miércoles, marzo 21, 2007

Rebotes

Después de escuchar el mensaje, prendió la computadora. Escribió en el buscador hoteles madrid plaza mayor. La lista de links le pareció infinita.
Es imposible. Nunca la voy a encontrar así, concha de mi madre, se dijo. Caminó hasta el teléfono.
Hola, soy Salvador, dijo cuando la hermana de Muv atendió el teléfono. Clac y tono de ocupado. La puta madre, la puta madre, la puta madre que los parió.
Marcó otro número.
Uh, carajo, no estás. Bueno, Leni, necesito que hables con la madre de Muv y le pidas un teléfono dónde ubicarla. Llamame cuando llegues, dejó dicho en el contestador. Cortó.
Desde hace días no soy más que un puñado de llamados telefónicos, pensó. Es como si estuviera cerrado al vacío. Por más que grito, nadie me escucha.
Pensó un rato. Se rascó la cara. Dijo:
Último recurso. Último recurso y sé que no voy a conseguir nada.
Hola, Oma. Disculpame que te llame a esta hora. ¿Estás cenando?
Escuchó las respuestas mientras buscaba una birome.
No, no pasa nada grave. Estoy bien. Necesito ubicar a Muv. Sos la única que no me corta el teléfono.
Caminó hasta encontrar un papel. Se arrimó a la mesa. Se sentó.
No. No voy a hacer macanas. Necesito hablar con ella.
Empezó a dibujar cubos y flechas hacia adentro y hacia afuera de los cubos. Escribió "Salva" unas cuantas veces.
Tengo que girarle una plata que me prestó, inventó. Siguió escuchando. A medida que escuchaba, se iba poniendo nervioso.
De alguna forma la voy a ubicar, Oma. No me compliques más de lo que estoy complicado. Pasame la dirección.
Se paró. Caminó con el tubo apretado entre la oreja y el hombro; el papel y el lápiz en la mano.
Estoy bien. Trabajo mucho. Entro temprano y me quedo dos o tres horas más. Me lleno de trabajo. Hago todo lo que puedo. Casi no hablo con nadie. Cuando llego a casa estoy tan cansado que todo lo que quiero es dormir pero me acuesto y no pego un ojo. Miro tele hasta las cinco de la mañana cuando, por fin, los ojos se me cierran. Cuando suena el despertador, todo vuelve a empezar. ¿Me das una dirección o un teléfono?
La respuesta le hizo cerrar los ojos. Le hubiese pegado una trompada a la pared pero se contuvo.
Bueno, Oma, no te molesto más. Ya veo como me las arreglo. Sí, cualquier cosa le escribo al mail, ya sé. Un beso. Cuidate.
Cortó furioso.
¡Al mail! ¡Al mail, me dice la vieja! Y lo peor es que es lo único que tengo a mano. La puta que me parió.
Volvió a la computadora. Abrió el correo.
Escribió: Hola, Muv. Escuché tu mensaje. Me gustaría hablar con vos. Por favor, dame un teléfono al que te pueda llamar.
Un beso.
S.
Apretó send.
Ahora a esperar, se dijo.
No pudo esperar mucho. Buscó debajo de la mesa de la computadora, la pelota de goma que rebota contra todo. La hizo picar. Cada vez más fuerte y más y más. Picaba del suelo al techo, del techo al suelo. Dejó que la pelota rebotara sola golpeando todo lo que encontraba a su paso. La siguió detenidamente con la vista. Y cuando el impulso del rebote se estaba extinguiendo, la picó con fuerza por última vez. Cuando la pelota estaba cayendo, la atrapó con la mano, en un movimiento seco.
No puedo seguir rebotando, pensó Salvador. Algo tengo que hacer.