Ella caminó hasta la puerta. Él la siguió en silencio. Despidieron a Jerónimo.
Podés venir cuando quieras. Ahora, más que antes, dijo Muv y le dio un beso con ruido en el cachete.
No la cagues, pendejo. Portate bien. Cuidate, dijo Salvador y lo abrazó.
Jerónimo dijo todo que sí y giró sobre sus talones para mover la mano, mientras lo miraban desde la puerta de calle.
Entraron cuando sólo quedaba un puntito de Jerónimo en la distancia.
Ella lo miró y sonrió.
El la miró y sonrió.
Sabés que es lo que más me gusta de vos, Salvador, le preguntó con tono solemne.
Que soy tan hermoso?
No, además de eso.
Qué soy tan exitoso y tengo esta fortuna multimillonaria, dijo Salvador.
No. Que sos un idiota, dijo Muv y largó una carcajada.
Ah, sí. Mi idiotez ha conquistado a más de una, dijo Salvador y le sacó la lengua.
En serio, nabo.
Qué carácter te está apareciendo desde que te convertiste en madre. Qué paciencia voy a tener que tener.
Querés saber o no querés saber.
Quiero.
Bueno, lo que más me gusta de vos es que querés bien a la gente. Y que vas a ser el mejor padre que puede tener mi poroto.
Nuestro poroto!
MI-PO-RO-TO. Hasta que nazca es mío, mío, dijo Muv y puso la mano de Salvador en la panza, que era la misma de siempre, pero con un poroto de 1,3 cm.
Bah, qué me importa. Va a vivir más tiempo afuera de tu panza que dentro de ella. Así que, quedatelo por ahora. Pero te adelanto: es una nena y va a ser mi novia toda la vida.
Que me importa, dijo Muv. Madre hay una sola.
Por suerte, dijo Salvador. Imaginate si nosotros tuviéramos dos o tres.
Suicidio, respondió Muv.
Juntaron los vasos y los llevaron a la cocina. Después se fueron a acostar.
Muv esperó un rato antes de hablar.
Terminaste de rezar, le preguntó a Salvador.
Sí, ya está. Tengo sed. Voy a buscar algo para tomar. Querés algo.
No. No quiero nada.
Uff, justo cuando me había acomodado. La puta madre. Ahí vuelvo.
Salvador prendió el velador y fue caminando como siempre camina hasta la cocina, sin prender el resto de las luces.
Muv se tocó la panza. Cerró los ojos y se quedó dormida.
Salvador la miró dormir durante un rato largo, primero, apagando su sed y después de terminar de tomar. La vio feliz, la vio como siempre había querido verla.
Apagó la luz y se acostó acomodando el cuerpo a la silueta de Muv.
Sabés qué es lo mejor de todo esto, le preguntó Muv entredormida.
Qué es.
Que somos muy felices y estamos los tres vivos. Y nunca más vamos a estar solos. Nunca más en la vida porque ahora tenemos a alguien que nos necesita.
Amén, dijo Salvador.
Durmieron hasta el mediodía. Cuando se levantaron, empezaron a discutir dónde iban a poner la cuna.
No fue un poroto. Fueron dos: Ignacio y Guillermina. Nacho y Guille para todo el mundo.
A Guille desde que nació, le gustó dormir arriba del pecho de su papá y Nacho heredó la boca de su mamá, los rulos de su papá y no puede estarse quieto pero esa es otra historia. Hasta acá, la historia de Muv o de Salvador o de Muv y Salvador. Una historia con final feliz.
Por fin sentaron cabeza, esos dos, hubiese dicho la Oma. Seguro lo dijo desde arriba. Y seguro, segurísimo, sonrió.
Podés venir cuando quieras. Ahora, más que antes, dijo Muv y le dio un beso con ruido en el cachete.
No la cagues, pendejo. Portate bien. Cuidate, dijo Salvador y lo abrazó.
Jerónimo dijo todo que sí y giró sobre sus talones para mover la mano, mientras lo miraban desde la puerta de calle.
Entraron cuando sólo quedaba un puntito de Jerónimo en la distancia.
Ella lo miró y sonrió.
El la miró y sonrió.
Sabés que es lo que más me gusta de vos, Salvador, le preguntó con tono solemne.
Que soy tan hermoso?
No, además de eso.
Qué soy tan exitoso y tengo esta fortuna multimillonaria, dijo Salvador.
No. Que sos un idiota, dijo Muv y largó una carcajada.
Ah, sí. Mi idiotez ha conquistado a más de una, dijo Salvador y le sacó la lengua.
En serio, nabo.
Qué carácter te está apareciendo desde que te convertiste en madre. Qué paciencia voy a tener que tener.
Querés saber o no querés saber.
Quiero.
Bueno, lo que más me gusta de vos es que querés bien a la gente. Y que vas a ser el mejor padre que puede tener mi poroto.
Nuestro poroto!
MI-PO-RO-TO. Hasta que nazca es mío, mío, dijo Muv y puso la mano de Salvador en la panza, que era la misma de siempre, pero con un poroto de 1,3 cm.
Bah, qué me importa. Va a vivir más tiempo afuera de tu panza que dentro de ella. Así que, quedatelo por ahora. Pero te adelanto: es una nena y va a ser mi novia toda la vida.
Que me importa, dijo Muv. Madre hay una sola.
Por suerte, dijo Salvador. Imaginate si nosotros tuviéramos dos o tres.
Suicidio, respondió Muv.
Juntaron los vasos y los llevaron a la cocina. Después se fueron a acostar.
Muv esperó un rato antes de hablar.
Terminaste de rezar, le preguntó a Salvador.
Sí, ya está. Tengo sed. Voy a buscar algo para tomar. Querés algo.
No. No quiero nada.
Uff, justo cuando me había acomodado. La puta madre. Ahí vuelvo.
Salvador prendió el velador y fue caminando como siempre camina hasta la cocina, sin prender el resto de las luces.
Muv se tocó la panza. Cerró los ojos y se quedó dormida.
Salvador la miró dormir durante un rato largo, primero, apagando su sed y después de terminar de tomar. La vio feliz, la vio como siempre había querido verla.
Apagó la luz y se acostó acomodando el cuerpo a la silueta de Muv.
Sabés qué es lo mejor de todo esto, le preguntó Muv entredormida.
Qué es.
Que somos muy felices y estamos los tres vivos. Y nunca más vamos a estar solos. Nunca más en la vida porque ahora tenemos a alguien que nos necesita.
Amén, dijo Salvador.
Durmieron hasta el mediodía. Cuando se levantaron, empezaron a discutir dónde iban a poner la cuna.
No fue un poroto. Fueron dos: Ignacio y Guillermina. Nacho y Guille para todo el mundo.
A Guille desde que nació, le gustó dormir arriba del pecho de su papá y Nacho heredó la boca de su mamá, los rulos de su papá y no puede estarse quieto pero esa es otra historia. Hasta acá, la historia de Muv o de Salvador o de Muv y Salvador. Una historia con final feliz.
Por fin sentaron cabeza, esos dos, hubiese dicho la Oma. Seguro lo dijo desde arriba. Y seguro, segurísimo, sonrió.