Era de madrugada cuando tocaron el timbre.
Ay, dijo Muv y se le hizo un nudo en la garganta.
Ni siquiera averiguó quién era. Abrió la puerta e inmediatamente le dio la espalda a Salvador que entraba con dos bolsas.
Vine a traerte tus cosas. Me imagino que las vas a necesitar y como sé que no vas a volver a ir a casa, mejor te las traigo yo.
Salvador apoyó las bolsas sobre el piso. Muv caminó hasta la habitación y cerró la puerta. Se frotó los ojos.
Salvador abrió la puerta. A Muv, el picaporte se le clavó en la espalda.
Me golpeaste, le dijo.
Podemos hablar, le preguntó Salvador.
No. No hay nada qué hablar, respondió Muv.
Salvador entró y se sentó en la cama.
No me convence que diecinueve años de conocernos se puedan terminar así. Y que ni siquiera tengamos una conversación al respecto, dijo con la vista fija en el suelo.
Tendrías que haberlo pensado antes, respondió Muv saliendo del dormitorio.
Algunas cosas tenemos para decirnos, dijo Salvador tomándola del brazo y obligándola a girar. Yo tengo cosas para decir.
Cosas que no me interesan, dijo Muv y era tal su decisión de no escucharlo que Salvador optó por soltarla. Lo único que sé, es que lo arruinaste todo y no se puede arreglar. No quiero arreglarlo. No se puede pegar, no se puede coser, no se puede soldar. No se puede hacer de cuenta que no pasó.
Sos demasiado dramática.
No, no soy.
A lo mejor, metí la pata, dijo Salvador.
¿A lo mejor?
Muv caminaba por todo el departamento, Salvador la seguía y cada tanto, intentaba abrazarla o tocarla. Ella se le escapó todas las veces.
Agarró las bolsas que Salvador dejó en el piso. Las sacó del departamento y las puso donde habitualmente dejaba las bolsas de basura.
¿Qué hacés? dijo Salvador que salió detrás de ella.
Tiro todo eso. A mi ya no me sirve. Muchas gracias por todo. A partir de hoy, vos no existís más. No te conozco, no te quiero, no tengo idea que hacés acá, dijo Muv.
Siempre hacés lo mismo, dijo Salvador, ante el menor problema tirás todo a la mierda, sos incapaz de pensar un poco antes de decidir.
No tengo nada que pensar. Vos desperdiciaste la oportunidad de que nos pasara algo bueno a los dos, por boludo; ni siquiera porque estás enamorado, ni siquiera porque dejás esto por algo que vale la pena, que valga mi pena. Y la verdad, Salvador, a esta altura del partido, no tengo tiempo para mantenerme al lado de alguien al que ni siquiera le importan mis penas. Desaparece.
Muv cerró la puerta con llave.
¿Puedo ser tan pelotudo? dijo Salvador y llamó al ascensor. Antes de irse, agarró las bolsas y bajó con ellas, en la mano.