miércoles, febrero 28, 2007

Alarma

Salvador encontró la casa vacía cuándo llegó de trabajar.
Las ventanas cerradas, la cocina limpia y la cama hecha. Revisó el botiquín del baño. El cepillo estaba ahí. Eso lo tranquilizó un poco.
Abrió el placcard. Algunas perchas estaban vacías. Revisó el contestador. Dos mensajes nuevos. Uno de su madre, el otro, de Pedro: fulbazo a las 8.
Buscó una nota pegada en la heladera pero no encontró nada. Recorrió los muebles cercanos a la puerta. Tampoco encontró nada.
Llamó al teléfono celular de Muv. Lo atendió el contestador.
Llamó a la casa de Muv. El contestador, nuevamente.
Llamó a la casa de la madre de Muv. Ahí no estaba.
Dejó el teléfono en paz. Se asomó al balcón y empezó a mirar la calle.
¿Se habrá ido? pensó, ¿esta vez se habrá ido?
Sonó el teléfono. Corrió a atender. Equivocado. Se enojó. Primero con sí mismo.
Estúpido, vos sabías que se iba a ir de un momento a otro; tanto joder con las declaraciones, con las definiciones, con los planteos. Es Muv, cómo no te acordás. Parece que no la conocieras, se dijo.
Después se enojó con Muv.
Pendeja de mierda, se va y no avisa; uno llega corriendo para verla y no es capaz de dejar una nota, de llamar para decir que sale, como si esto fuera una fonda o un hotel. Se lleva la ropa. Pero esto así no va. No se sale y se entra como se le da la gana de la vida de la gente, qué se cree, dijo, ahora, recorriendo la casa, buscándo, otra vez, una nota.
Escuchó la llave en la cerradura de la puerta.
Muv entraba con un bolso al hombro, dos bolsas colgando de la mano izquierda y una planta con flores, en la derecha.
Dónde te metiste, preguntó Salvador de mala manera. Te llamé a todos lados, qué se te dió por no atender el teléfono, la retó.
Pasé por el lavadero, después me metí a comprar, dijo Muv mirándolo asombrada. Qué te pasa, viniste de malhumor, preguntó.
Dejá una nota o algo cuándo te vas, dijo Salvador dándole la espalda.
Muv se quedó parada, con todo encima como un equeco, sin saber cómo reaccionar. Ahí vamos otra vez, pensó. Y yo, que fui a comprar todo para tener una buena cena; hasta compré ropa interior a la mañana para estrenar esta noche y otra vez, estoy sospechada. Soy una tarada.
Fui a comprar, idiota. Qué nota querés que te deje, dijo Muv un poco enfurecida.
Una nota que diga dónde estás, dijo Salvador gritando un poco desde la habitación, no es tan dificil de entender.
Me tenés podrida, Salvador, dijo Muv. Para qué discutimos el otro día, me gustaría saber. Si seguís insistiendo con eso de que me voy a ir, me vas a terminar convenciendo.
Salvador volvió de la habitación. Le sacó las bolsas de la mano. Las llevó a la cocina. Puso la planta sobre la mesa del comedor. La abrazó fuerte.
Así no podemos estar, dijo Muv y Salva no contestó.
Dejá de poner la alarma, le dijo. El día que me vaya, te voy a avisar antes.
Ese día me da miedo, respondió Salvador.
Me tenés podrida, Salvador. De verdad.