jueves, junio 07, 2007

Pajaritos

Después del incidente con el vaso de cerveza, Muv se escondió en la cocina, durante un rato largo le temblaron las piernas.
Leni le dio un abrazo. Estuviste ex-ce-len-te, le dijo cuando la vio entrar a la cocina con la cara colorada como un tomate.
Estoy loca, le dijo. Qué excelente. Lo único que falta es que ahora ande como una adolescente agarrándome de los pelos con Dios y María Santísima.
Pf, dijo Leni. Esta no tiene nada de Dios y menos de María Santísima. Estuviste excelente. Muy bien. Estoy orgullosa. ¡Pero dejá de temblar, nena! No va a pasar nada.
Fue cierto. No pasó nada. La gente comenzó a irse. Leni permitió que Muv se quedara en la cocina y que cada tanto, Salvador intentara convencerla para volver al living.
No puedo, no puedo. Me muero de vergüenza.
Fueron los últimos en irse. Pedro no pareció tomar a mal la agresión hacia su hermana: Cosa de ustedes, che. Yo no me meto.
Disculpame, dijo Muv. No me pude contener.
Pedro le dio un beso en la mejilla. No desaparezcan, le pidió.

Caminaron la primera cuadra callados.
Estuve un poco mal, dijo Muv, pero no me pude contener.
Salvador sonrió. Estás loca, le dijo.
Te enojaste?
No, por qué me voy a enojar.
Y no sé. A lo mejor te molestó.
A mí? Qué me va a molestar. Fue un poco incómodo, nada más.
Sí. Muy incómodo pero bueno, ya está. Dos veces no va a pasar.
Se quedaron callados de nuevo. Muv pensaba. No dejaba de pensar.
Cuando veía a Joaquín no se sacaba la cara de Salvador de adentro de la cabeza. Y cuando estaba con Salvador, ni siquiera se acordaba de Joaquín, salvo que lo trajera desde el fondo del arcón de sus pensamientos. Entonces, le gustaba Joaquín o no? Si no lo tenía presente, si casi no lo recordaba cuando no lo veía: le gustaba o no?
Extrañó tener un amigo al que contarle esas cosas, un amigo que tradujera sus pensamientos a algo que ella pudiera entender. Pensó en contárselo a Salvador. Pensó en decirle que le gustaba alguien, sin dar demasiados detalles. Pero luego, se arrepintió.
Para qué voy a decirle una cosa así, si son cosas mías. Pajaritos que tengo en la cabeza. Ya se me va a pasar. Estoy embrujada o algo. Debo tener una macumba, alguna cosa que me hace ir por la vida con ganas de cagar todo, siempre, pensó.
Decidió seguir callada.


Compré una casa, dijo Salvador. Para nosotros. Hay que arreglarla un poco pero es una linda casa y desde el patio se puede ver el cielo. Podemos tener un perro y unas plantas con flores.
Lo dijo y se quedó callado, mientras caminaba.
Muv se quedó paralizada. Sintió que se quedaba sin aire. Se le llenaron los ojos de lágrimas.
Por qué siempre tengo que tener un quilombo en la cabeza. Por qué no te puedo querer bien, derechito, normal. Por qué, se recriminó mientras dejaba de tirar del brazo de Salvador para que se detuviera.
Te quiero, dijo Salvador en voz baja. Te quiero hasta cuando te ponés loca.
Se abrazaron más fuerte. Se quedaron parados en la mitad de la vereda.
Ay, me quiere. Me quiere. Me quiere en serio. No tengo dudas. Me quiere de verdad. Ahora lo siento, pensó y no pudo definir si lo que sentía era pánico o alegría.
Yo también, contestó Muv. Yo también. Pase lo que pase, yo te quiero.
Salvador cerró los ojos apretándolos. No quiero saber, se dijo. No, no quiero saber.