéndole que no sabían exactamente qué le había pasado pero que Muv estaba en terapia intensiva; en cómo esperó días y días afuera de terapia el parte médico; en el color que tenían los brazos de Muv cuando salió del sanatorio, los moretones de los pinchazos; en la forma en que se esforzaba por no llorar cuando la veía, por no llorar de alegría por haber zafado, por estar de nuevo dónde tenía que estar y no en el sanatorio y en que la operación de Muv y toda su complicación, la había acercado un poco a su propia muerte porque uno nunca cree que sus amigos van a morir. Y sobre todo, pensaba en que ahora, Muv volvía a sentirse mal.
Leni tenía miedo pero Muv, no.
Muv pensaba en unos días en la playa, mirando el cielo, riéndose. En los partidos de truco, en las zapatillas llenas de arena, en un buen asado con noche estrellada. En que le dolería la cara de reírse, en que volvería con la naríz pelada y contenta y que el mar, otra vez, se llevaría todo lo malo del año, lejos. Lejos.
Contale a tu hermana, Muv, dijo Leni.
No, respondió Muv y soltó la mano de Leni.
Contale, dale. Por favor.
No, Elena. No.
Contale o no hay playa.
No seas chota.
Contale a Emlia o me pongo insoportable con lo de la playa y no va nadie.
La puta que te parió, Leni. No me hagas eso.
Pensalo. No puede ser todo como vos querés. Salvador no tiene ni puta idea, seguro. Contale a tu hermana. Y después, la playa.
Uf, está bien. Le cuento pero al primer quilombo que tengo con mi vieja, vengo y te mato.
Emilia no va a decirle nada a tu mamá. Si querés te acompaño al médico.
Leni agarró a Muv de la mano, otra vez.
No tengas miedo, le dijo Muv. No va a pasar nada.
No tengo miedo, gila, respondió Leni. Jé, miedo yo, por favor.