A las ocho bajaba del ascensor del hotel dejando un camino de perfume a su paso. Se había pintado las pestañas y por primera vez, había abandonado lasa zapatillas.
Buscó en el lobby al gringo. Lo encontró cerca de la puerta, con la novedad de los pantalones largos.
Se acercó. Le tocó el brazo.
Hola, dijo.
Hola chica. Qué bonito, respondió el gringo y la besó, una vez en cada mejilla.
Vamos, preguntó Muv.
Andá, dijo el gringo.
Caminaron unas cuadras.
¿Cuánto hace que chica duerme en hotel? preguntó el gringo.
Casi dos semanas, respondió Muv mirando el suelo mientras caminaba.
Mucho dinero. El puede llevar chica a sitio menos expensiv.
Muv movió la cabeza. Todavía guardaba la dirección y el teléfono de los parientes del abuelo, que la Oma le había dado con las fotos y la plata.
Gracias, dijo Muv, por ahora prefiero...
El gringo la interrumpió.
Todo legal. Todo legal. Alquila habitazion, y dijo habitación con el acento madrileño. Chica puede averiguar. El acompaña chica. Mañana. Si chica quiere.
Él, no, dijo Muv. Yo.
Sí, usted. Chica, respondió el gringo.
No, dijo Muv y sonrió. Él, y lo tocó en el pecho con la mano, se dice "yo". Chica, y llevó la palma hacia su pecho, Muv. Yo igual a Ai, terminó de explicarle.
Mhm, dijo el gringo. Dificil para él. Para yo.
Muv se rió con una carcajada cortita.
Chica rie por yo, dijo el gringo y guiñó un ojo.
Entraron a un bar. Encontraron dos lugares sobre la barra, en dónde se acodaba toda la concurrencia. Pidieron unas tapas.
Yo sabe hacer reir chica, dijo el gringo. Verdad, terminó de decir afirmando con la cabeza.
¿Qué se sirven los señores? preguntó un hombre, del otro lado de la barra, que en Buenos Aires hubiese tenido un almacén.
Un tapeo para dos, dijo el gringo en perfectisimo español. Y dos cervezas.
Enseguida, dijo el hombre y caminó hacia el fondo del bar.
Brindaron. Tomaron. Muv se rió, el gringo hizo monigotadas.
Chica tiene novio en Buenos Aires, dijo el gringo.
¿Cómo sabés?, preguntó Muv.
Chica ojos tristes, dijo el gringo. Una chica como Muv no va sola Madrid con ojos tristes si no deja novio en Buenos Aires, intentó decir de corrido el gringo y no le salió, pero se hizo entender.
Y vos, preguntó Muv, qué dejaste en Alemania.
Mm, dijo el gringo y se tocó la barba. Divorcio? Divorcio, si?
Sí, divorcio.
Pero él, yo, no tiene ojos tristes.
Ajá, dijo Muv. Mis ojos son así.
Lindos ojos, dijo el gringo y recién ahí, Muv dió un respingo. Calma, calma, se repitió. Es sólo un tapeo. Nada más.
Caminaron hasta el Palacio Real. Miraban cosas. Señalaban. Buscaban en el mapa que Muv llevaba en la cartera. A pesar de las pocas palabras del gringo, se entendían. A pesar de estar en una ciudad ajena, se ubicaban bien.
Hola, dijo.
Hola chica. Qué bonito, respondió el gringo y la besó, una vez en cada mejilla.
Vamos, preguntó Muv.
Andá, dijo el gringo.
Caminaron unas cuadras.
¿Cuánto hace que chica duerme en hotel? preguntó el gringo.
Casi dos semanas, respondió Muv mirando el suelo mientras caminaba.
Mucho dinero. El puede llevar chica a sitio menos expensiv.
Muv movió la cabeza. Todavía guardaba la dirección y el teléfono de los parientes del abuelo, que la Oma le había dado con las fotos y la plata.
Gracias, dijo Muv, por ahora prefiero...
El gringo la interrumpió.
Todo legal. Todo legal. Alquila habitazion, y dijo habitación con el acento madrileño. Chica puede averiguar. El acompaña chica. Mañana. Si chica quiere.
Él, no, dijo Muv. Yo.
Sí, usted. Chica, respondió el gringo.
No, dijo Muv y sonrió. Él, y lo tocó en el pecho con la mano, se dice "yo". Chica, y llevó la palma hacia su pecho, Muv. Yo igual a Ai, terminó de explicarle.
Mhm, dijo el gringo. Dificil para él. Para yo.
Muv se rió con una carcajada cortita.
Chica rie por yo, dijo el gringo y guiñó un ojo.
Entraron a un bar. Encontraron dos lugares sobre la barra, en dónde se acodaba toda la concurrencia. Pidieron unas tapas.
Yo sabe hacer reir chica, dijo el gringo. Verdad, terminó de decir afirmando con la cabeza.
¿Qué se sirven los señores? preguntó un hombre, del otro lado de la barra, que en Buenos Aires hubiese tenido un almacén.
Un tapeo para dos, dijo el gringo en perfectisimo español. Y dos cervezas.
Enseguida, dijo el hombre y caminó hacia el fondo del bar.
Brindaron. Tomaron. Muv se rió, el gringo hizo monigotadas.
Chica tiene novio en Buenos Aires, dijo el gringo.
¿Cómo sabés?, preguntó Muv.
Chica ojos tristes, dijo el gringo. Una chica como Muv no va sola Madrid con ojos tristes si no deja novio en Buenos Aires, intentó decir de corrido el gringo y no le salió, pero se hizo entender.
Y vos, preguntó Muv, qué dejaste en Alemania.
Mm, dijo el gringo y se tocó la barba. Divorcio? Divorcio, si?
Sí, divorcio.
Pero él, yo, no tiene ojos tristes.
Ajá, dijo Muv. Mis ojos son así.
Lindos ojos, dijo el gringo y recién ahí, Muv dió un respingo. Calma, calma, se repitió. Es sólo un tapeo. Nada más.
Caminaron hasta el Palacio Real. Miraban cosas. Señalaban. Buscaban en el mapa que Muv llevaba en la cartera. A pesar de las pocas palabras del gringo, se entendían. A pesar de estar en una ciudad ajena, se ubicaban bien.
A pesar de todo, a Muv no se le salía de la cabeza la cara de Salvador.