La fiesta termina. En la vereda, después de despedirse de todos los que conocen de siempre y de los que conocieron en la fiesta, suben al taxi que los devuelve a la casa de Muv.
Desde que Muv descubre que Salvador tiene un papel con el teléfono de la chica rubia no vuelve a abrir la boca. Sólo hace gestos con la cara y responde monosílabos.
Desde que Muv descubre que Salvador tiene un papel con el teléfono de la chica rubia no vuelve a abrir la boca. Sólo hace gestos con la cara y responde monosílabos.
Mientras el taxi avanza por la avenida, Muv mira por la ventanilla y ve la fila de una parada de colectivos con hombres y mujeres que van a trabajar, chicos que vuelven del boliche. En un semáforo, le presta atención a un diariero.
Salvador habla con el taxista de fútbol y después, del estado del asfalto. Casi llegando, de las próximas elecciones. Cuando se bajan, el taxista les augura mal tiempo para el resto del domingo.
Entran al edificio y hacen el viaje habitual hasta el departamento. Entran.
Muv se descalza ni bien entra a su casa y empieza a luchar con el cierre del vestido. Salvador se apura a ayudarla. El vestido cae al piso y Muv, sin soltar ni siquiera un sonido, camina en ropa interior y medias con liga hasta el baño. Se lava la cara dos veces, primero con agua, después con jabón. La pintura que aún le quedaba en los ojos se le corre. Se pasa un poco de crema que retira con papel. Y es otra vez, la Muv de siempre pero no vuelve la de los últimos días. Aparece la de antes. La que pensó que ya no volvería. La del nudo en la garganta y el dolor en la tripa.
Vos ya sabés lo que va a pasar, se dice frente al espejo, no llores.
En el comedor, Salvador levanta el vestido que había quedado hecho un charco de tela en el piso y lo acomoda sobre una silla. Camina hacia la puerta del baño en el momento exacto en el que Muv sale hacia el dormitorio.
Salvador deshace el nudo de la corbata y libera el cuello de ella. Después forma un cilindro, enrollándola y la pone en su bolsillo.
De pasada por el espejo del placcard, Muv se ve semi desnuda y con las medias. Suspira.
Me siento como una refugiada de las Balcanes, piensa y se empieza a sacar las medias de a una, sin gracia ni atención. Se desprende el corpiño. Salvador está parado en la puerta de la habitación y la mira, con el saco todavía puesto.
Muv busca en la pila de ropa limpia, el pantalón de un piyama que bien podría haberse robado de un geriátrico y una camiseta Tres Ases, que en algún momento fue de Salvador hasta que ella decidió adueñarsela. Se viste rápidamente y se mete en la cama.
Bueno, me voy, dice Salvador una vez que la ve acostarse.
¿Te vas? pregunta ella como si Salvador hubiese hablado en otro idioma, frunciendo la frente y despegando la cabeza de la almohada.
No tengo ropa, estoy todo chivado, me quiero bañar. Después hablamos, le dice y se acerca a la cama y le da un beso en la frente.
Muv lo abraza, Salvador se queda quieto pero no la abraza.
No te vayas, le dice pero Salvador dice: Sí, mejor, sí y se desprende de sus brazos.
Lo ve irse de espaldas, haciéndole "chau" con la mano.
Cuando Muv escucha que la puerta se cerró, apaga la luz, se tapa hasta la cabeza.
Vos ya sabés lo que va a pasar, comienza a repetir como una letanía, vos ya sabés lo que va a pasar. Y se pone a llorar.
No llores, se reta, no tenés que llorar. Pero cada vez, llora más fuerte.