Cuando Salva volvió de la calle, Muv seguía parada en el mismo lugar. Salvador caminó hasta ella, la agarró de la muñeca y la sentó, al lado de él, en el sillón del living. Estuvieron sentados uno al lado del otro, con la espalda derecha sobre el resplado del sillón.
Muv se cruzó de brazos. Salvador apoyó el codo derecho sobre el apoyabrazos y descanso su cabeza sobre la palma de la mano.
Bueno, dijo Muv, no sé a vos pero a mí, estos últimos dos días me mataron.
No te movés de ahí, contestó Salvador, no vine hasta acá a esta hora, a pasar este mal momento para que vos salgas corriendo. Nosotros teníamos que hablar esta noche. Y vamos a hablar, aunque sea la última vez que hablemos.
No te pongas dramático, Salvador. Si empezamos así, vamos mal, dijo Muv.
Salvador se acomodó en el sillón y quedó mirándola.
No estás en posición de poner condiciones, Muv. Y yo estoy tan enojado, que todo lo que pensé siempre que te diría de la mejor manera en la situación ideal, me va a salir de la peor forma. Ves cómo sos. Pero no me importa, porque te lo digo esta noche o no te lo digo nunca más.
Muv se alejó un poco. Bufó. Se metió la mano en la boca y empezó a morderse el pellejo del costado del indice.
No sé qué es lo que tenemos que decirnos, dijo en media lengua, está todo claro. No hay nada que decir, me parece. Hay que hacer algo. Y yo no sé si me animo a hacerlo.
Salvador volvió a su posición inicial y ahora, fue él el que se cruzó de brazos.
Bueno, mirá: yo no te voy a salir con ninguna cosa del estilo comedia romántica. Como vos decís, no hay mucho para decirse porque todo está a la vista y porque habría que ser ciego o estúpido para no darse cuenta. Lo que digo es que ya estoy viejo para jugar, estoy cansado para perseguirte y no puedo seguir haciendo de cuenta que no pasa nada. Lo único que quiero es que nos apuestes una ficha. Una oportunidad. Una sola y única oportunidad para probar si nos sale bien. Ni siquiera quiero que las cosas cambien demasiado. Quiero lo mismo, pero lo quiero mejor.
Muv se levantó del sillón. Caminó por alrededor del living mirando el suelo.
Necesito más tiempo. Está pasando justo lo que quise evitar desde que me di cuenta.
Desde que te diste cuenta de qué, preguntó Salvador, parándose y acercándose a ella. Decime, Muv, yo necesito escuchar, intentó convencerla cambiando el tono.
Yo no sé hacer bien esto, pensó Muv. Cada vez que intenté me salió mal, soy una especie de discapacitada para las cuestiones de pareja y vos sos tan importante, Salvador, tan importante que no quiero arruinarlo todo. No quiero que te levantes un día y veas el desastre que soy, que convivas con ese desastre y te arrepientas de todo.
Muv, ya nos conocemos tanto, dijo Salvador, esto tendría que ser algo natural, alegre. No siempre todo es para sufrir. Decime de qué te diste cuenta.
No puedo. No me sale, respondió Muv que retrocedió dos pasos hasta chocarse contra la pared.
El roce con la pared la sobresaltó. Salva se acercó. Se sintió acorralada y esta vez, casi sin proponerselo o mejor, sin pensar demasiado al respecto porque no tenía escapatoria, se abrazó a Salvador, con un nudo en la garganta. Sintió el abrazo demasiado apretado y pensó que Salvador estaba aprovechando la oportunidad. Pero no. Era ella. Cuándo se dio cuenta, se puso a llorar. Desconsoladamente.
Muv se cruzó de brazos. Salvador apoyó el codo derecho sobre el apoyabrazos y descanso su cabeza sobre la palma de la mano.
Bueno, dijo Muv, no sé a vos pero a mí, estos últimos dos días me mataron.
No te movés de ahí, contestó Salvador, no vine hasta acá a esta hora, a pasar este mal momento para que vos salgas corriendo. Nosotros teníamos que hablar esta noche. Y vamos a hablar, aunque sea la última vez que hablemos.
No te pongas dramático, Salvador. Si empezamos así, vamos mal, dijo Muv.
Salvador se acomodó en el sillón y quedó mirándola.
No estás en posición de poner condiciones, Muv. Y yo estoy tan enojado, que todo lo que pensé siempre que te diría de la mejor manera en la situación ideal, me va a salir de la peor forma. Ves cómo sos. Pero no me importa, porque te lo digo esta noche o no te lo digo nunca más.
Muv se alejó un poco. Bufó. Se metió la mano en la boca y empezó a morderse el pellejo del costado del indice.
No sé qué es lo que tenemos que decirnos, dijo en media lengua, está todo claro. No hay nada que decir, me parece. Hay que hacer algo. Y yo no sé si me animo a hacerlo.
Salvador volvió a su posición inicial y ahora, fue él el que se cruzó de brazos.
Bueno, mirá: yo no te voy a salir con ninguna cosa del estilo comedia romántica. Como vos decís, no hay mucho para decirse porque todo está a la vista y porque habría que ser ciego o estúpido para no darse cuenta. Lo que digo es que ya estoy viejo para jugar, estoy cansado para perseguirte y no puedo seguir haciendo de cuenta que no pasa nada. Lo único que quiero es que nos apuestes una ficha. Una oportunidad. Una sola y única oportunidad para probar si nos sale bien. Ni siquiera quiero que las cosas cambien demasiado. Quiero lo mismo, pero lo quiero mejor.
Muv se levantó del sillón. Caminó por alrededor del living mirando el suelo.
Necesito más tiempo. Está pasando justo lo que quise evitar desde que me di cuenta.
Desde que te diste cuenta de qué, preguntó Salvador, parándose y acercándose a ella. Decime, Muv, yo necesito escuchar, intentó convencerla cambiando el tono.
Yo no sé hacer bien esto, pensó Muv. Cada vez que intenté me salió mal, soy una especie de discapacitada para las cuestiones de pareja y vos sos tan importante, Salvador, tan importante que no quiero arruinarlo todo. No quiero que te levantes un día y veas el desastre que soy, que convivas con ese desastre y te arrepientas de todo.
Muv, ya nos conocemos tanto, dijo Salvador, esto tendría que ser algo natural, alegre. No siempre todo es para sufrir. Decime de qué te diste cuenta.
No puedo. No me sale, respondió Muv que retrocedió dos pasos hasta chocarse contra la pared.
El roce con la pared la sobresaltó. Salva se acercó. Se sintió acorralada y esta vez, casi sin proponerselo o mejor, sin pensar demasiado al respecto porque no tenía escapatoria, se abrazó a Salvador, con un nudo en la garganta. Sintió el abrazo demasiado apretado y pensó que Salvador estaba aprovechando la oportunidad. Pero no. Era ella. Cuándo se dio cuenta, se puso a llorar. Desconsoladamente.