sábado, marzo 03, 2007

Noche

Muv encontró la casa a oscuras cuándo entró. Era la primera hora de la noche, la noche temprana, como decía la Oma.
La casa olía distinto. Algo desentonaba. No había música, ni siquiera estaba el televisor encendido.
Sin prender la luz - porque no se le ocurrió o, a lo mejor, porque no se le dió la gana - caminó hasta el living.
La silueta de Salvador se recortaba sobre la puerta del balcón, a contraluz de los faroles encendidos de la calle. De espaldas, no parecía él. Parecía un hombre cualquiera.
Muv lo miró: tan largo, tan flaco, con el pelo revuelto, como siempre, rulos y más rulos alrededor de toda la cabeza. Desgarbado. Un brazo escondido, el otro colgando. Y en la punta de los dedos, una brasa anaranjada que se levantaba hasta la boca.
Apoyó sus cosas sobre el sillón intentado ser lo más silenciosa posible. Caminó, apoyando los pies como si caminara entre cristales y cuándo estuvo cerca, lo abrazó por la espalda. Apretó la boca contra las vértebras de Salvador y le dio un beso. Lo olió mientras lo abrazaba y la serenó encontrar ese perfume familiar, después de todo el día.
El brazo escondido apareció para acariciarle las manos. Una de las manos de Muv se entrelazó con los dedos de Salvador. La otra le quitó el cigarrillo al brazo que colgaba y lo tiró sobre las baldosas del balcón.
Salvador movió una pierna y pisó la colilla todavía encendida. Se quedaron un rato así: ella apoyada contra él; él acariciándole la mano con un dedo.
Lo forzó a retroceder un poco, tan lentamente que, quizás, él no pudo notar que se había alejado del balcón o sólo se dejó llevar. Se sentía agotado y triste. Tan triste como no recordaba haberse sentido antes.
Se dio vuelta. La rodeó con los brazos. La nariz de Muv quedó cerca del hueco de la clavícula de Salva, el oído pegado al corazón.
Salvador inclinó la cabeza sobre la de Muv. La abrazaba con las palmas extendidas, sin moverlas. Y estaba todo tan callado que lo único que se escuchaban eran las respiraciones de Salvador que respiraba profundo, a la manera en que se respira cuándo uno está demasiado angustiado y necesita disimular las ganas de llorar.
No sé si puedo seguir esperando, dijo Salvador.
Ella le acarició la cara, paseó los dedos por la barba recién crecida, por el nacimiento de los bigotes, por los labios. Se sentía tranquila. Cambió de posición e intentó mirarlo pero la oscuridad no la dejó.
Salvador puso la boca sobre la frente de Muv mientras el sonido de la glotis cada vez que tragaba, se dejaba escuchar.
Comenzaron a balancearse imperceptiblemente, como si se estuvieran acunando el uno al otro, como si por primera vez fueran una única soledad.
Los brazos de él, en su cintura; los de ella, alrededor del cuello.
Vamos a estar bien, dijo Muv rompiendo el silencio de la noche, te lo prometo.
Mjm, dijo él y la abrazó más fuerte.