Papá llegó a la casa nueva sin avisar.
Qué hacés Alfredo, dijo Salvador cuando abrió la puerta. Pasá. Muv no llegó todavía.
Mejor, tenía ganas de hablar con vos, dijo Papá y pasó de frente a Salvador, clavándole la vista.
Caminaron por el zaguán hasta la puerta de la primera habitación. Papá se acercó a la pared y golpeó con el puño dos veces sobre la pintura descascarada.
No se construye más así, dijo. Esta construcción no se consigue en ningún lado.
Ajá, dijo Salvador y caminó hasta la cocina. Tomás unos mates, ofreció.
No, gracias.
Papá entraba en las habitaciones. Con dos dedos y algo de desprecio, levantaba trapos y bolsas.
Acá hay humedad, dijo, pasando la mano por encima del zócalo del domitorio.
Es una mancha vieja, dijo Salvador asomándose.
Acá hay que picar. Decile a los albañiles que piquen.
Me dijeron que no hace falta.
Esto tiene humedad, che. Hacelo picar.
Está bien, dijo Salvador y se dio la vuelta. Algo le había sonado mal pero supuso una mala interpretación.
Te hago un café, querés, ofreció. Muv fue a comprar cosas para la casa. Ya le dije que no hace falta que compre adornos ahora, pero haceselo entender.
Papá no agregó nada. Salió al patio.
Esa enredadera la tenés que sacar, dijo. Se te llena la casa de bichos. Y cambiá las baldosas. Poné algo más moderno. No está mal la casita. Hay que hacerle mucho. Te la habrán vendido barata.
Salvador escuchaba desde la cocina. La palabra casita también le sonó mal y el "te la habrán vendido barata" le dió corriente eléctrica por el brazo.
Me oís, Salvador, dijo Papá, acercándose a la cocina.
Te oigo, Alfredo.
Anota en algún lado lo que te digo. Te vas a olvidar.
No. No me voy a olvidar.
Anotalo.
Salvador salió de la cocina.
No voy a anotar un carajo, pensó. Dio la vuelta y se metió en el baño.
Este baño no tiene buena ventilación. Compraste un extractor, me imagino.
Salvador se rascó la cara.
No, no compré.
Se va a llenar todo de hongos en tres meses. Comprá uno.
Ok, respondió Salva y se puso a rasquetear las paredes.
Estuvieron un rato sin hablar. Salvador trabajando y Papá recorriendo una y otra vez la casa, marcando detalles y dando directivas.
Salvador escuchaba y lijaba, escuchaba y barría. Hasta que no pudo escuchar más después de la crítica descarnada que Papá hizo hacia la ceramica del baño.
Voy a poner lo que me guste a mí, le contestó.
Bueno, bueno, no te pongas nervioso.
No estoy nervioso. De qué querías hablar conmigo.
Bueno... quería saber que planes tenés con mi hija, dijo Papá, parándose lejos de la puerta del baño.
Y por qué no le preguntás a tu hija?
Porque mi hija se cree cualquier cosa que vos le decís.
Salvador dejó de barrer, se limpió las manos en el pantalón y salió del baño.
Ah. Y? le preguntó.
Y eso. Que quiero saber cuál es el plan genial que tenés ahora con mi hija, así nos vamos preparando y no nos toma de sorpresa que se quiera ir a Indochina.
Salvador respiró. Calma, pensó. Ante todo mucha calma.
Si no te conociera de toda la vida, dijo Papá, sería el primero en decirle a Muv que esto no va a ir ni para atrás ni para adelante. Conociendote, no le puedo decir nada porque no me escucha.
Pensá lo que quieras, Alfredo. Mis planes sólo los tengo que comentar con Muv. No tengo nada que decirte. Si querés saber algo, le preguntás a tu hija. Esperala que ya debe estar por venir.
Cuándo se van a casar, dijo Papá, levantando el tono, o qué te crees que es mi hija.
Yo sé mejor que vos lo que es tu hija, dijo Salvador adelantándose un par de pasos en dirección a Papá.
Qué vas a conocer, dijo Papá. Si la conocieras no la cambiarías por la primera puta que se te regala. Hay que saber decir que no.
No me vengas a dar consejos de moral, vos, dijo Salvador avanzando un par de pasos más.
Papá también avanzó. No llegaron a entrar en contacto pero finalmente quedaron uno muy cerca del otro. Salvador apretaba los puños contra las piernas. Papá levantaba el mentón y lo miraba desafiante.
Llegó Muv.
Hola, Pá. Qué sorpresa, dijo y de inmediato los dos hombres se pusieron de frente a mirarla. Muv pasó un brazo por el hombro de Salvador. Con la otra mano le acarició la cara a Papá y le dio un beso.
Compre unas facturas riquísimas. Tomamos unos mates. Viste que linda la casa, Pá.
Vi, hi, dijo Papá.
Trabajaste mucho, Salva, preguntó Muv.
Sí, más o menos, contestó Salvador y se alejó de Papá y de Muv.
Pasó algo? le preguntó Muv a Papá.
Nada, hija. Nada.
Muv caminó hasta dónde estaba Salvador y repitió la pregunta.
No, todo bien, respondió Salvador.
Muv entró a la cocina. Si no pasó nada por qué tienen esa cara de culo, pensó.
Prefirió preparar el mate y mientras esperaba que se calentase el agua, les mostró una cortina de baño con círculos de plástico turquesas que ninguno de los dos miró.
Qué hacés Alfredo, dijo Salvador cuando abrió la puerta. Pasá. Muv no llegó todavía.
Mejor, tenía ganas de hablar con vos, dijo Papá y pasó de frente a Salvador, clavándole la vista.
Caminaron por el zaguán hasta la puerta de la primera habitación. Papá se acercó a la pared y golpeó con el puño dos veces sobre la pintura descascarada.
No se construye más así, dijo. Esta construcción no se consigue en ningún lado.
Ajá, dijo Salvador y caminó hasta la cocina. Tomás unos mates, ofreció.
No, gracias.
Papá entraba en las habitaciones. Con dos dedos y algo de desprecio, levantaba trapos y bolsas.
Acá hay humedad, dijo, pasando la mano por encima del zócalo del domitorio.
Es una mancha vieja, dijo Salvador asomándose.
Acá hay que picar. Decile a los albañiles que piquen.
Me dijeron que no hace falta.
Esto tiene humedad, che. Hacelo picar.
Está bien, dijo Salvador y se dio la vuelta. Algo le había sonado mal pero supuso una mala interpretación.
Te hago un café, querés, ofreció. Muv fue a comprar cosas para la casa. Ya le dije que no hace falta que compre adornos ahora, pero haceselo entender.
Papá no agregó nada. Salió al patio.
Esa enredadera la tenés que sacar, dijo. Se te llena la casa de bichos. Y cambiá las baldosas. Poné algo más moderno. No está mal la casita. Hay que hacerle mucho. Te la habrán vendido barata.
Salvador escuchaba desde la cocina. La palabra casita también le sonó mal y el "te la habrán vendido barata" le dió corriente eléctrica por el brazo.
Me oís, Salvador, dijo Papá, acercándose a la cocina.
Te oigo, Alfredo.
Anota en algún lado lo que te digo. Te vas a olvidar.
No. No me voy a olvidar.
Anotalo.
Salvador salió de la cocina.
No voy a anotar un carajo, pensó. Dio la vuelta y se metió en el baño.
Este baño no tiene buena ventilación. Compraste un extractor, me imagino.
Salvador se rascó la cara.
No, no compré.
Se va a llenar todo de hongos en tres meses. Comprá uno.
Ok, respondió Salva y se puso a rasquetear las paredes.
Estuvieron un rato sin hablar. Salvador trabajando y Papá recorriendo una y otra vez la casa, marcando detalles y dando directivas.
Salvador escuchaba y lijaba, escuchaba y barría. Hasta que no pudo escuchar más después de la crítica descarnada que Papá hizo hacia la ceramica del baño.
Voy a poner lo que me guste a mí, le contestó.
Bueno, bueno, no te pongas nervioso.
No estoy nervioso. De qué querías hablar conmigo.
Bueno... quería saber que planes tenés con mi hija, dijo Papá, parándose lejos de la puerta del baño.
Y por qué no le preguntás a tu hija?
Porque mi hija se cree cualquier cosa que vos le decís.
Salvador dejó de barrer, se limpió las manos en el pantalón y salió del baño.
Ah. Y? le preguntó.
Y eso. Que quiero saber cuál es el plan genial que tenés ahora con mi hija, así nos vamos preparando y no nos toma de sorpresa que se quiera ir a Indochina.
Salvador respiró. Calma, pensó. Ante todo mucha calma.
Si no te conociera de toda la vida, dijo Papá, sería el primero en decirle a Muv que esto no va a ir ni para atrás ni para adelante. Conociendote, no le puedo decir nada porque no me escucha.
Pensá lo que quieras, Alfredo. Mis planes sólo los tengo que comentar con Muv. No tengo nada que decirte. Si querés saber algo, le preguntás a tu hija. Esperala que ya debe estar por venir.
Cuándo se van a casar, dijo Papá, levantando el tono, o qué te crees que es mi hija.
Yo sé mejor que vos lo que es tu hija, dijo Salvador adelantándose un par de pasos en dirección a Papá.
Qué vas a conocer, dijo Papá. Si la conocieras no la cambiarías por la primera puta que se te regala. Hay que saber decir que no.
No me vengas a dar consejos de moral, vos, dijo Salvador avanzando un par de pasos más.
Papá también avanzó. No llegaron a entrar en contacto pero finalmente quedaron uno muy cerca del otro. Salvador apretaba los puños contra las piernas. Papá levantaba el mentón y lo miraba desafiante.
Llegó Muv.
Hola, Pá. Qué sorpresa, dijo y de inmediato los dos hombres se pusieron de frente a mirarla. Muv pasó un brazo por el hombro de Salvador. Con la otra mano le acarició la cara a Papá y le dio un beso.
Compre unas facturas riquísimas. Tomamos unos mates. Viste que linda la casa, Pá.
Vi, hi, dijo Papá.
Trabajaste mucho, Salva, preguntó Muv.
Sí, más o menos, contestó Salvador y se alejó de Papá y de Muv.
Pasó algo? le preguntó Muv a Papá.
Nada, hija. Nada.
Muv caminó hasta dónde estaba Salvador y repitió la pregunta.
No, todo bien, respondió Salvador.
Muv entró a la cocina. Si no pasó nada por qué tienen esa cara de culo, pensó.
Prefirió preparar el mate y mientras esperaba que se calentase el agua, les mostró una cortina de baño con círculos de plástico turquesas que ninguno de los dos miró.