martes, febrero 20, 2007

Espejo

Tenés un dedo del pie torcido, le dice Salvador.
Y qué. A vos se te sale el hueso de la cadera para afuera. Qué horrible, dice ella.
Y vos tenés el ombligo para afuera. Defectuosa.
Callate, narigón.
Ahí te marca la bombacha. Gorda.
Salvador pasa el dedo por el elástico de la bombacha y dice: uh, mirá como te marca.
No me digas gorda, reventado, dice ella sacándole la mano.
Ah, no sé. Ahí te marca la bombacha, insiste mientras la pellizca suave.
Bueno, y qué, dice ella, moviendo el hombro hacia la oreja, qué te importa, qué mirás.
Eso miro, que te marca la bombacha, repite y se muere de risa.
Uff, terminala. Denso. Pegajoso. Molesto, le dice Muv mientras le vuelve a sacar la mano.
Ay, se enoja, la excedida.
Basta, dice ella, no me gusta lo que estás haciendo.
Muv le da la espalda. Se abraza a la almohada.
Y bueno, no es mi culpa que estés engordando. Claro, te pusiste de novia. Ahora te echás a perder, le dice.
Basta, Salva, dale.
¿Qué? ¿Te estás enojando? ¿Se enoja la gordita?
Salvador, te pedí que la termines.
Muv se queda callada, se repite: es un chiste, está jodiendo, no tengo que responder nada.
Salvador la abraza desde atrás.
No te enojes, gordi, por suerte no nos vamos a pasar la vida desnudos.
Muv cierra los ojos.
Todo lo que quieras, le dijo, pero esta gordita fue la que te hizo venir casi de rodillas a pedir que salieramos. Porque no sé si te acordas que el que estaba desesperado por aclarar esta situación, eras vos.
Y después se quedó muda. No tendría que haber dicho eso, pensó.
Siempre la misma jodida, dijo Salvador y se tendió de espaldas sobre el colchón.
Sí, no puedo dejar de ser yo, le contestó.
Creo que es hora de que me vuelva a mi casa, dijo Salvador.
No hablaron más en toda la noche. Durmieron espalda contra espalda. Casi ni hablaron durante el desayuno.