sábado, junio 30, 2007

Pareja loca

Se despertó angustiada. En la sesión del día anterior había hablado de lo que prefiere no recordar. No era nada espantoso, simplemente la torturaba recordarlo. Y ella tiene, para las cosas malas, buena memoria.
Lo primero que le vino a la cabeza fueron una sucesión de palabras. Frases que alguna vez había tenido que escuchar de gente a la que ella no le había hecho daño alguno y que tampoco le había importado demasiado, pero que de souvenir, le habían dejado una frase tatuada en la memoria. La que encabezaba el top ten de las diez peores cosas que pueden decirsele a alguien era: "No te conforma saber que si ella no existiera, estaría con vos" y por supuesto esa "ella" no era Muv. La segunda era una especie de justificación de la ausencia, dicha por Rama, una semana antes de decirle adiós para siempre y sin aviso: "Si nos vemos todos los días ¿cómo te extraño?" y aunque a Rama lo había querido mucho, a la distancia, se le había convertido en otro de esos innombrables que se iba desdibujando con el paso de los días.
La tercera no la recordó claramente. Era una mezcla entre "espero algo mejor" y "sos poco para mí".
Salvador nunca dijo algo así, aclaró. La primera vez que nos vimos, ganamos todas las vueltas de la pareja loca.
¿Pareja loca? dijo la licenciada.
Sí. Era un juego que estaba muy de moda en mi escuela primaria. Se hacía una ronda intercalando una chica y un chico. Una pareja quedaba afuera, tenían que agarrarse de la mano. Después, daban una vuelta alrededor de la ronda y dónde les parecía, cortaban la ronda -siempre era soltar la mano de una de las parejas que formaba la ronda- y tenías que salir corriendo sin soltarte de la mano de tu compañero. La pareja que llegaba primero al hueco de la ronda, ganaba y la que llegaba después, tenía que volver a dar la vuelta para elegir a otra pareja y así poder ocupar su lugar.
Ajá, dijo la licenciada.
A mi me tocó al lado de Salvador. Era la nueva del colegio y Salvador, el petiso gordito que corría despacio. Teníamos once años. A mí no me importaba con quién me pudiera tocar jugar. Sólo quería jugar, que me dejaran participar del juego. Siempre nos cortaban a nosotros. Y pensaban que nos iban a ganar pero yo corría con fuerza. Más fuerte de lo que corrí nunca. Arrastraba a Salva, pobrecito, que llegaba casi sin aire. Pero bueno, ganamos todos las rondas. Nunca quedamos atrás. Y cuando terminó el recreo Salvador me preguntó si quería ser su amiga. Y yo no dudé. Le dije que sí. Y desde ese día somos amigos.
Vos arrastrabas a Salvador, entonces.
Sí. Hasta que en tercer año, más o menos, Salvador empezó a crecer. Y creció tanto que era el último de la fila. Y se puso flaco, flaco, flaco. Y todas nuestas compañeras se lo querían transar, los sábados en el boliche. Y Salvador me arrastraba a mí, para salir.
Por qué no salías?
Porque justo se había muerto el Opa. Y yo estaba muy triste y prefería quedarme con Oma los fines de semana.
Pero Salvador no te dejaba.
No. Me iba a buscar y me acompañaba de vuelta. Y se quedaba, con la Oma y conmigo, hasta que se hacía de día, otra vez. La Oma dejó de dormir, casi tres meses. Dormía sentanda en una silla o en la galería pero no se acostaba en su cama. Volvió a dormir en su cama, un día que Salva y yo, nos quedamos dormidos en su dormitorio. Para que mi papá no se enojara, la Oma se acostó al lado nuestro. Y, obvio, la venció el sueño y se durmió.
¿Alguna vez le dijiste a Salvador lo que querés? preguntó la licenciada.
Explícitamente, nunca. Pero él se da cuenta solo.
¿No te parece que alguna vez le tendrías que decir claramente lo que querés? Es dificil adivinar, Mabel.
Y salió de terapia con esa pregunta rebotándole en la cabeza. Y con el rebote sin cesar se fue a dormir. Y soñó que estaba viajando en un taxi, con Salvador y que Salvador bajaba y le pedía que lo esperara allí. El tiempo pasaba. El taxista se daba y riendo, le aseguraba que Salvador no volveria.Cuando se despertó, el Salvador del sueño no había vuelto pero el de la vida real, dormía ahí, abrazado a la almohada.
Por eso se levantó angustiada. Y cuando Salvador se fue a trabajar, se sentó a escribirle una carta que decía:

"Ya casi ni te escribo pero lo que te escribo hoy, no me va a salir mientras hablamos. Por favor, prometeme que nunca nunca nunca vas a hablar sin pensar . Y que nunca nunca nunca más me vas a lastimar. Y que pase lo que pase, siempre me vas a querer bien porque eso es lo único que necesito. Yo te prometo que cada día te voy a querer mejor. Y que voy a ser mejor. Te lo prometo.
Te pido estas cosas por escrito para que te quede un documento. No me lastimes porque me duele.
Te quiero (mejor que antes)
Muv."

Cuando releyó la carta, le dió vergüenza. Puta que sos cursi cuando querés, se dijo.
La carta terminó rota en pedacitos muy pequeños dentro de la bolsa de basura.





miércoles, junio 27, 2007

Doméstica

Desde hace un buen tiempo, Muv aprovecha las mañanas. Después de que Salvador sale para la oficina, en su nuevo rol de desempleada-ama de casa, con dos alumnos particulares que vienen a preparar Lengua y Literatura de segundo año, dedica casi todas las mañanas a la casa.
A veces, cuando Salvador se queda dormido, lo despierta, saltando en la cama, al grito: Es tarde, es tarde, te tenés que ir.
Y Salvador a medio despertar, se lava la cara y los dientes, se mete dentro de la ropa de oficina y sale, después de darle un beso en la boca en la puerta.
Después de que Muv escucha a Salvador cerrando la puerta reja y el sonido del ascensor funcionando, corre hasta el equipo de música.
Sintoniza una radio de música en castellano. Algo que pueda cantar a voz en cuello mientras pone a funcionar el lavarropas o tiende la cama o plancha.
Y canta. Mientras trabaja en casa, canta. Algo que no se permitiría en ningún sitio, ni con ninguna compañía y que la haría morir de vergüenza si de imprevisto, Salvador volviera a buscar algo olvidado.
Mientras se viste, tararea viejos éxitos, boleros, música romántica.
Cada dos por tres, escucha alguna canción que le recuerda su infancia y no puede evitar dar un minirecital a solas.
Parada de espaldas a la ventana que da a la calle, dónde sabe que nadie puede verla, endereza la espalda, se suelta el pelo y canta, usando lo que tenga a mano como micrófono.
Camina por el departamento, bailando, cantando y haciendo muecas. Se mira al espejo e imagina un primer plano y canta, acercandose el micrófono inventado a la boca, se pone de costado, mueve la cabeza y deja que el pelo le pegue en la cara y en la espalda.
Cuando termina el tema, agradece.
En mi próxima vida, voy a hacer una gran estrella de la canción, asegura.
Después, saca la ropa del lavarropas, ya centrifugada y subida a una banqueta, la cuelga del tender.
Mejor no dejo tantas cosas para la próxima vida. No me va a alcanzar para nada, piensa y pone a hervir unos zapallitos.





martes, junio 26, 2007

Clon

Volvió caminando al trabajo en plena hora de almuerzo. Tenía hambre. En lugar de comer algo, pasó los cuarenta minutos esperando en la fila para comprar entradas para un recital.
Mientras volvía pensó: Si por lo menos viniera The Cure...
Durante la mañana había hablado con el plomero y el electricista. Estaba harto de tener que llamarlos para que definieran cuándo terminarían su trabajo. A él, nadie lo llamaba para que hiciera el suyo. La puta madre, dijo, cuando cortó. Otra semana más.
No supo por qué, mientras caminaba por la calle, recordó a Aldana. No había llegado a ser su novia. Habían salido un par de veces, unos meses antes de que se decidieran a empezar con Muv. Aldana era divertida. Lo hacía reír, la pasaba bien con ella. No era hermosa. De hecho, fue una de las más feas con las que anduvo pero tenía algo, lo que las minas llaman "personalidad" y los tipos no nombran, que la hacía adorable.
Y tuvo su buena dosis de paciencia con él. Soportó tres plantones, dos semanas de ausencia y la disolución definitiva de los llamados telefónicos. Y la excusa repetida fue siempre la misma: Es mi amiga y no está bien.
Hasta que un día, como es claro, Aldana se cansó de esperar y dejó de llamarlo, de insistirle para verlo y de a poco, fue desapareciendo hasta que se volvió completamente inexistente.
Aldana no fue la única. Había otras, de algunas ni siquiera recordaba las caras exactamente. Pero esa tarde, volviendo de comprar las entradas y porque una chica que estaba dos personas delante de él, en la fila, se le parecía un poco, no podría sacársela de la cabeza.
Por un rato, le pareció que Aldana era alguien del pasado, del pasado más remoto. Y sin embargo, habían pasado sólo dos años. Y no era que la extrañara, sino que simplemente, sobre todo cuando a Muv se le dio por irse, se preguntó, en más de una ocasión, que hubiese pasado si...
Era divertida, si, afirmó mientras la recordaba, pero nunca fue Muv. A Muv te dan ganas de abrazarla, de matarla, de volverla a abrazar y de salir corriendo.
Se sorprendió al encontrarse dialogando con sí mismo.
Qué salir corriendo, se contestó. Estás arreglando una casa para vivir con Muv, perdiste una hora de almuerzo por sacar las entradas de la banda que sólo a ella le gusta, dejate de joder.
Se sonrió.
Entregate, Salvador. Estás enamorado, pelotudo, se volvió a decir. Aunque siempre te quede la duda de qué hubiera pasado si en lugar de boludear con Aldana, le hubieses dado la importancia que merecía. En otra vida, macho. En otra vida.
Qué habrá sido de su vida, no? se preguntó. Se habrá casado, tendrá hijos, una carrera sólida y una casa terminada?
A quién le importa, le dijo su voz interior.
Entró al edificio y se cruzó con uno de Cobranzas.
Cómo andás, le preguntó el tipo.
Bien, dijo Salvador, bien.
Y mintió. En realidad pensaba en lo bien que le hubiese venido tener un clon.





viernes, junio 22, 2007

Gritar

Y después de toda esta historia de separaciones y desencuentros con los hombres, por qué la opción fue Salvador para vos, preguntó la licenciada.
Muv pensó un rato.
Además de que porque lo quiero mucho y lo conozco de toda la vida, repreguntó mirando la moldura del techo.
Además, respondió la licenciada.
Muv volvió a pensar.
Bueno, porque Salvador nunca fue uno de esos boludos que perseguía minas hasta lo incansable para después aclararles que no quería ponerse de novio.
Salvador tiene destino de novio, entonces.
No, dijo Muv. Salvador era -es, todavía- un tipo piola, contra lo que pueda pensar todo el mundo. Nunca necesitó muchas aclaraciones. El conocía a alguien y mientras la pasaba bien, seguía. A mi me pasaba todo lo contrario. Yo lo pasaba bien una vez. El resto del tiempo, la paría. A veces, mientras eramos amigos, comparábamos las cosas que nos pasaban. Yo le contaba que había salido con uno cualquiera, un par de veces y que a la segunda vez de vernos, ese cualquiera empezaba a aclararme que no quería nada serio conmigo. Salvador se preguntaba cómo había tipos tan boludos.
Y cómo puede ser que alguien tenga el tupé de decirte, de buenas a primeras, que no quiere nada serio con vos?
No sé. La que debe tener destino de novia soy yo o mucha cara de boluda, respondió y se le escapó una sonrisa socarrona. Como sea, yo quise ser la novia de muy pocos tipos. De dos o tres, nomás y lo fui, a pesar de mí.
A pesar tuyo?
A pesar de mí. Porque aunque quería, hacía todo lo posible porque no sucediera y sin embargo, esos siempre me ganaban. Las tres veces importantes terminé ennoviada. Por eso me llamaba la atención que los otros, esos con los que yo no quería mucho más que coger o ir al cine, los cualquiera, no se diesen cuenta que yo no apostaba una sola ficha en ellos. A lo mejor no se notaba tanto como yo creía. A lo mejor, tendría que haberlo dicho claramente alguna vez.
Qué querías decirles y no les decías?
Al principio, sólo se los quería decir. El último tiempo se los quería gritar.
Qué les querías gritar?
Que no quería ser la novia de nadie. Que lo único que pretendía era pasar un rato agradable, con alguien que me tratara bien, que me tratara todo lo bien que no me habían tratado.
Y por qué no lo gritaste?
Porque confiaba en que lo iban a notar. Pero nunca se notó. No sé. Los sobreestimaba un poco.
Y a Salvador qué le querés gritar?
No le quiero gritar nada.
Y entonces, qué querés con Salvador?
No sé. Quiero todo. Un poco de vida linda. Eso, nada más.
Dejamos acá, dijo la licenciada y se levantó del sillón.


Mamá

¿Se está portando bien? preguntó Mamá, mientras tomaban el té de las cinco.
Muv supo de inmediato a qué se refería Mamá con la pregunta y prefería no entrar en discusiones. El único tema posible de conversación cada vez que estaban solas era el nivel de fidelidad de Salvador.
Quién, preguntó Muv, usando toda su capacidad para hacerse la tonta.
Salvador, Muv. Quién va a ser. No se mandó ninguna macana nueva, no? Se lo ve más maduro. Como si hubiera sentado cabeza, cosa que no te vendría nada mal tomar como ejemplo y terminar con la pavada de una vez.
Muv pensó en la última frase. Pensó en el tiempo que había pasado desde la última vez que Mamá le había dicho que hacía algo bien. No pudo recordar cuándo fue esa última vez.
Tenés que hacerte algo en el pelo. No sé. Andás toda desarreglada.
Muv agachó la cabeza. Esperaba que llegara Emilia de un momento a otro pero su hermana no aparecía. Con Emilia, la charla era más fácil porque es la favorita de mamá.
Tenés una fijación con afearte, siguió mamá. Por suerte, se te terminó esa manía de comerte los dedos porque tus manos eran un de-sas-tre. Al menos, para eso sirvió ese viaje loco que se te ocurrió.
Muv arqueó las cejas, cerró los ojos y se rascó la nariz.
Si querés el fin de semana vamos a comprar ropa, para que cambies un poco ese aspecto de pibito que tenés, ofreció Mamá.
A mi me gusta, má, dijo Muv y succionó con fuerza para tomar licuado de durazno.
Sí, sí. A vos te gusta pero a un hombre no se lo conquista así. Tenés que ser más viva, Muv. Si no lo cuidas vos, te lo va a sacar cualquier otra.
Salvador tiene voluntad propia. Va a hacer lo que quiera aunque yo me empeñe en que no lo haga.
Estás equivocada. Sos vos la que tiene que conseguir que haga lo que vos quieras, sin que él se avive. Tenés que ser más viva, no te digo.
Muv mordió un scon. Empezó a mirar a su mamá. El pelo rubio recién teñido, la postura hiperderecha, las uñas pintadas, el maquillaje perfecto.
Nunca voy a ser como vos, mamá, pensó con pena. Nunca voy a ser la hija modelo.
Tenés que entender que Salvador es un muchacho lindo, medio cabeza hueca pero trabajador y de buen corazón. Cualquier chica, de esas que están solas, daría cualquier cosa por engancharlo.
Sí, má. Yo sé perfectamente cómo es Salvador.
Bueno, entonces, defendelo de las otras.
No puedo pasarme la vida pensando en las otras, mamá, dijo Muv, un poco cansada de escuchar a su madre.
Bueno, hacé lo que quieras. Después no vengas llorando porque Salvador te engaña con otra. Escuchá lo que te digo que te va a servir.
No te quiero escuchar, dijo Muv. No me sirve lo que me decís porque yo no soy como vos. Y justo, justo, lo que tengo parecido es lo que más odio de mí.
Mamá se quedó callada. Estiró un poco más el cuello y reacomodó la columna. Tomó un sorbo de té y volvió a dejar la taza sobre el plato.
Todo lo que te digo, Mabel, es para tu bien. Para que vos no sufras. Creo que te olvidaste que estás hablando con tu madre, asi que no te pases.
Muv vio a Emilia entrando al bar.
Yo no me paso. Vos tampoco te pases. Yo no soy un desastre como vos querés creer, mamá.
Emilia saludó. Se sentó.
Ya están peleando?
Y sí. Con tu hermana nunca se puede hablar, dijo mamá.
Y sí, dijo Muv. Con tu vieja si no se discute, no se puede hablar.
Uy, mamá, siempre lo mismo. Por qué no la dejás tranquila a Muv de una vez. Y vos, Muv. Sos grande. Dejá de pelear con mamá de una vez. Ustedes son como la izquierda y los yanquis. No pueden vivir una sin la otra.
Emilia pidió un submarino. Mamá y Muv no volvieron a dirigirse la palabra pero se despidieron con un beso y cuando llegaron a casa, hablaron por teléfono.



jueves, junio 21, 2007

Machos

Papá llegó a la casa nueva sin avisar.
Qué hacés Alfredo, dijo Salvador cuando abrió la puerta. Pasá. Muv no llegó todavía.
Mejor, tenía ganas de hablar con vos, dijo Papá y pasó de frente a Salvador, clavándole la vista.
Caminaron por el zaguán hasta la puerta de la primera habitación. Papá se acercó a la pared y golpeó con el puño dos veces sobre la pintura descascarada.
No se construye más así, dijo. Esta construcción no se consigue en ningún lado.
Ajá, dijo Salvador y caminó hasta la cocina. Tomás unos mates, ofreció.
No, gracias.
Papá entraba en las habitaciones. Con dos dedos y algo de desprecio, levantaba trapos y bolsas.
Acá hay humedad, dijo, pasando la mano por encima del zócalo del domitorio.
Es una mancha vieja, dijo Salvador asomándose.
Acá hay que picar. Decile a los albañiles que piquen.
Me dijeron que no hace falta.
Esto tiene humedad, che. Hacelo picar.
Está bien, dijo Salvador y se dio la vuelta. Algo le había sonado mal pero supuso una mala interpretación.
Te hago un café, querés, ofreció. Muv fue a comprar cosas para la casa. Ya le dije que no hace falta que compre adornos ahora, pero haceselo entender.
Papá no agregó nada. Salió al patio.
Esa enredadera la tenés que sacar, dijo. Se te llena la casa de bichos. Y cambiá las baldosas. Poné algo más moderno. No está mal la casita. Hay que hacerle mucho. Te la habrán vendido barata.
Salvador escuchaba desde la cocina. La palabra casita también le sonó mal y el "te la habrán vendido barata" le dió corriente eléctrica por el brazo.
Me oís, Salvador, dijo Papá, acercándose a la cocina.
Te oigo, Alfredo.
Anota en algún lado lo que te digo. Te vas a olvidar.
No. No me voy a olvidar.
Anotalo.
Salvador salió de la cocina.
No voy a anotar un carajo, pensó. Dio la vuelta y se metió en el baño.
Este baño no tiene buena ventilación. Compraste un extractor, me imagino.
Salvador se rascó la cara.
No, no compré.
Se va a llenar todo de hongos en tres meses. Comprá uno.
Ok, respondió Salva y se puso a rasquetear las paredes.
Estuvieron un rato sin hablar. Salvador trabajando y Papá recorriendo una y otra vez la casa, marcando detalles y dando directivas.
Salvador escuchaba y lijaba, escuchaba y barría. Hasta que no pudo escuchar más después de la crítica descarnada que Papá hizo hacia la ceramica del baño.
Voy a poner lo que me guste a mí, le contestó.
Bueno, bueno, no te pongas nervioso.
No estoy nervioso. De qué querías hablar conmigo.
Bueno... quería saber que planes tenés con mi hija, dijo Papá, parándose lejos de la puerta del baño.
Y por qué no le preguntás a tu hija?
Porque mi hija se cree cualquier cosa que vos le decís.
Salvador dejó de barrer, se limpió las manos en el pantalón y salió del baño.
Ah. Y? le preguntó.
Y eso. Que quiero saber cuál es el plan genial que tenés ahora con mi hija, así nos vamos preparando y no nos toma de sorpresa que se quiera ir a Indochina.
Salvador respiró. Calma, pensó. Ante todo mucha calma.
Si no te conociera de toda la vida, dijo Papá, sería el primero en decirle a Muv que esto no va a ir ni para atrás ni para adelante. Conociendote, no le puedo decir nada porque no me escucha.
Pensá lo que quieras, Alfredo. Mis planes sólo los tengo que comentar con Muv. No tengo nada que decirte. Si querés saber algo, le preguntás a tu hija. Esperala que ya debe estar por venir.
Cuándo se van a casar, dijo Papá, levantando el tono, o qué te crees que es mi hija.
Yo sé mejor que vos lo que es tu hija, dijo Salvador adelantándose un par de pasos en dirección a Papá.
Qué vas a conocer, dijo Papá. Si la conocieras no la cambiarías por la primera puta que se te regala. Hay que saber decir que no.
No me vengas a dar consejos de moral, vos, dijo Salvador avanzando un par de pasos más.
Papá también avanzó. No llegaron a entrar en contacto pero finalmente quedaron uno muy cerca del otro. Salvador apretaba los puños contra las piernas. Papá levantaba el mentón y lo miraba desafiante.
Llegó Muv.
Hola, Pá. Qué sorpresa, dijo y de inmediato los dos hombres se pusieron de frente a mirarla. Muv pasó un brazo por el hombro de Salvador. Con la otra mano le acarició la cara a Papá y le dio un beso.
Compre unas facturas riquísimas. Tomamos unos mates. Viste que linda la casa, Pá.
Vi, hi, dijo Papá.
Trabajaste mucho, Salva, preguntó Muv.
Sí, más o menos, contestó Salvador y se alejó de Papá y de Muv.
Pasó algo? le preguntó Muv a Papá.
Nada, hija. Nada.
Muv caminó hasta dónde estaba Salvador y repitió la pregunta.
No, todo bien, respondió Salvador.
Muv entró a la cocina. Si no pasó nada por qué tienen esa cara de culo, pensó.
Prefirió preparar el mate y mientras esperaba que se calentase el agua, les mostró una cortina de baño con círculos de plástico turquesas que ninguno de los dos miró.


sábado, junio 16, 2007

Terror

Cuando llegó al dormitorio, Salvador ya se había acostado.
Se sacó la ropa rápidamente y se metió de un salto, en bombacha, en la cama. Se pegó al cuerpo de Salvador, que estiró un brazo para que apoyara la cabeza. Le dio un beso en el cuello.
Hoy no, dijo Salvador. Estoy muerto.
Te di un beso, nada más, dijo Muv y algo le tembló a la altura del estómago.
Jé, dijo Salvador. Ya sabemos como es esto. Empieza con un besito y... Perdoname. Hoy necesito descansar.
Todo bien, respondió Muv y se dio vuelta. Que duermas bien, le dijo.
Apagó la luz del velador.
Se dio cuenta, pensó. Se dio cuenta.
Se le agitó la respiración. Una vez más, tuvo ganas de salir corriendo. No encontraba posición cómoda y de tanto girar en la cama, terminó desarmando su lado de la cama.
Se levantó.
Caminó descalza por el living. A manotazos, encontró el atado de cigarrillos y el encendedor. Prendió un cigarrillo y se sentó en el sillón con las piernas encogidas.
Nunca le había gustado fumar a oscuras. Le parecía que la brasa del cigarrillo no pertenecía al cigarrillo que estaba fumando.
No tendría que haber dicho nada de Joaquín, pensó. Ay, Oma, cómo me gustaría que estuvieras viva. No tengo dónde esconderme ahora. Con las ganas que tengo de salir corriendo. Y no tengo adonde ir.
Se le congelaban los pies pero no hizo nada por abrigarse. Se sentía fea, torpe y hubiese preferido estar muerta a seguir viva y aunque exageraba, era algo que solía pasarle.
No supo cuanto tiempo había pasado desde que había salido de la cama. Ni siquiera podía contar las colillas de cigarrillos en la oscuridad.
Se estaba quedando dormida en el sillón, con los brazos cruzados sobre las tetas y una pierna sobre la otra, cuando Salvador le tocó el hombro.
Vos estás tarada? le preguntó. Qué hacés acá cagándote de frío?
No sé. No te quería molestar.
Ay, nena. Qué boluda que sos a veces. Volvé a la cama.
Muv tragó saliva y Salvador llegó a escuchar el ruido.
¿Estás llorando? le preguntó.
No, dijo Muv con un hilito de voz.
Salvador le pasó la mano por el hombro buscándole la cara. Subió por sus mejillas hasta acariciarle los ojos que estaban mojados.
Por qué lloras.
No sé, dijo Muv. Me dieron ganas.
Uff, dijo Salvador. Cómo puede ser.
Cómo puede ser qué, preguntó Muv aclarándose la garganta.
Cómo puede ser que cualquier cosa que pase vos la tomes como un advertencia de peligro, Muv. Volvé a la cama. Estoy cansado. Laburé todo el día en la oficina y en la casa nueva. Casi no me puedo mover. Entendeme un poco.
Yo te entiendo bien.
No, no entendés nada. Nunca. Vamos a dormir. Mañana hablamos.
Se dejó arrastrar por Salvador hasta la cama. Salvador la abrazó.
A Muv algo seguía temblándole a la altura del estómago.


viernes, junio 15, 2007

Sesión

Me parece que hago todo lo posible por ser infeliz, dijo Muv recostada en el diván. A veces, ni yo sé por qué me quiere Salvador.
Por qué creés que te quiere, preguntó la licenciada.
No tengo la menor idea. Si fuera él, no me querría nada.
Pero parece que él te quiere aún a pesar tuyo, intervino la licenciada.
Sí, pero algún día se va a dar cuenta.
De qué?
De todo.
Tratemos de echar un poco de luz sobre este asunto: Qué es todo.
Todo, todo lo que soy yo. Soy egoísta, miedosa, estoy siempre dudando, tiendo a la melancolía y el llanto. Me metí en la cama dos veces y salí despues de seis meses. Puedo pasarme días y días llorando. Muchas cosas me dan vergüenza y no puedo decir las cosas que siento de manera directa, dijo Muv todo de corrido. Y este mundo está lleno de mujeres mucho mejores que yo.
Salvador no sabe nada de esto, entonces. Lo tenés engañado.
No. Lo sabe todo.
Sí. Y aún así te quiere y tiene un proyecto con vos.
Sí.
Y vos querés un proyecto con él?
Sí. Al menos quiero tener la oportunidad de seguir con algo que nunca termina de empezar por mi culpa. Pero a veces me da tanto miedo de que se despierte y se de cuenta de que yo no soy todo eso que él cree, que me dan ganas de llorar.
De llorar por qué?
Porque lo voy a arruinar todo. Como siempre. Lo voy a arruinar yo.
Nos vemos la próxima, dice la licenciada. Muv mira el reloj.




jueves, junio 14, 2007

Tranquilo

Mientras escuchaba la voz de Joaquín que intentaba convencerla de cambiar su decisión, recordó las manos de Salvador. Las manos lastimadas de Salvador después de intentar dedicarse a hacer algo en la casa nueva y encontrarse una y otra vez con su torpeza manual.
Todas las frases de Joaquín incluían la conjugación del verbo convenir. "No me conviene que te vayas"; "no es conveniente hacer un cambio dentro de la estructura editorial"; "no le conviene a nadie que la revista cambie". Muv lo escuchaba y pensaba que no sabía si había sido una buena idea evadir cualquier pregunta respecto a su vida privada y dedicarse pura y exclusivamente a hablar de su trabajo para la editorial.
Cuando escuchó el "mientras no te arrepientas después, y vengas a pedir la escupidera porque tu proyecto personal se fue a los caños, todo bien. Cada uno sabe lo que elige.Ustedes son todas iguales" de Joaquín, supo que había tomado la decisión correcta.
Qué estoy haciendo acá. Qué le ví a este coso que no puede decir una cosa amable ni a punta de pistola. En qué estoy pensando. Cuántas veces vamos a empezar y empezar con Salvador. Tengo que hacerme cargo de mi vida, qué carajo. En este momento, mientras estoy acá, con este zanguango que dice frases de manual, Salvador está en la casa nueva. Hasta cuándo voy a pensar pelotudeces, por favor. Tendría que comprarme un burro para que me cagara a patadas, pensó Muv pero dijo: Se me hace tarde. Me tengo que ir.
Pensalo mejor, dijo Joaquín. Llamame la semana que viene y decime que decidiste.
Ya decidí, respondió Muv. No sigo trabajando para la revista. Cuando vuelva Esteban hablo con él.
Hablá conmigo. Te llamo la semana que viene, dijo Joaquín. Podemos llegar a un acuerdo. En unos días te llamo.
No, gracias dijo Muv y dejó un billete de cinco pesos sobre la mesa
Caminó hacia la calle sintiéndose liviana pero mientras salía volvió a escuchar el "te llamo" de Joaquín que la asustó un poco.
Llegó a la casa nueva, más rápido de lo que creyó.
Salvador ordenaba los listones de pinotea sobre el costado de una de las habitaciones.
Llegás tarde, le dijo con bastante preocupación.
Sí, un poquito, contestó Muv. Estuve pensando que podríamos poner una hamaca paraguaya en un costado de la galería. Para el verano.
No estaría mal, dijo Salvador.
Me gusta mucho nuestra casa. Nunca te lo digo. Es la casa más linda del mundo.
Já, dijo Salvador. Si parece Chechenia.
Que me importa. Vamos a vivir muchos años acá.
Salvador la miró. Qué hiciste, le preguntó. Tenés cara de haber hecho algo. Qué hiciste.
Renuncié a la editorial.
Uh, dijo Salvador. Justo ahora que nos endeudamos hasta las pelotas, Muv.
Muv lo miró. No me retes, le dijo.
Te gusta mucho el boludo ese, no? Para dejar el laburo, te debe gustar bastante.
Me quiero casar con vos, dijo Muv y Salvador se sobresaltó. Se quedó callado un rato.
Después de quince minutos, Muv se le acercó.
Qué decís. Te querés casar conmigo?
Vos me querés volver loco, le respondió. Venís con que te gusta un boludo y a la semana siguiente, me preguntás si me quiero casar con vos. Mirá, Muv: yo estaré muy enamorado pero no soy suicida. Pensá bien lo que querés porque este vaivén está terminando con mi paciencia.
Pero Salva.. dijo Muv, no ves que yo quiero estar con vos!
Salvador respiró profundo.
Vamos a hacer una cosa, le dijo, vamos a esperar un poco, no sé, hasta que la casa esté terminada. Y vamos a hacer un pacto. Hacé lo que quieras pero que yo no me entere, ok? Es mi única condición.
No voy a hacer nada, dijo Muv. Quedate tranquilo.
Parece que tranquilo no voy a poder estar nunca, le contestó.
Te lo prometo, pensó Muv pero no se lo dijo.
Se quedaron trabajando en la casa hasta tarde. Volvieron abrazados. Era una noche fría.



Renunciar

Lo había pensado todo y lo había pensado bien.
Salió temprano el lunes con la decisión tomada. Iba a hablar con Esteban. Iba a dejar de escribir para la revista y sanseacabó.
Si todo lo que quería era una vida normal, como la de la gente normal, que tiene una casa, una pareja y en algún momento unos hijos, tenía que dejar de sentir cosas por cualquier desconocido que se le cruzaba.
Normal, dijo. Eso quiero ser. Quiero ser normal. Conformarme con mi vida, quedarme con Salvador hasta que seamos viejos. Hacer la comida y regar las plantas. Escribir mis cosas en cuadernos que algún día, después de que me muera, puedan encontrar mis hijos y saber qué cosas escribía su madre. Eso y nada más. Lo mismo que tiene todo el mundo. Exactamente lo mismo.
Se repetía todo eso mientras iba en el colectivo. Tenía un nudo en la garganta y se contradecía a cada rato pero estaba decidida.
Bajó del colectivo y caminó con paso firme.
Entró a la editorial y , esta vez, sin hacerse anunciar, después de saludar, fue hasta el ascensor.
Bajó en el piso dónde bajó cada vez que fue a buscar sus libros.
Llegó hasta la oficina de Esteban y no lo encontró. Caminó hasta el escritorio de Joaquín.
Qué tal, dijo. Necesito hablar con Esteban, sabés por dónde anda?
Está de vacaciones, respondió Joaquín. Qué necesitás.
Necesito hablar con él, dijo Muv.
Por qué asunto es. Podés hablar conmigo si es urgente.
Una pila de libros actuaba como muralla sobre el escritorio de Joaquín.
Muv se agarró con las dos manos de la tira del morral.
No voy a trabajar más para ustedes, dijo casi sin respirar.
Joaquín despegó la vista de la computadora.
Por qué, le preguntó y Muv no esperaba esa pregunta de Joaquín.
Se quedó callada.
Te ofrecieron otro trabajo, aseguró Joaquín.
No, no. No es eso, dijo Muv clavando la vista en el piso.
Entonces qué es. Es por los libros que te doy, le preguntó e intentó explicarle que las revistas para mujeres son así, que hay pocas cosas que valgan la pena y Muv sintió que se le subía la sangre a la cabeza al subestimar tanto su trabajo.
Tampoco. No es por eso. Si bien no son los libros que más me gustan leer y comentar, es trabajo y está todo bien. Pero no puedo trabajar más acá por motivos personales. Cuándo vuelve Esteban? Prefiero hablarlo con él, se escabulló, prometiéndose inventar una excusa convincente luego.
Comenzo a retroceder una vez que Joaquín se paró y caminó en su dirección.
Tomemos un café, le dijo y Muv dio un paso más hacia atras. No te voy a morder, te lo prometo.
Joaquín le sonrió. Le sonrió por primera vez en muchos meses.
Muv bajó en el ascensor mirando el piso.
Joaquín jugaba con las llaves.
Caminaron hasta el bar de la esquina. Se sentaron en una mesa, lejos de las ventanas.
Muv estaba temblando. Las manos de Joaquín estaban sobre la mesa y fue recién ahí, dónde vio la alianza en el anular que la hizo volver a mirar el piso que se dejaba ver entre las mesas.
Cuál es tu motivo personal, le preguntó Joaquín sin anestesia. Te puedo escuchar y entender. Me estoy separando.
El mozo llegó con el café con leche y la seven up.
Muv dijo gracias y pensó que Joaquín apareció justo cuando ella menos lo necesitaba.
Le costó comenzar a hablar. Respondía con monosílabos y negó de plano cualquier crisis de pareja mirándolo firmemente a los ojos.
Entonces, por qué no querés seguir trabajando con nosotros, dijo Joaquín.
Por que no puedo, respondió Muv y de haber podido, hubiese hundido la cara dentro de la taza de café con leche.
Hasta que no me expliqués por qué, de acá no te vas, le dijo Joaquín.
Esto debería haber pasado antes, pensó Muv, mucho antes.






domingo, junio 10, 2007

Carcelero

Llevaban buena parte de la mañana despiertos.
No se habían levantado.
Habían hecho el amor -porque desde que conformaban una pareja comprometida ya no cogían sino que hacían el amor - y habían hablado un poco pero en algún momento entre somnolientos y cansados habían quedado en silencio.
Hay algo que tenés que saber, dijo Muv dándole la espalda a Salvador.
Salvador cambió de posición y abrazándola desde atrás, calcó con su cuerpo la curvatura de la columna de Muv.
Qué, preguntó.
Muv suspiró.
Antes que nada, tenés que saber que es sólo una cosa que me pasa a mí y que en la realidad no hay nada, aclaró.
Me va a dar una patada en el orto, pensó Salvador y se quedó callado.
No sé por qué, dijo Muv, te juro que no sé por qué siento que Joaquín me atrae mucho.
Quién es Joaquín, dijo Salvador ajustándose más al cuerpo de Muv.
El forro de los libros, respondió Muv, acariciándole los antebrazos.
Estás caliente con ese forro, dijo Salvador, soltándole la cintura y quedando de espaldas contra el colchón.
No, dijo Muv, dándose vuelta y quedando en la misma posición que Salvador. No estoy caliente. Yo no estoy pensando en acostarme con nadie más que con vos. Pero me gusta. Y no sé por qué, porque no me lo banco.
Salvador cerró los ojos.
No quiero saber, le dijo. Si me vas a cortar, decímelo de una vez y sin anestesia.
Ni siquiera se me pasó esa idea por la cabeza, respondió Muv.
Entonces, para qué me lo contás, dijo Salvador.
Te lo cuento para que sepas. Te lo cuento porque no me aguanto sin decirtelo. Y te lo cuento para que me acompañes a la fiesta de la editorial.
Salvador le dio la espalda.
No te voy a acompañar, le dijo. No soy tu carcelero. Si me vas a cagar, me vas a cagar igual, en cualquier otro momento.
No te voy a cagar, dijo Muv. No te quiero cagar. Yo te quiero a vos pero no sé por qué, justo ahora que estamos tan bien, me empezó a gustar el salame ese.
Te da bola? Te invitó a salir? Qué pasa con ese pelotudo?
No pasa nada. Lo primero que te dije es que es una cosa mía.
Sí, y lo segundo que te gusta el forro ese.
Muv se dió vuelta. Ahora ella abrazaba a Salvador por la cintura.
No me gustaría que me pasara lo que te pasó a vos con Silvina, dijo. Yo no quiero hacerte eso. Lo que yo quiero es que no me dejes hacernos mierda.
Giró Salvador y quedó frente a Muv.
Pero a vos te parece que yo no estoy haciendo cosas para que estemos cada vez mejor? Yo no sé qué hacer para que estemos mejor, Muv. Me hice cargo de esto. Compré una casa. Planeé mis próximos cuarenta años con vos, no volví a fijarme en otra mujer desde que volviste. Soy el pelotudo que va del trabajo a su casa y de su casa al trabajo. No salgo a ningún lado si no voy con vos. No sé qué más querés. Qué más querés que haga? Yo soy esto y esto, en este momento, es lo mejor de mí. Si a vos no te alcanza, yo no puedo hacer nada más.
Volvió a darse vuelta. Estaba enojado. Apretaba la punta de la almohada con los dedos como si le estuvieran revolviendo las tripas con un cuchillo.
Necesito que me obligues a que ese pibe no me guste más, dijo Muv.
No te hagas la idiota, Muv. Yo no te puedo obligar a nada y los dos lo sabemos. No me voy a convertir en tu sombra. Es lo único que no estoy dispuesto a ser.
Muv se pegó a la espalda de Salvador. Se quedó callada.
Tenés razón, le dijo después de un rato. No tendría que haberte dicho nada.
No sé qué tendrías que hacer, le dijo con tono cortante. Lo que sé es que las cosas no son como hace dos años, ni siquiera como hace un año atrás. Y que no tenemos tiempo para preguntarnos qué pasaría si... Tenemos lo que tenemos y yo soy el tipo más feliz del mundo cuando me doy cuenta que pasan los días y seguimos juntos. Ya no tengo nada que comprobar. Si vos todavía tenés dudas, hacé lo que tengas que hacer pero recordá que todo lo que hagas tiene una consecuencia.
No me amenaces, dijo Muv con un hilito de voz.
No te amenazo. Te cuento. Yo ya lo pasé. Espero que te sirva lo que te digo y que pienses bien lo que vas a hacer.
No voy a hacer nada, Salva. Si quisiera hacer algo, no te estaría contando lo que me pasa.
Volvieron a quedar enfrentados. La miró a los ojos.
Qué necesitás, qué te está haciendo falta, le preguntó. No sé. Decime vos. Necesitás saber cosas? Necesitás que te diga cosas? Bueno, si todavía necesitás saber algo más, acá va: yo quiero tener hijos con vos, nietos con vos, quiero estar todo el tiempo que viva al lado tuyo, me quiero despertar y verte e irme a dormir y verte. Quiero vivir con vos toda mi vida. No te puedo pedir que me prometas algo que ni yo sé si voy a poder cumplir pero sí te puedo pedir que me trates, que nos trates, como si vos y yo fuéramos la cosa que más querés. Nada más. Eso es lo que yo estoy haciendo desde antes de que volvieras.
Vos y yo somos la cosa que más quiero, dijo Muv.
Entonces, no la cagues. Con uno que la haya cagado en esta pareja, ya es demasiado.






jueves, junio 07, 2007

Pajaritos

Después del incidente con el vaso de cerveza, Muv se escondió en la cocina, durante un rato largo le temblaron las piernas.
Leni le dio un abrazo. Estuviste ex-ce-len-te, le dijo cuando la vio entrar a la cocina con la cara colorada como un tomate.
Estoy loca, le dijo. Qué excelente. Lo único que falta es que ahora ande como una adolescente agarrándome de los pelos con Dios y María Santísima.
Pf, dijo Leni. Esta no tiene nada de Dios y menos de María Santísima. Estuviste excelente. Muy bien. Estoy orgullosa. ¡Pero dejá de temblar, nena! No va a pasar nada.
Fue cierto. No pasó nada. La gente comenzó a irse. Leni permitió que Muv se quedara en la cocina y que cada tanto, Salvador intentara convencerla para volver al living.
No puedo, no puedo. Me muero de vergüenza.
Fueron los últimos en irse. Pedro no pareció tomar a mal la agresión hacia su hermana: Cosa de ustedes, che. Yo no me meto.
Disculpame, dijo Muv. No me pude contener.
Pedro le dio un beso en la mejilla. No desaparezcan, le pidió.

Caminaron la primera cuadra callados.
Estuve un poco mal, dijo Muv, pero no me pude contener.
Salvador sonrió. Estás loca, le dijo.
Te enojaste?
No, por qué me voy a enojar.
Y no sé. A lo mejor te molestó.
A mí? Qué me va a molestar. Fue un poco incómodo, nada más.
Sí. Muy incómodo pero bueno, ya está. Dos veces no va a pasar.
Se quedaron callados de nuevo. Muv pensaba. No dejaba de pensar.
Cuando veía a Joaquín no se sacaba la cara de Salvador de adentro de la cabeza. Y cuando estaba con Salvador, ni siquiera se acordaba de Joaquín, salvo que lo trajera desde el fondo del arcón de sus pensamientos. Entonces, le gustaba Joaquín o no? Si no lo tenía presente, si casi no lo recordaba cuando no lo veía: le gustaba o no?
Extrañó tener un amigo al que contarle esas cosas, un amigo que tradujera sus pensamientos a algo que ella pudiera entender. Pensó en contárselo a Salvador. Pensó en decirle que le gustaba alguien, sin dar demasiados detalles. Pero luego, se arrepintió.
Para qué voy a decirle una cosa así, si son cosas mías. Pajaritos que tengo en la cabeza. Ya se me va a pasar. Estoy embrujada o algo. Debo tener una macumba, alguna cosa que me hace ir por la vida con ganas de cagar todo, siempre, pensó.
Decidió seguir callada.


Compré una casa, dijo Salvador. Para nosotros. Hay que arreglarla un poco pero es una linda casa y desde el patio se puede ver el cielo. Podemos tener un perro y unas plantas con flores.
Lo dijo y se quedó callado, mientras caminaba.
Muv se quedó paralizada. Sintió que se quedaba sin aire. Se le llenaron los ojos de lágrimas.
Por qué siempre tengo que tener un quilombo en la cabeza. Por qué no te puedo querer bien, derechito, normal. Por qué, se recriminó mientras dejaba de tirar del brazo de Salvador para que se detuviera.
Te quiero, dijo Salvador en voz baja. Te quiero hasta cuando te ponés loca.
Se abrazaron más fuerte. Se quedaron parados en la mitad de la vereda.
Ay, me quiere. Me quiere. Me quiere en serio. No tengo dudas. Me quiere de verdad. Ahora lo siento, pensó y no pudo definir si lo que sentía era pánico o alegría.
Yo también, contestó Muv. Yo también. Pase lo que pase, yo te quiero.
Salvador cerró los ojos apretándolos. No quiero saber, se dijo. No, no quiero saber.

martes, junio 05, 2007

Barro

Lo pensó.
Sirvió cerveza en un vaso. Lo tomó apurada.
El vaso estaba mojado. Lo secó con una servilleta y después agarró otra, que mantuvo apretada en el puño.
Volvió a llenar el vaso y caminó, mirando a Silvina, decidida.
Esquivó a uno de los chicos que saltaba alrededor de su madre.
Siguió caminando.
Un paso más, dos. En el tercero, se dio vuelta para mirar a Salvador que jugaba entusiasmado porque iba ganando.
Cuarto paso y la escuchó decir: ¿Viste que lindo que es? El pelo así todavía le queda mejor.
Muv respiró profundo. Estiró el brazo. Giró la muñeca y sonrió.
Ay! gritó Silvina. ¿Qué hacés, pelotuda?
Todos se quedaron callados. Salvador se tapó los ojos.
El pelo de Silvina chorreaba cerveza. La pintura de los ojos se le había corrido. La ropa envaselinada, toda manchada.
Muv inclino la cabeza hacia la izquierda. Uy, dijo.
Perdonaaaaaaame. Casi me caigo!, dijo, hablando como una nenita. No te preocupes, no te preocupes. Yo te seco, le dijo.
Y le estampo la servilleta, con la mano abierta en el escote. Y el golpe de la palma contra el esternon de Silvina sonó clarito.
Leni se encerró en la cocina y desde afuera se escuchaban sus carcajadas.
Salvador miró a Pedro.
Me parece que mejor nos vamos, le dijo.
Yo no me voy a ningún lado, dijo Muv. Y se metió en la cocina.
Uno de los compañeros de trabajo de Pedro le dijo a la mujer: vos nunca hiciste algo así por mí.

lunes, junio 04, 2007

Puñal

Fue la última en entrar a la casa de Leni porque en el pasillo encontró un boleto de colectivo de los viejos, capicúa, tirado en el piso y no pudo resistir la tentación de quedárselo.
Saludó a Pedro abrazándolo y diciéndole: Feliz, feliz, que los cumplas feliz, antes de agacharse y levantar el boleto y guardarlo en el bolsillo.
Cuando apareció por la puerta, Salvador ya había entrado y miraba hacia todos lados, buscándola. Silvina se levantaba para saludarlo, gritando y riendo.
Hola, dijo Muv pero ninguno de los presentes, salvo Leni que estaba a dos pasos de ella, le respondió el saludo.
No pudo, no quiso evitar clavarle la mirada a Salvador.
Ahí estás, dijo Salvador. ¿Dónde te metiste?
Muv mostró el boleto de colectivo y justo cuando Silvina estaba acercándose a Salvador, Salvador se dio la vuelta y se paró al lado de Muv.
Ay, me muevo para saludarlo y se va! gritó Silvina, a vos te parece, le comentó en tono jocoso a un compañero de trabajo de Pedro.
Todo mal, dijo el tipo que recibió un codazo de su mujer y sólo atinó a desviar la mirada.
Muv hizo una panoramica del living de Leni. Parejas, dos familias con niños, parientes de Pedro, familia de Leni. Y Silvina. Silvina que resaltaba demasiado entre todos los que estaban meta sandwichs de miga y coca cola.
No me acordaba que era tan linda, le dijo Muv a Salvador, por lo bajo, cuando nadie les prestaba atención.
Quién.
La trola esta, dijo Muv justo cuando se callaron todos y Salvador largó una carcajada que la dejó aún más en evidencia.
Acompañame a la cocina, Muv, dijo Leni.
Y allá fue Muv, detrás de Leni.
Por qué no te pintaste un poco? le dijo Leni apenas cerró la puerta de la cocina. No ves que esta turra se tiró todo encima. Viniste toda así nomás. Parece que lo hicieras a propósito.
Muv la miró. La miró de arriba a abajo.
Vos no sos el arte de la elegancia, precisamente, Leni. No me rompas las bolas.
No aprendés, Muv. No aprendes.
Qué no aprendo. La otra vez era una muñeca de torta y esta me pasó por arriba igual. Qué querés que haga.
Quiero que de una vez te pongas en tu lugar y defiendas lo que es tuyo, le dijo, mientras cortaba porciones de tarta con una cuchilla.
¿Qué te pasa, Leni?
Que me sacás de quicio, nena. No puede ser que le des tanto espacio a las demás. Porque si vos no defendés lo que es tuyo, las otras no te lo van a cuidar. Porque hay hambre en la calle, nena. O vos no viste la cantidad de minas solas que hay? Como puede ser que no te des cuenta.
Leni le hablaba sosteniendo un cuchillo, moviéndolo de un lado para otro. Muv dio dos pasos hacia atrás y mientras veía a Leni hablar y mover el cuchillo de un lado a otro, escuchaba una especie de blableo distorsionado que no lograba entender.
Leni dejó el cuchillo sobre la mesada. La miró.
Ya sabés que Salvador no es santo de mi devoción pero vos no sabés lo que sufrió ese pobre infeliz mientras no estuviste. No sabés, le respondió. No lo regales.
Leni, estás hablando como si Salva fuera un objeto, algo que es mio. No es así. Si quiere volver a hacer algo - y yo lo mato si se le ocurre, pero ese es otro tema - qué puedo hacer yo para impedirlo.
Volvé al living, plantificate al lado de Salvador y no te muevas de ahí. En la primera oportunidad que encuentre mi cuñadita va a volver a atacar.
Que haga lo que quiera, dijo Muv pero, mientas lo decía, sintió una corriente eléctrica en la espalda. Dio unas vueltas por la cocina. Sin decir una palabra, volvió al living.
Salvador jugaba al truco con Pedro y dos de sus compañeros de trabajo. Las mujeres conversaban entre sí. Los niños veían televisión.
Silvina le clavaba la vista.
Muv la miró desafiante. Caminó hasta donde jugaban a las cartas y aprovechó para besar a Salvador.
Cuando volvió a mirar a Silvina, Silvina movía la boca y le dedicaba, con mímica, una sola palabra: cornuda.

sábado, junio 02, 2007

Fiestas

Llamó Leni, dice Salvador cuando Muv entra a casa, después de pasar por la editorial. ¿Cómo te fue?
Como el culo, dice Muv y tira el nuevo material sobre la mesa. A vos te parece... Radiohead para bebés y Consejos para chicas enamoradas. ¿Te das cuenta? Me quiero matar. Qué voy a escribir sobre esto. Es imposible.
Bué, algo se te va a ocurrir. Se te ocurrió con Abuelos en el geriátrico, dice Salvador. Derecho de piso, nena. Aguantá.
Qué dijo Leni, pregunta Muv mientras abre la heladera y no encuentra nada que le guste. Saca una botella de coca cola y toma del pico. Loco, no hay nada en esta casa. Si no voy yo al chino, no va nadie.
Servite en un vaso, le dice Salvador. No ves que se le va el gas.
Qué hincha bolas. Qué dijo Leni, vuelve a preguntar cerrando la botella y guardándola en la heladera otra vez.
Que el sábado festejan el cumpleaños de Pedro y que si queremos ir, estamos invitados.
Muv abre la alacena buscando galletitas. No hay.
Por qué no vamos a querer ir, le pregunta, volviendo de la cocina con las manos en los bolsillos del pantalón y fastidiada.
Y yo qué sé, dice Salvador.
Ah, por el gato ese... dice Muv arqueando las cejas. Vamos a ir. O no?
Y no sé. Vos querés ir?
Obvio que quiero ir. Cómo vamos a faltar al cumpleaños de Pedro.
El año pasado no fuimos.
El año pasado era el año pasado. Este año, vamos.
A lo mejor podemos hacer otra cosa ese día, sugiere Salvador.
De ninguna manera. Vamos a ir.
Yo no sé si tengo ganas de ir.
¿Por qué? ¿Por qué no tenés ganas de ir?
Porque va a ser para quilombo.
Quilombo por qué. Te pasa algo con la mina esa, todavía?
Pf. No. Qué me va a pasar. Nunca me pasó nada.
Claro, dice Muv y estira la a de claro. Nunca te pasó nada. Cierto.
Uff. No empecemos.
Nadie empieza, responde Muv y revuelve la cartera hasta encontrar los cigarrillos.
No tendría que haber abierto la boca, piensa Salvador. Faltan unos días para el sábado aún y es probable que durante lo que reste de la semana, Muv cambie de idea por lo menos dos veces, mejor no digo nada más.
Se quedó callado un rato.
A fin de mes hacen el relanzamiento de la revista, le cuenta Muv. Hoy me invitaron al evento, le cuenta mientras vuelve a mirar el libro y el disco. A quién se le puede ocurrir hacer un disco de música para bebés con los temas de Radiohead. Vuelve a dejar todo sobre toda la mesa.
Ah, qué bien! Es una buena noticia. Si te invitan es porque te consideran dentro del equipo de trabajo.
Qué me van a considerar. Ese forro que me da los libros no me dijo una palabra. Me encontré con Esteban en un pasillo y él me dio la invitación.
Y bueno, qué te calienta el forro si el tipo que pesa más te invita.
Nada. No me calienta. Ni lo registro. No sé, mirá, ni lo ignoro.
Ah.
Me vas a acompañar, no?
Yo? Por qué? Qué tengo que ver?
Cómo que tenés que ver. ¡Cómo qué tenés que ver!
Salvador suspira. Hace sonar el cuello.
Falta mucho para fin de mes, dice.
Y sí. A lo mejor para fin de mes, ya sabés qué tenés que ver, no?
Qué paciencia, dice Salvador.
Já! responde Muv a eso y agarra las llaves.
¿Dónde vas? pregunta Salvador.
Al chino. Querés algo?
No, lo que vos quieras está bien.
Sale dando un portazo y vuelve a entrar.
Quiero que vayas conmigo a la fiesta de la editorial, Salva, le dice. No quiero ir sola.
Bueno, después hablamos más tranquilos del tema. Metele que el chino va a cerrar.
No hay nada que hablar. No quiero ir sola. Acompañame.
Al chino?
A la fiesta, estúpido.
Falta todavía.
No me dejes sola, Salvador, le exige y a Salvador esa frase le suena mal.
¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué pasa?
Muv lo mira. Y siente que va a abrir la boca y le va a contar que no sabe qué pasa, que cuando lo ve a Joaquín le agarra una cosa acá, arriba del ombligo y que quiere que esa cosa se le vaya y que ir a la fiesta sola es alimentar esa cosa, pero no dice nada.
Nada. Bajo al chino, dice y sale.
Salvador siente que algo le incendia el estómago. Carajo, piensa, acá está pasando algo.