jueves, junio 14, 2007

Tranquilo

Mientras escuchaba la voz de Joaquín que intentaba convencerla de cambiar su decisión, recordó las manos de Salvador. Las manos lastimadas de Salvador después de intentar dedicarse a hacer algo en la casa nueva y encontrarse una y otra vez con su torpeza manual.
Todas las frases de Joaquín incluían la conjugación del verbo convenir. "No me conviene que te vayas"; "no es conveniente hacer un cambio dentro de la estructura editorial"; "no le conviene a nadie que la revista cambie". Muv lo escuchaba y pensaba que no sabía si había sido una buena idea evadir cualquier pregunta respecto a su vida privada y dedicarse pura y exclusivamente a hablar de su trabajo para la editorial.
Cuando escuchó el "mientras no te arrepientas después, y vengas a pedir la escupidera porque tu proyecto personal se fue a los caños, todo bien. Cada uno sabe lo que elige.Ustedes son todas iguales" de Joaquín, supo que había tomado la decisión correcta.
Qué estoy haciendo acá. Qué le ví a este coso que no puede decir una cosa amable ni a punta de pistola. En qué estoy pensando. Cuántas veces vamos a empezar y empezar con Salvador. Tengo que hacerme cargo de mi vida, qué carajo. En este momento, mientras estoy acá, con este zanguango que dice frases de manual, Salvador está en la casa nueva. Hasta cuándo voy a pensar pelotudeces, por favor. Tendría que comprarme un burro para que me cagara a patadas, pensó Muv pero dijo: Se me hace tarde. Me tengo que ir.
Pensalo mejor, dijo Joaquín. Llamame la semana que viene y decime que decidiste.
Ya decidí, respondió Muv. No sigo trabajando para la revista. Cuando vuelva Esteban hablo con él.
Hablá conmigo. Te llamo la semana que viene, dijo Joaquín. Podemos llegar a un acuerdo. En unos días te llamo.
No, gracias dijo Muv y dejó un billete de cinco pesos sobre la mesa
Caminó hacia la calle sintiéndose liviana pero mientras salía volvió a escuchar el "te llamo" de Joaquín que la asustó un poco.
Llegó a la casa nueva, más rápido de lo que creyó.
Salvador ordenaba los listones de pinotea sobre el costado de una de las habitaciones.
Llegás tarde, le dijo con bastante preocupación.
Sí, un poquito, contestó Muv. Estuve pensando que podríamos poner una hamaca paraguaya en un costado de la galería. Para el verano.
No estaría mal, dijo Salvador.
Me gusta mucho nuestra casa. Nunca te lo digo. Es la casa más linda del mundo.
Já, dijo Salvador. Si parece Chechenia.
Que me importa. Vamos a vivir muchos años acá.
Salvador la miró. Qué hiciste, le preguntó. Tenés cara de haber hecho algo. Qué hiciste.
Renuncié a la editorial.
Uh, dijo Salvador. Justo ahora que nos endeudamos hasta las pelotas, Muv.
Muv lo miró. No me retes, le dijo.
Te gusta mucho el boludo ese, no? Para dejar el laburo, te debe gustar bastante.
Me quiero casar con vos, dijo Muv y Salvador se sobresaltó. Se quedó callado un rato.
Después de quince minutos, Muv se le acercó.
Qué decís. Te querés casar conmigo?
Vos me querés volver loco, le respondió. Venís con que te gusta un boludo y a la semana siguiente, me preguntás si me quiero casar con vos. Mirá, Muv: yo estaré muy enamorado pero no soy suicida. Pensá bien lo que querés porque este vaivén está terminando con mi paciencia.
Pero Salva.. dijo Muv, no ves que yo quiero estar con vos!
Salvador respiró profundo.
Vamos a hacer una cosa, le dijo, vamos a esperar un poco, no sé, hasta que la casa esté terminada. Y vamos a hacer un pacto. Hacé lo que quieras pero que yo no me entere, ok? Es mi única condición.
No voy a hacer nada, dijo Muv. Quedate tranquilo.
Parece que tranquilo no voy a poder estar nunca, le contestó.
Te lo prometo, pensó Muv pero no se lo dijo.
Se quedaron trabajando en la casa hasta tarde. Volvieron abrazados. Era una noche fría.