martes, junio 05, 2007

Barro

Lo pensó.
Sirvió cerveza en un vaso. Lo tomó apurada.
El vaso estaba mojado. Lo secó con una servilleta y después agarró otra, que mantuvo apretada en el puño.
Volvió a llenar el vaso y caminó, mirando a Silvina, decidida.
Esquivó a uno de los chicos que saltaba alrededor de su madre.
Siguió caminando.
Un paso más, dos. En el tercero, se dio vuelta para mirar a Salvador que jugaba entusiasmado porque iba ganando.
Cuarto paso y la escuchó decir: ¿Viste que lindo que es? El pelo así todavía le queda mejor.
Muv respiró profundo. Estiró el brazo. Giró la muñeca y sonrió.
Ay! gritó Silvina. ¿Qué hacés, pelotuda?
Todos se quedaron callados. Salvador se tapó los ojos.
El pelo de Silvina chorreaba cerveza. La pintura de los ojos se le había corrido. La ropa envaselinada, toda manchada.
Muv inclino la cabeza hacia la izquierda. Uy, dijo.
Perdonaaaaaaame. Casi me caigo!, dijo, hablando como una nenita. No te preocupes, no te preocupes. Yo te seco, le dijo.
Y le estampo la servilleta, con la mano abierta en el escote. Y el golpe de la palma contra el esternon de Silvina sonó clarito.
Leni se encerró en la cocina y desde afuera se escuchaban sus carcajadas.
Salvador miró a Pedro.
Me parece que mejor nos vamos, le dijo.
Yo no me voy a ningún lado, dijo Muv. Y se metió en la cocina.
Uno de los compañeros de trabajo de Pedro le dijo a la mujer: vos nunca hiciste algo así por mí.