sábado, junio 16, 2007

Terror

Cuando llegó al dormitorio, Salvador ya se había acostado.
Se sacó la ropa rápidamente y se metió de un salto, en bombacha, en la cama. Se pegó al cuerpo de Salvador, que estiró un brazo para que apoyara la cabeza. Le dio un beso en el cuello.
Hoy no, dijo Salvador. Estoy muerto.
Te di un beso, nada más, dijo Muv y algo le tembló a la altura del estómago.
Jé, dijo Salvador. Ya sabemos como es esto. Empieza con un besito y... Perdoname. Hoy necesito descansar.
Todo bien, respondió Muv y se dio vuelta. Que duermas bien, le dijo.
Apagó la luz del velador.
Se dio cuenta, pensó. Se dio cuenta.
Se le agitó la respiración. Una vez más, tuvo ganas de salir corriendo. No encontraba posición cómoda y de tanto girar en la cama, terminó desarmando su lado de la cama.
Se levantó.
Caminó descalza por el living. A manotazos, encontró el atado de cigarrillos y el encendedor. Prendió un cigarrillo y se sentó en el sillón con las piernas encogidas.
Nunca le había gustado fumar a oscuras. Le parecía que la brasa del cigarrillo no pertenecía al cigarrillo que estaba fumando.
No tendría que haber dicho nada de Joaquín, pensó. Ay, Oma, cómo me gustaría que estuvieras viva. No tengo dónde esconderme ahora. Con las ganas que tengo de salir corriendo. Y no tengo adonde ir.
Se le congelaban los pies pero no hizo nada por abrigarse. Se sentía fea, torpe y hubiese preferido estar muerta a seguir viva y aunque exageraba, era algo que solía pasarle.
No supo cuanto tiempo había pasado desde que había salido de la cama. Ni siquiera podía contar las colillas de cigarrillos en la oscuridad.
Se estaba quedando dormida en el sillón, con los brazos cruzados sobre las tetas y una pierna sobre la otra, cuando Salvador le tocó el hombro.
Vos estás tarada? le preguntó. Qué hacés acá cagándote de frío?
No sé. No te quería molestar.
Ay, nena. Qué boluda que sos a veces. Volvé a la cama.
Muv tragó saliva y Salvador llegó a escuchar el ruido.
¿Estás llorando? le preguntó.
No, dijo Muv con un hilito de voz.
Salvador le pasó la mano por el hombro buscándole la cara. Subió por sus mejillas hasta acariciarle los ojos que estaban mojados.
Por qué lloras.
No sé, dijo Muv. Me dieron ganas.
Uff, dijo Salvador. Cómo puede ser.
Cómo puede ser qué, preguntó Muv aclarándose la garganta.
Cómo puede ser que cualquier cosa que pase vos la tomes como un advertencia de peligro, Muv. Volvé a la cama. Estoy cansado. Laburé todo el día en la oficina y en la casa nueva. Casi no me puedo mover. Entendeme un poco.
Yo te entiendo bien.
No, no entendés nada. Nunca. Vamos a dormir. Mañana hablamos.
Se dejó arrastrar por Salvador hasta la cama. Salvador la abrazó.
A Muv algo seguía temblándole a la altura del estómago.