Leni y Muv se encuentran una tarde, solas.
No extrañás nada de cuándo estabas sola, le pregunta Muv a Leni, mientras caminan esquivando chicos, adolecentes, adultos y ancianos.
Y... la verdad... no, no extraño nada. De solo pensar en que si me peleo con Pedro, tendría que volver a salir, conversar con tipos que no me interesan hasta encontrar uno que sí me interese y después, esperar al lado del teléfono que llame, se me pone la piel de pollo, dice Leni.
Muv la escucha atentamente.
Sí, bueno, está eso, pero yo decía más sobre, no sé, cosas que hacías cuándo estabas sola, qué se yo, ponerte crema en la cara y en el pelo, leer un libro, llorar porque estás con el hormonazo sin tener que avisar que no llorás por nada que él te haya hecho ni por algo que te arrepentís de hacerle. O salir un día y encontrarte conmigo, sin tener un horario para volver, qué sé yo, esas cosas.
Leni se para en la mitad de la vereda. Agarra a Muv de un brazo.
Si me vas a decir que ya, después de... ¿cuántos? ¿tres meses?, le pregunta a Muv y la otra contesta, tres meses, seis días y veintidós horas.
Lení sigue.
Vos sabés que todo no se puede en esta vida. Algunas cosas tienen su costo y cuándo uno está enamorado, no le importa pagar cierto precio si está bien. Si me decís que en tres meses, seis días y veintidós horas, ya estás arrepentida de haber terminado de histeriquear con Salvador y ponerte de novia cómo Dios manda y cómo corresponde, te tiro abajo de ese colectivo que está por venir, Mabel.
No, dice Muv, no estoy arrepentida. Estoy aliviada y eso me preocupa un poco.
¿Te preocupa sentirte aliviada? dice Leni casi elevando el tono de voz.
Sí, aunque lo adoro a Salvador y creo que nunca estuve así de bien, me preocupa sentir este alivio.
Mabel, vos cada día estás más loca, dice Leni.
Esperá, dice Muv, escuchá: me preocupa sentir el alivio de que por ahora no me voy a tener que preocupar por si se rompe un forro porque al tipo que se le rompió no voy a volver a verlo. Me preocupa porque no voy a volver a pasarme la noche queriéndome ir a mi casa, ni hablando por compromiso. Me preocupa que Salvador sea eso, el alivio a todas las cosas que ya no quería seguir haciendo.
Y por qué te preocupa tanto a ver, dice Leni, que está perdiendo la paciencia.
Porque Salvador se merece ser mucho más que eso.
Haceme un favor, Mabel, dice Leni que a esta altura ya no la mira a la cara, a mí no me empaquetes. No me digas "Salvador no se lo merece" con voz de ñoña, vamos. Somos pocos...
Leni entra a un bar. Sentante, le ordena y Muv hace caso. Pide un té y una coca cola.
Hablame clarito, nena, dice Leni, vos lo querés a Salvador o no lo querés. Acá no hay mucha vuelta. Se siente o no se siente.
Si lo quisiera más creo que me dolería, dice Muv.
Frase de poster, dejame de joder. La verdad. Decime la verdad.
La verdad es que lo quiero tanto a Salvador, dice Muv empezando a enojarse, que me gustaría ser otra. Para quererlo mejor. ¿Te conforma esa respuesta?
Y no, dice Leni, no me conforma. Esa decitela a vos, cuándo te mirás al espejo y te prometés que nunca vas a ser feliz pero a mí no me la digas.
¿Qué querés que te diga, Elena, que invente cosas que no pienso?
Quiero que me digas que te falta el aire, que no ves la hora de verlo, que desde que decidiste estar con él te sentís más linda, más contenta, más inteligente, yo que sé. Quiero que me digas algo, pero por la positiva, la puta madre que te parió.
Muv se queda callada. Se apoya contra el respaldo de la silla. Toma aire. Una vez. Dos veces, diez veces.
Y no te pongas a llorar, protesta Leni, no llores, a mi no me conmoves con tu llanto autocompasivo. Decime la verdad o voy a creer que no lo querés.
Por mi podés creer lo que se te cante, Elena, dice Muv. Ojalá pudiera decirte todo eso, ojalá pudiera decirte mucho más que eso. Lo que vos queres oir es un parlamento egoísta. Yo no necesito a Salvador para sentirme más linda, ni más inteligente, ni más contenta. Yo no necesito a Salvador. No es una cuestión de necesidad.
¿Se lo dijiste alguna vez? ¿Alguna vez, en todos estos años, te sentaste frente a él y le dijiste que vos no lo necesitás y que lo elegís o lo querés o no sé que mierda sentís?
No, contestó Muv mirando hacia la ventana. Todavía no se lo dije nunca.
La otra revolvió el té, se le iba pasando el enojo pero todavía sentía una especie de furia hacia su amiga.
Entonces, decíselo pronto, Muv. Tomate un tranquilizante, emborrachate, pegate la cabeza contra la pared, pero decíselo. Va a ser la única manera que vos empieces a aprender a no estar sola y que él se entere que te pasa por adentro de ese laberinto que tenés por cabeza.
Muv bajó la vista. Leni se quedó callada.
Te digo esto porque, quiso decir cuándo vio que su amiga no dejaba de mirar la formica de la mesa.
Me lo decís porque me querés, ya sé, terminó Muv, tiene formas raras el querer, parece.
Pasaron un rato calladas. Cuando terminaron de tomar el té y la coca, salieron de nuevo.
En la esquina, compraron unos collares con cuentas de colores pero seguían enojadas.