El quilombo es que no tengo con quién hablar de Muv. Antes, cuándo me enganchaba mucho con una mina, pasaba días completos hablando de ella con Muv. Ahora, no puedo hablar de ella con ella porque siente que le hago planteos, que la miro con microscopio.
Y a lo mejor, es verdad, la miro con microscopio pero porque no puedo dejar de mirarla. Encuentro cosas en ella que nunca ví y eso que hace tanto que nos conocemos.
Pedro escuchaba a Salvador mientras se ataba los botines.
Y extraño a mi amiga Muv, qué querés que te diga. Ella siempre veía las cosas de una manera diferente a como las veía yo. Y generalmente, acertaba. Si algo que yo le contaba de una mina, no le cerraba, me daba un veredicto. A las semanas, lo que habia dicho, se cumplía. Ahora ando sin brújula. No sé lo que hago. No sé si está bien o mal. No tengo a quién preguntarle.
Ajá, dijo Pedro acomodándose el short.
Nunca tuve tanto miedo como ahora. Me parece que la cago a cada rato. No me puedo tranquilizar. Me parece que cualquier día se va a ir, que no va a volver más, que la voy a pudrir.
¿Vos siempre fuiste así?, preguntó Pedro.
¿Así cómo?, dijo Salvador.
Así, miedoso, como una mina, le dijo el otro.
No. Yo antes era el que le sacaba los pescados de encima a Muv, el que la consolaba, el que estaba siempre que me necesitaba, el que adivinaba si estaba triste o contenta, el que la defendía, el que la hacía reír. Y te juro que no quiero más que estar con ella, pero cuándo está ahí, no sé. Me transformo, me vuelvo loco.
Y no pensaste que te diría Muv en esta situación, preguntó Pedro.
Sí, me diría que me deje de joder y disfrute.
Sabias palabras. Dejate de joder, Salvador. Vamos a jugar. Está todo bien.
Ya sé. Pero entendés que extraño a mi amiga Muv, no? preguntó.
No, me parece una pendejada lo que decís, pero yo no soy una mina, no tengo nada que decir al respecto, no puedo analizar esta cuestión desde otra óptica más que: Si está todo bien, por qué no te dejás de romper las pelotas. No sé si me explico, dijo Pedro.
Bueno, por eso la extraño, contestó Salvador. Muv nunca me hubiese dicho que me deje de romper las pelotas. La extraño, che.
Y bueno, jodete, macho, contestó Pedro. La verdad, Salvador, hay que tenerte una paciencia a prueba de balas. Anduviste penando todo el tiempo porque Muv se acostaba con otros. Ahora que se acuesta con vos, extrañás a tu amiga. Es para fajarte, sinceramente. No te ofendas, pero si yo fuera ella, te dejo. Por pelotudo.
Eh! dijo Salvador.
Y, sí. Esto es quejarse de lleno. Vos hacé lo que quieras. Yo me voy a jugar.
Salvador se quedó callado. Después, caminó detrás de Pedro mirando el piso.